Joe está muy emocionado ante las vacaciones de Navidad que le esperan. Él y su padre solos durante dos semanas, comiendo chocolate, paseando a su perro Hamish y viendo la tele… el paraíso. Pero las cosas se tuercen cuando su padre recibe una llamada inesperada: su tía se ha caído y debe acompañarla en el hospital. Así que a Joe no le queda más remedio que ir a pasar las vacaciones a Canterbury con su madre, el entusiasta marido de esta, Gordon, y su adorable —pero muy seria— hermana de siete años, Esme.
En el tren de camino, empezarán a pasar cosas raras. Conocerá a unos extraños pasajeros, se bajará por error en la estación equivocada y terminará en casa de un grupo de mujeres de lo más estrafalario: las brujas del Aquelarre de la Ortiga Seca. Pronto se verá envuelto en una conspiración que amenaza el mundo de las brujas, y, quiera o no, deberá participar.
Joe Binks es el protagonista de esta novela de brujas y aventuras, pero el resto de personajes tienen espacio y carácter, desde la familia de Joe hasta los más secundarios (incluidos los objetos; nunca puedes quitarle el ojo de encima a las pertenencias de una bruja), pero especialmente las brujas de la Ortiga Seca. Twiggy, la joven y decidida bruja poco valorada por su aquelarre; Winifred, la cansada líder y protectora; Patsy y Rose, que, como Flora y Primavera en La Bella Durmiente, discuten hasta por el color de la puerta de su casa; Julius, el sabio callado; y Squib, el gato, constantemente transformado por su dueña en las cosas más rocambolescas.
Es sorprendente la cantidad de tramas que se desarrollan en muy pocas páginas y, sobre todo, lo bien cerradas que quedan todas, gracias a que su autora no da puntada sin hilo: cada palabra sirve a un propósito, y eso la convierte en una lectura sencilla, pero no simple.
El susurro de las brujas es esa novela que, si la leíste cuando se publicó en 2004, se convirtió en uno de tus libros de cabecera, y, si la encuentras siendo ya adulto, desearías haberla conocido antes. La obra de Anna Dale es un clásico de Salamandra que atrapa desde las brillantes letras rojas de su portada, una historia corta que, sin embargo, lo tiene todo: ambientación navideña, aventuras y misterio, brujas torpes y maravillosas, villanos creíbles, conjuros para olvidar, pócimas para volar, duendes invisibles, gatos negros, escobas disfrazadas de triciclos y, por supuesto, té de ortiga.