Para nosotros, simples mortales, perder algo importante puede suponer el fin del mundo… pero si fuéramos Thor y en su lugar hubiéramos perdido el Mjolnir, su legendario martillo, literalmente podríamos desencadenar el Ragnarok, destruir la humanidad y, lo que es peor, quedarnos sin esas series de Netflix que podíamos ver directamente desde la herramienta divina. ¡Las consecuencias alcanzarían dimensiones catastróficas!
Esto es exactamente lo que ocurre en la segunda entrega de la saga Magnus Chase, y es que los dioses tienen un largo historial perdiendo sus preciados objetos mágicos. Da la casualidad de que siempre hay cerca un protagonista semidiós para salvar el día, y como podíamos prever, le ha tocado a Magnus Chase cargar con el marrón. A este paso, el pobre chico va a acabar acostumbrándose a salvar a los nueve mundos de la mitología nórdica.
Para bien o para mal, apostar por Rick Riordan es jugar sobre seguro. Quien haya disfrutado de las últimas novelas del autor volverá a sentirse como en casa. Un humor muy particular y una visión más que original de los universos mitológicos son, una vez más, las piezas clave de una novela muy disfrutable, aunque esa familiaridad sea un arma de doble filo. La primera entrega partía con la ventaja de la novedad, pero una vez jugada esa carta se vuelve a hacer evidente el patrón que Riordan sigue a rajatabla en todas sus novelas.
Si algo hace diferente a El martillo de Thor de anteriores entregas es la mayor diversidad de sus personajes, desde Samirah, valquiria musulmana que conjuga su propia fe con la lucha contra dioses nórdicos, a Alex Fierro, que a veces es semidiosa y a veces es semidiós, y se ha ganado por derecho propio su puesto entre los personajes favoritos de los lectores.
Las puertas del hotel Valhalla vuelven a estar abiertas para nosotros, con la ventaja de que no será necesario que hayamos muerto para alojarnos en él. Os aseguro que vuestra estancia será más que placentera.