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Rosa
Gaëlle Geniller

La Cúpula
La Comicteca de El Templo El Templo#90 (octubre-noviembre 2022)
Por Daniel Renedo
717 lecturas

Son los felices años 20 y el joven Rosa, de diecinueve, desea bailar. Y tiene la suerte de poder hacerlo: es la pequeña de «las flores» de El Jardín, un cabaret parisino que todas las noches abre sus puertas, «un lugar donde brota la belleza», y que lleva siendo su hogar (y el de su madre) desde que él llegase al mundo.

Un nuevo cliente lleva semanas visitando el local los dos mismos días de la semana, esos en que Rosa abre el espectáculo. Pero Rosa es precisamente la única flor que no se ha percatado de ello. Sin embargo, pronto descubrirá el nombre del susodicho —Amador—, y empezar a quedar con él le permitirá pasear por las calles de la ciudad lustrosamente maquillado y ataviado con vestidos y distintos complementos que sus hermanas las flores le presten.

Aunque el ser percibido como mujer (se sea tal o no) tiene sus inconvenientes… igual que también los tiene la fama.

Gaëlle Geniller, rara avis del tebeo europeo, nacida en 1996, firma Rosa, una segunda obra descomunal en nuestra opinión. A España llega gracias a una ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte, en una edición cuidadísima —con traducción de Rubén Lardín— y unos materiales excepcionales, como bien nos tiene acostumbrados La Cúpula.

Cada página de Rosa es un espectáculo visual, una obra de arte en sí misma. Pero no sorprende al lector, una vez llega al final, descubrir que inicialmente Rosa era un proyecto de cortometraje: es muy potente visualmente y en ella pesa, por lo habitual, más lo que se deja entrever (con las expresiones faciales, los minuciosos detalles, las miradas) que lo que se dice.

En lo referente a la trama, Geniller acierta en no abusar del drama ni del romance, porque la historia que desea contar es otra. El Jardín, una familia encontrada y elegida, le da un nuevo nombre, de flor, a aquellas mujeres que entran a formar parte de él, para que en ese sustrato puedan, valga la redundancia, florecer. Esa forma de vida es la que Rosa siempre ha conocido y es por ello que en el presente es un joven independiente y feliz.

Tratándose como se trata de una obra sin capítulos, la guionista, ilustradora y colorista hace uso del color para marcar el comienzo y final de las diferentes escenas. Dicho uso es igual de portentoso o más que el trazo, si acaso eso es posible, y los diversos tonos determinan la atmósfera de cada parte.

Rosa es una obra de una belleza, elegancia y sensibilidad arrolladoras. Asusta, de hecho, tratar de definirla y encapsularla en palabras porque está tan llena de vida que dicho acto produce en el que lo intenta una sensación similar a la de apresar a un precioso animalillo, o a la de no solo arrancar una hermosa flor, sino pisotearla.