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Siempre hemos vivido en el castillo
Shirley Jackson

Minúscula
¿Solo para adultos? El Templo#43 (diciembre 2014)
Por Pablo C. Reyna (Cronista)
8.568 lecturas

La vida en algunos pueblos es un infierno: no puedes dar un paso sin que analicen cada movimiento y los corrillos de los vecinos pueden ser más sanguinarios que una matanza de cerdos. Cada vez que la joven Mary Katherine Blackwood abandona el caserón familiar y acude a las tiendas de la localidad para proveerse de lo más básico, tiene que pasar el suplicio de escuchar comentarios hirientes y apodos malintencionados. El camino es tan deprimente que cuenta los segundos para salir de allí. El odio que los vecinos sienten por ella, y más especialmente por su hermana Constance, es proverbial.

Las dos hermanas, junto con su anciano tío Julian, son las únicas supervivientes de una respetada familia del lugar. La vida de sus padres, el hermano pequeño y su tía acabó el mismo día de seis años atrás, cuando Constance cometió un descuido en la cocina, echó en la comida un poco de Amanita phalloides, el «hongo de la muerte»... y el resto es historia. Nadie sobrevivió al banquete, a excepción de tío Julian, que apenas se vale por sí mismo desde entonces. Mary Katherine se salvó gracias a que estaba castigada sin cenar, y en cuanto a Constance, la hermana mayor y cocinera, no probó el plato. Su versión le valió al juez que llevó el caso y fue rápidamente absuelta de todos los cargos; se libró del peso de la justicia pero no del odio de los vecinos, y desde entonces la joven vive completamente recluida en su casa, sumida en un mar de culpa, vergüenza y pena. La soledad de estos tres marginados termina con la aparición de un antiguo conocido que se presenta en la noche, con la determinación a poner del revés todos los asuntos de la casa y romper la aparente paz de las hermanas Blackwood.

Shirley Jackson publicó Siempre hemos vivido en el castillo en 1965, solo tres años antes de su muerte, y se considera uno de sus trabajos más logrados. Conocida por su obra de terror, y muy admirada por Stephen King, vivió su primer éxito con el relato corto La lotería. Con la novela de las Blackwood apuesta por una trama siniestra con personajes muy elaborados, donde los golpes de efecto característicos de una novela de miedo dejan sitio a la compleja relación de las hermanas entre sí y con el resto del mundo. Los hay que dicen que Mary Katherine es uno de los narradores más interesantes de la literatura, y motivos no faltan. La historia avanza además con un nuevo conflicto en el caserón, que se precipita inevitablemente al desastre. Tampoco falta la revelación final: Jackson no necesita más que una línea para poner el relato del revés y sorprender al lector con un desenlace inesperado, capaz de erizar el pelo sin necesidad de vísceras ni sangre.

Siempre hemos vivido en el castillo cumple cuarenta años en las librerías, un buen momento para armarse de valor y adentrarse en sus dominios.