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Sadie
Courtney Summers

La Galera
Reseñas de novedades El Templo#73 (diciembre 2019)
Por Gabriela Portillo
2.891 lecturas

«No puedo enfrentarme a otra chica muerta».

Ya ha muerto Mattie. Tenía trece años. Se fugó en medio de la noche y poco después encontraron su cadáver en una casa calcinada. Y ahora, Sadie también ha desaparecido.

West McCray no buscaba una historia tétrica. Sabe entretener a la audiencia del pódcast que presenta sin necesidad de sensacionalismos. Pero, cuando una mujer te contacta con un temor tan desgarrador, el de perder a su otra protegida, da igual lo que quieras. La ayudas. Así nace Las chicas, un programa de radio que intercala entrevistas, reflexiones e investigación para arrojar luz sobre el caso de huida de la hermana mayor de Mattie.

Esa es Sadie. Ser hermana era su única identidad, su vida. Se la han arrebatado y ella no descansará hasta hacer lo mismo al hombre que asesinó a Mattie.

Estos dos enfoques se intercalan en la novela para desentrañar qué hay detrás de ese nombre: quién es Sadie ahora. Ella narra el camino a su venganza en presente; el guion radiofónico, su pasado. Courtney Summers logra con esta narración algo complejo: reflejar la idiosincrasia de Sadie (¿el primer personaje tartamudo que leemos?) a la par que el modo en que se funde la chica en la universalidad de la realidad de muchas mujeres. La autora parece decirnos que aquí Sadie es la protagonista porque, si no, puede que nunca lo hubiera sido. Como tantos otros nombres femeninos que el anonimato engulle, también en la novela.

Por eso, Sadie es un libro duro. La crudeza y el desapego de la historia atraerán a algunos lectores, mientras que otros la rehuirán. Los primeros hallarán personajes machacados por sus circunstancias, sin esperanza y rodeados de tales injusticias que muchas veces solo les queda servirse de sus manos para combatirlas. Hasta la ambientación se impregna del tono derrotista de la escritura, trasladándonos a las poblaciones fantasmas de las carreteras de Colorado.

Esta historia, te avisamos, no es de las que se disfruta. Como tampoco lo fue para las chicas.