Aunque lo parezca, Yago no es hermano de Pups, Tete y Wuzi Zwoch, solo es el niño de la vecina. Pero la verdad es que pasa con ellas más tiempo que en su casa y, cuando los Zwoch heredan el chalet de una tía lejana, tiene sentimientos encontrados. Sí, se alegra por ellas… pero, por muy cerca que esté la casa nueva, ya no será lo mismo.
Sin embargo, no todo es como las hermanas Zwoch sueñan. Su tía tenía mucho dinero, eso lo sabía todo el mundo, pero no aparece por ninguna parte. La casa está en muy malas condiciones y sus padres no pueden permitirse restaurarla. Por eso Yago, Pups, Tete y Wuzi se ponen a buscar entre las cosas de la anciana. ¡El dinero tiene que estar en alguna parte!
Con esta premisa, Christine Nöstlinger consigue crear una novela de misterio verosímil y adaptada a su público. En todo momento podemos creer lo que le pasa a Yago y cómo va uniendo las piezas del rompecabezas, y eso hace la historia muy atractiva para su público objetivo, pues parece algo que nos podría pasar a cualquiera.
Es curioso ver cómo han cambiado los jóvenes y su literatura desde que se escribió Olfato de detective, en 1992. Ahora no llamaríamos «niño» a un chico de once años y la actitud de Pups y Yago, los dos mayores, resulta infantil en algunos aspectos. Son pequeños detalles, porque lo cierto es que el libro ha soportado bastante bien el paso del tiempo gracias a su trama atemporal y a que la autora solía crear personajes muy independientes de sus padres.
Si conoces a Christine Nöstlinger, seguramente será por Intercambio con un inglés, o por alguno de sus libros infantiles, como Mimi va al colegio, Querida Susi, querido Paul o Konrad o el niño que salió de una lata de conservas. Aunque Olfato de detective no esté entre sus novelas más conocidas, es una de nuestras favoritas. El misterio combina a la perfección con el realismo que tan bien maneja, y el resultado es un libro muy recomendable para el público middle-grade.