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Mañana, y mañana, y mañana
Gabrielle Zevin

Alianza editorial
¿Solo para adultos? El Templo#97 (diciembre-enero 2023)
Por Gabriela Portillo
578 lecturas

Hubo un tiempo en que Sam y Sadie no se conocían, aunque apenas lo recuerden. Él vivía en Nueva York con su madre y ella en una mansión familiar de Los Ángeles, y la tragedia aún no había conectado sus vidas. Pero entonces llegaron el accidente donde Sam perdió a su madre y la enfermedad de la hermana de Sadie, y los días eternos en el hospital infantil. En ese silencio, los niños compartieron una consola y, desde entonces, se convirtieron en pareja de juegos.

Durante la adolescencia sus caminos se separaron, pero la amistad continuó en la etapa universitaria. Ambos despuntaban en sus estudios en los centros más prestigiosos de la costa este (Harvard y el MIT, respectivamente). Sin embargo, al reencontrarse recordaron lo que verdaderamente llenaba sus vidas: jugar juntos. Así, a finales de los 90, empezaron a desarrollar su primer videojuego.

Pronto llegó el éxito. Y con él, los altibajos: enfados, crisis creativas, picos de venta, la fama. Como pioneros en la industria, podían divertirse inventando un camino inexplorado. Pero mantener un imperio conlleva sacrificios y, cuando la vida real se inmiscuye en la fantasía, no existe una jugada maestra.

Con Mañana, y mañana, y mañana, Gabrielle Zevin también ha alcanzado la cima del éxito. Público y crítica han encumbrado a esta autora que ya tenía una carrera consolidada en la literatura juvenil (En Otro lugar, por ejemplo, es una de sus obras más sonadas). Esos orígenes se manifiestan en la caracterización de los personajes, que transitan de una juventud intensa, convulsa y desesperante en ocasiones a una madurez final muy reconfortante para el lector. Precisamente ese viaje evolutivo por toda una vida de amistad, con sus peleas y reconciliaciones, corona a los protagonistas como personajes realistas e inolvidables. Por su humor ácido y su dramatismo, harán las delicias de los amantes de John Green.

Además, Zevin sitúa el relato en una época apasionante y muy bien documentada. El Estados Unidos del despegue tecnológico, de la visión universitaria a la producción en Silicon Valley, cobra vida a partir de la detallada ambientación. El videojuego como forma de expresión artística por fin se pone en valor y su historia se explora en clave de ficción.

Por si fuera poco, a nivel estético la autora se permite virguerías que le funcionan muy bien. Hay saltos en el tiempo, múltiples puntos de vista, destellos de realismo mágico e incluso guiones de las partidas. Estas técnicas le sirven para incorporar el aspecto lúdico de los juegos a la narración e insuflarle la estética indie tan personal del universo de Sam y Sadie. Trasladar ese lenguaje a la escritura no es fácil, y consideramos que Gabrielle Zevin ha sido precursora en dar con las teclas correctas.

Sea adolescente, universitario o boomer nostálgico, ningún gamer de corazón debe perderse esta declaración de amor a los videojuegos y a las personas que nos acompañan durante la partida.