Neil Josten ha pasado los últimos siete años de su vida huyendo de la violencia de su padre. Ha cambiado de identidad, de aspecto y de residencia tantas veces que ya no pertenece a ninguna parte. Lo ha perdido todo… excepto su pasión por el Exy.
Este deporte, una especie de lacrosse con rasgos de rugby y hockey sobre hielo, todavía late en sus venas, a pesar de que se ha prohibido a sí mismo volver a sostener una raqueta. Sin embargo, cuando llega a Millport, un pequeño y desconocido pueblo de Arizona, no puede resistirse y se apunta al equipo de Exy del instituto. Allí es donde, un día, recibe una visita inesperada que lo cambiará todo: David Wymack, entrenador de los Zorros de la Universidad de Palmetto, y Kevin Day, estrella del Exy que lleva meses desaparecida de la vida pública tras un accidente, quieren ficharle para la siguiente temporada.
El deseo de volver a pisar un estadio vence al miedo a ser encontrado, y Neil es incapaz de rechazar una oferta como esa. Pero mantener oculta su identidad será el menor de sus problemas; los Zorros son un equipo de lo más disfuncional, y lidiar con sus compañeros será tan difícil como estar al nivel de las expectativas del hermético y exigente Kevin Day.
Podría parecer que el tema central de esta novela es el Exy y, sin embargo, el deporte queda eclipsado por unos personajes profundos, con pasados a cuál más turbulento y secretos que nos mantienen en una tensión constante, ansiosos por desenmascarar la verdad. Y es que dentro y fuera del mundo del Exy se esconde una red de violencia y cuentas pendientes que no dejarán en paz a los protagonistas hasta saldarse.
La trama no es lo más destacado de la novela y en esta primera parte le cuesta arrancar, pero el drama nos atrapa por completo. Sakavic se toma su tiempo en presentar a unos personajes diversos, cada uno con un infierno particular a sus espaldas, aunque este primer tomo no sea suficiente para comprenderlos enteramente. Todas las piezas que completan el puzle se encuentran en las siguientes partes de la trilogía, en las que los conflictos y los giros inesperados prometen ir en aumento.
El lector queda advertido: una vez entras en La madriguera del zorro, se convierte en una obsesión; la única manera de calmar la sed es leer hasta el final.