En los años 80 no se sabía nada de la era digital y mucho menos de leer la prensa en una pantalla, y si no, que se lo digan a Erin, que a sus doce años se levanta cada madrugada para repartir el periódico por su tranquilo vecindario. Sin embargo, la pasada noche fue Halloween y aún queda algún mocoso pululando que no tiene nada mejor que hacer que incordiar a Erin en su trayecto. Por suerte, otras tres muchachas, Tiff, KJ y Mac, también repartidoras de periódicos, aparecen para poner en su sitio al grupo de gamberros.
Desde ese momento, las cuatro deciden aunar fuerzas para repartir los periódicos. Y menos mal que lo hacen, porque no se imaginan lo que les espera: unos hombres vestidos de una forma un tanto peculiar les roban un walkietalkie y, en su afán por recuperarlo, terminan en el sótano de una casa con una extraña máquina futurista que pondrá patas arriba el mundo que conocen.
Así comienza comienza la aventura de nuestras Paper Girls, de la que no queremos destriparte mucho más, porque merece la pena adentrarse en su historia sabiendo lo menos posible. Puede que al acabar el primer tomo estés un poco desconcertado, pero no desesperes, porque lo que te espera en los próximos capítulos es verdaderamente sorprendente: una ochentera historia de ciencia ficción con tintes de suspense que atrapará incluso a aquellos que no son muy aficionados a leer cómics.
Puede que Brian K. Vaughan, su guionista, no te suene de nada, pero es responsable de obras superventas como Y: El último hombre, Ex Machina y Saga. Además, destaca el dominio de la luz y la paleta de colores de Matt Wilson, que hace que cada escena sea especial dependiendo de la situación en la que se encuentran las chicas. Pero todo ello no se sostendría si no fuera por el cuidado dibujo de Cliff Chiang, plagado de detalles que favorecen esa ambientación de los 80. También nos ha encantado el cuarteto de protagonistas, y es que estas muchachas encandilan a cualquier lector. Cada una de ellas tiene un carácter muy diferente, pero están dispuestas a remover cielo y tierra por sus amigas.
Una pena que ya no se estile lo de repartir periódicos en bicicleta, porque quién fuera repartidor si le aseguraban una aventura como esta.