Cinco años atrás. Mia está internada en la escuela para niñas Cleary. Todo le da igual a excepción del Lux —un deporte que consiste en pilotar pequeñas naves, que aprovechan la forma hidrodinámica de los peces para volar, y capturar réplicas de planetas en miniatura—, pero, como novata que es, no se le permite participar. Por ello, un día decide colarse en la sala donde se guardan las naves. La expedición no dura demasiado, y acaba castigada junto con otra alumna, Grace, que se ha saltado el código de vestimenta.
Ahora. Mia entra a formar parte de una compañía interestelar de restauración de edificios antiguos. El equipo lo forman Ell, que se encarga de tareas técnicas especializadas, no habla y es no-binario; Jules, que hace lo que le manden puesto que es, básicamente, la última incorporación previa a Mia, y Alma y Char, de las cuales Alma da las órdenes, aunque la capitana real sea Char.
En estas dos líneas, pasado y presente, se desarrolla En un rayo de sol, el nuevo trabajo de Tillie Walden, la aclamada autora de Piruetas. Una obra de ciencia ficción atípica y abiertamente no normativa, cuya columna vertebral es el amor romántico (aunque también el desinteresado) entre mujeres, que actúa a su vez como puente entre ambas líneas temporales.
Para el beneficio de la trama, la autora tejana coge elementos típicos de la literatura sureña, como la noción de otredad o el uso de fronteras, y los transporta al espacio. De tal forma, la obra, dibujada toda ella con un estilo sencillo y austero, se sirve de un constante juego de contrastes, tanto en los engranajes de la narrativa como en el propio dibujo y su coloreado, que le permiten capturar una amplia gama de emociones que traspasan sus páginas.
Si hubiera algo que recriminarle a En un rayo de sol sería que le cuesta arrancar. Sin embargo, llegados al final de este primer volumen, estaremos tan enfrascados en la historia que lo único que lamentaremos será no poder leerla al completo en un solo volumen en vez de en dos.