Germán, un reputado antropólogo, viaja a Bolivia para conocer la verdad sobre la antigua cultura huatacachi. Pero quizá no ha planeado tan bien las vacaciones como creía: le acompañan sus cuatro hijos, que no están demasiado acostumbrados a la aventura, a un lugar remoto del país; no les ha contado el verdadero objetivo de ese viaje, que no es precisamente de relax y descanso; y, además, le secuestran en el inicio del viaje, dejando a sus hijos bastante perdidos, sin saber qué hacer ni cómo buscar a su padre.

Desde luego, Sabina, Itai, Aymara y el pequeño Antu van a recordar estas vacaciones durante toda su vida. Y no precisamente para bien, porque una aventura parecida provocó la desaparición de su madre dos años atrás en la cordillera del Himalaya. Sus padres habían sido desde jóvenes una pareja de aventureros muy peculiares y pretenden que sus hijos sigan su camino, aunque ellos no estén muy convencidos todavía.

La novela está narrada en primera persona por Aymara, quizá la hija más cercana al espíritu aventurero de su padre. Desde luego a Sabina, acostumbrada a la ciudad, no le hace gracia este viaje familiar. Pero en cuanto conoce a Wilson, el atractivo ayudante del chamán, comienza a pensar que igual esa locura de viaje no está tan mal, mientras intenta ligar con él durante todo el trayecto. Antu es demasiado pequeño para comprender la gravedad de la situación, pero Itai y Aymara se dan cuenta: están solos y perdidos en Bolivia y su única ayuda es un chamán que intenta descifrar mensajes en el humo que solo él puede comprender. Poco a poco, van resolviendo enigmas, encontrando pistas del paradero de los secuestradores de su padre y despistando a sus nuevos perseguidores.

Quizá la trama de la novela peca de que todo les va saliendo demasiado bien para lo improvisado que parecen todas las acciones y decisiones de los personajes, pero si buscas un novela de aventuras situada en un lugar exótico, que te ayude a viajar para conocer una cultura diferente, adéntrate en la lectura de El ojo del Inca, de la autora Natalia Alonso.