Hoy es el cumpleaños de Leonard Peacock. Ha preparado regalos para todos sus peculiares amigos, si es que les puede llamar así: el viejo Walt, con el que ve películas antiguas de Bogart, el violinista iraní de su colegio con el que básicamente se comunica escuchando su música y sin molestarle, Lauren, la puritana hija del pastor, que le vuelve loco... Y herr Silverman, su profesor de la asignatura del Holocausto, y su favorito.
Pero nadie se percata de la razón de ser de los regalos: su décimo octavo aniversario. Tampoco es que lo supieran. Su madre sí, pero ella es un caso perdido. Así que ni una sola persona lo felicita.
En realidad, te he mentido. Una razón más poderosa explica el comportamiento de Leonard: es una despedida de las contadas personas que le importan. Antes de pegarse un tiro y desaparecer. Y antes de matar a Asher Beal, su exmejor amigo y quien más daño le ha hecho jamás.
Al acercarte a la obra de Matthew Quick (El lado bueno de las cosas, Boy21, por citar dos ejemplos) te darás cuenta de que este autor se suele atrever con premisas muy arriesgadas y toca temas delicados. Lo hace con tacto, sin dejar de lado el tono crítico y escéptico que le caracteriza. Quizá por eso conecte tan bien con los adolescentes que suelen protagonizar sus historias.
Lo cierto es que Leonard Peacock, como protagonista, está sublime: su voz resonará con esos jóvenes que se sienten incomprendidos, diferentes, pero que en el fondo aman tanto la vida que no pueden dejar de buscar razones que les confirmen su visión en contra del mundo gris que les rodea. Como buen sucesor de Holden Caulfield (pues creemos que la novela bebe mucho de El guardián entre el centeno), Leonard no siempre caerá bien. Puede ser arrogante, pesimista, depresivo; también justo, bondadoso y, en ocasiones, valiente.
Si las injusticias te superan, las malas noticias te abruman y echas en falta a gente como tú, no esperes a que sea tarde: es el momento de acompañar a Leonard Peacock en el día más relevante de su vida.