Daniel Faura es un compositor de ascendencia rusa maltratado por la vida y con una única pasión: el piano. Durante un viaje a las estepas mongolas conoce a Sayá Sansar, una niña de doce años que posee un don para la música. Daniel, cautivado por el potencial de Sayá, decide dedicar su vida a hacer de la niña la mejor pianista del mundo. Así, lo que comienza siendo una relación entre tutor y alumna, se convierte en una obsesión para el compositor que desemboca, finalmente, en un amor apasionado y tortuoso.
Años más tarde, Marta, una mujer que trabaja como cuidadora en una residencia, vive en primera persona la historia de Daniel y Sayá, gracias a un viejo, su diario... y una partitura.
La partitura es una historia dura, cargada de tabús, como la relación entre Daniel y Sayá, con la que se lleva veintiocho años, y repleta de reflexiones sobre el amor, la vida y el arte. La novela, distribuida en capítulos muy cortos, está narrada de una manera casi poética, cargada de metáforas y símiles y de los sentimientos de los protagonistas mientras la historia avanza. Este toque lírico puede hacer que el principio de la historia resulte algo lento, pero también contribuye a enriquecerla, dotándola de realismo y haciéndola más cercana al lector.
Cabe destacar, además, que La partitura ganó el decimosexto premio Alandar de Narrativa Juvenil. No es de extrañar, ya que su autora, Mónica Rodríguez, lleva escritos alrededor de una treintena de libros, muchos de ellos también galardonados.
En definitiva, La partitura no es una novela para cualquiera. Es uno de esos libros que se sale de los cánones. Una historia madura que requiere una mente abierta, curiosa y con ganas de pensar. Porque sí, La partitura es un libro que quiere que pienses, que te salgas de lo establecido, que abras tu mente y dejes que te inunden miles de preguntas mientras lo lees. La mía es la siguiente: ¿estás listo para adentrarte en la vidas de Daniel, Sayá y Marta?