El sábado 4 de junio, los grifos del sur de California dejaron de funcionar. Muchos habían sido los avisos: las restricciones de agua, las prohibiciones contra su uso indebido, los debates sobre el cierre de presas… pero nadie pensó que el agua se acabaría. Era imposible.
Cuando el agua embotellada se les termina, los padres de Alyssa y Garrett deciden bajar a una playa cercana donde el gobierno ha instalado unas máquinas desalinizadoras. Las horas pasan, pero la pareja no vuelve. Los hermanos, con ayuda de su extraño vecino Kelton, tratarán de mantener la calma, pero el ambiente en su vecindario se volverá cada vez más angustiante hasta que todo acaba por estallar.
Comienza entonces un viaje contrarreloj donde el villano a vencer no es un dictador o un monstruo terrorífico. Es la sed, que se arrastra por cada una de las células del cuerpo de los protagonistas, obligándolos a hacer cosas de las que jamás se habían creído capaces. Su única pretensión: sobrevivir.
Con escenas dignas de Mother! (Darren Aronofsky, 2017) o Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015), Sed encaja a la perfección dentro del género apocalíptico, pero también tiene momentos en los que parece una novela de vampiros por el ansia que la sed desata en los humanos. Los personajes están contra las cuerdas la mayor parte de la narración y así los autores reflexionan sobre la capacidad humana de supervivencia y sus límites. Además, la cercanía temporal del desastre —pues se puede adivinar que, a lo sumo, la historia ocurre dentro de 20 años— hace de Sed una experiencia terrorífica, en la línea de Years and Years, la miniserie de Russell T. Davies.
La narración de los Shusterman es objetiva y casi aséptica, pero no por ello nos aleja emocionalmente de los sucesos. Los autores son capaces de crear imágenes realmente impactantes y cinematográficas, y destaca el uso de los pequeños capítulos dedicados a personas ajenas a la historia central, ya que enriquecen el universo planteado. Aunque es cierto que la trama peca en varias ocasiones de inverosímil y abusa de algún que otro recurso, Sed no deja de ser una obra interesante y diferente dentro del panorama. Shusterman, como siempre, no decepciona.