Atención, errante. Esta reseña puede desvelar detalles del primer tomo de la historia. Escucha las voces de la memoria bajo tu propia responsabilidad.

Mientras las miradas se posan en Estela, Alisa de Utopía se adentra en el desierto que todos ignoran. Sus motivos para vagar entre tribus son más poderosos que las rencillas entre humanos, pues implican a los dioses. La Mujer Velada. El Hombre del Espejo. Y el Cronista, cómo no, que sigue escribiendo. Sus palabras dictan el porvenir de las gentes desde la neutralidad, acatando las leyes de la vida y la muerte. Pero Alisa, la muchacha sin pasado, es diferente: ¿acaso podría tener un futuro?

Muchas preguntas surgirán en la travesía de la joven y le harán replantearse su conocimiento sobre el mundo. Este resulta ser más grande e inescrutable de lo que pensaba. Además, ante tal clima de inestabilidad, las sorpresas proliferan en cada esquina, y esperan la mínima oportunidad para asaltar a los curiosos.

También este libro se revela contra cualquier atisbo de predictibilidad. En lugar de una continuación lineal, El sueño del príncipe es la historia paralela a la que ya leímos en La memoria del errante. A pesar de desarrollarse en el mismo universo, la novela se distancia de su predecesora por un tono mucho más introspectivo y temas casi metafísicos. Solo los finales convergen y anticipan un cierre frenético en el último volumen de la trilogía, que sin duda nos volverá a sorprender, pues Alba Quintas ha demostrado que no repite fórmulas.

Si bien aquí se reflejan las preocupaciones comunes en su obra, como la espiritualidad, el arte y la utopía, la autora abre nuevos caminos para explorar dichas cuestiones. En esta ocasión se vuelca en la psique de su protagonista, en los recovecos de sus creencias y el motor de su determinación. La acción, por tanto, se pausa, y se pide al lector una reubicación respecto al ritmo del primer libro; este trabajo vale la pena a cambio de adentrarnos en una mente tan compleja como la de una maestra de los palacios mentales.

La tarea se aligera por el repertorio tan variado de técnicas narrativas con las que Alba adereza la novela. Al intercalar diferentes narradores, aparecen espacios para respirar y asimilar. El despliegue de voces y formas recuerda al estilo oral y al teatro, y nos hace partícipes de una historia que apela a la imaginación, ese rincón donde todo es posible.