Para muchos, la tiza más temida es la que te tiende el profesor de matemáticas cuando te toca salir a la pizarra para resolver un problema. Pero en los albores del siglo XX alternativo en el que vive Joel, las cosas son muy distintas. Las Islas Unidas están amenazadas por los terribles tizoides salvajes, contenidos a duras penas en el frente de Nebrask. Estos monstruos, a pesar de ser pequeños y estar hechos de tiza, son capaces de devorar a un hombre en pocos segundos... Y lo han conseguido demasiadas veces.
Para luchar contra ellos existen los rithmatistas, que aprenden su compleja disciplina de líneas y tiza en academias como Armedius. Allí estudia Joel, un adolescente que, a pesar de sus malas notas, es capaz de dibujar las defensas rithmáticas más complejas con la precisión de un maestro. Desgraciadamente no le sirve mucho, ya que es un no–rithmatista, y sus líneas son solo eso, líneas. Sin embargo, la llegada del arrogante profesor Nalizar a Armedius y la desaparición en extrañas circunstancias de una de las rithmatistas del campus brindarán a Joel la oportunidad de acercarse a su sueño más de lo que nunca creyó posible.
Brandon Sanderson es uno de los autores contemporáneos de fantasía más populares, y El rithmatisma es una obra a la altura de su fama. Con su estilo claro y sencillo, Sanderson nos presenta un pasado alternativo en el que Europa ha sido conquistada por Asia, y Estados Unidos es un archipiélago amenazado por monstruos de tiza. Este nuevo–antiguo mundo está creado con todo lujo de detalles. El mejor ejemplo es la rithmática, la compleja disciplina de los rithmatistas: cada capítulo está precedido por una explicación ilustrada sobre la misma (su historia, su método, diferentes estrategias...) que ayuda al lector a no perderse.
Esta historia tiene una trama hilada con maestría, donde no faltan los giros argumentales, y un ritmo cada vez más acelerado: los personajes siempre tienen una pista que investigar o un desafío al que hacer frente. Se nota que Sanderson es un veterano en estas lides: consigue que hasta un combate basado en dibujar líneas de tiza en el suelo sea trepidante. No hace falta añadir mucho más, ¿verdad?
Marta Álvarez