La gente piensa que las brujas están llenas de verrugas y pelos en la barbilla, y que solo desean extender la maldad por todo el mundo. Y, bueno, ¿a qué bruja coqueta no le gusta ponerse un par de verrugas aquí y allá? ¡Es la última moda! Pero lo de la maldad… Hecate Tenbury-Smith (Heckie, para los amigos) no ha estado treinta años en su escuela de brujería para acabar sembrando el caos. Ella y su amiga Dora quieren mudarse juntas y usar sus poderes para hacer el bien. Lo tienen todo planeado: Dora puede convertir a cualquiera en piedra con tan solo mirarle, y Heckie, gracias a su Nudillo del Poder y su Dedo del Pie de la Transformación, puede tornar a quien quiera en animal.
Sin embargo, el día de su graduación, Dora y Heckie tienen la típica disputa: ¡las dos han llevado el mismo sombrero hecho de serpientes! Ninguna es capaz de perdonar a la otra semejante afrenta, así que sus planes se van al garete. Heckie se muda a Wellbridge, sola. Por suerte, pronto encuentra un grupo de disparatados brujos para formar su patrulla de cazadores de malvados, y también se hace amiga de Daniel, un niño del barrio que es mucho más de lo que sus exigentes (y ausentes) padres consiguen ver.
Sigue echando de menos a Dora, pero sus días se iluminan cuando se cruza con el apuesto y encantador Lionel Knapsack. O al menos, eso le parece a Heckie. En realidad, Lionel es el hombre más malvado de Inglaterra, y no dudará en aprovecharse de la ingenuidad de Heckie… y de sus poderes.
El humor inocente de Eva Ibbotson arrancará las sonrisas de todo aquel que se interne entre las páginas de ¡Menuda bruja!. Es una historia llena de magia disparatada, con brujos encantadores de quesos y dragones-gusano. A pesar de que a veces tenga un concepto del bien y el mal algo problemático, la ingenuidad de Heckie y su bondad compensan sus equivocaciones. Y si no lo hace ella, lo hacen el resto de personajes.
Aunque Heckie es la protagonista, y el humor y la magia, los elementos centrales, Daniel y sus amigos aportan a la trama pinceladas de temas más serios, como la falta de autoestima o el racismo.
Está claro que Heckie no es la típica bruja, ni la suya es la típica historia.