«Dicen que si cierras los ojos en lo alto de las escaleras de la calle Cereza, al abrirlos estás en otro mundo».

A veces los rumores son ciertos, y cuando los escuchas es demasiado tarde para volver atrás. La protagonista lo descubre al aparecer en ese universo paralelo, separada de su novia en su aniversario. Para encontrarla tendrá que olvidarla, pues ese mundo se alimenta de recuerdos.

Lejos de allí, las naves funcionan con un combustible tan inestable como potente: la memoria. Dota a los cohetes de tal fuerza que las rutas espaciales han logrado comunicar los planetas más recónditos de la galaxia, a riesgo de estallar en el camino.

Uno de esos mundos presencia sobrecogido su posible final. Las profecías auguraban que aquel día despertaría la giganta dormida sobre la que se asienta la civilización. Nadie puede prever su reacción. ¿Vivirán para ver un nuevo amanecer?

Los tres relatos que recopila No te vayas sin mí son independientes; de hecho, el segundo (Lo que queda) se publicó por separado y recibió una nominación a los Premios Eisner. Sin embargo, juntos componen un todo coherente e inmersivo. El hilo conductor es el misterio de la vida, el límite de nuestro conocimiento, y por eso las transiciones entre historias dejan un poso de ambigüedad e incertidumbre muy afín a los temas metafísicos de la obra. El lector es el encargado de conectar y responder las preguntas.

Aunque el guion es de por sí muy ambicioso y complejo, el dibujo que lo acompaña tiene vida propia y cuenta sin palabras otras muchas historias. Lo escrito transcurre en un plano más mundano y cotidiano, mientras que las ilustraciones nos muestran la cara fantasiosa de la realidad, de una imaginación desbordante.

Rosemary Valero-O’Connell, ilustradora estadounidense criada en Zaragoza, siempre brilla en su faceta artística con paletas pasteles, intrincados detalles y originales personajes. Ahora se reivindica también como una escritora arriesgada y profunda, a la que no vamos a olvidar pronto.