Hace cuatro años Judith desapareció sin dejar el menor rastro, poco después de que su mejor amiga fuera asesinada. Dos años más tarde, apareció gravemente mutilada, y eso provocó que el resto de sus vecinos la trataran como a una paria y una retrasada mental. Pero ahora, la vida de Lucas — el chico del que siempre ha estado enamorada— pende de un hilo, y ella sabe que si cuenta lo que le ocurrió podría salvarlo, pero también apartarlo de ella para siempre.
Se podría considerar a Toda la verdad que hay en mí una larga carta de amor donde Judith confiesa a Lucas, el destinatario de esta singular «epístola», todo por lo que ha tenido que pasar, sus anhelos y miedos más oscuros. La narración es emotiva y tierna, pero también cruel. El carácter de Judith, a pesar del maltrato sufrido y el aislamiento social, sigue siendo el de una niña inocente. Eso lo vemos, por ejemplo, en la manera en que ella ve a su madre, con cariño y amor, a pesar de que esta la desprecia y la trata como a basura.
De forma epistolar, Judith nos irá alternando el presente y el pasado, y el lector podrá ir encajando las piezas de lo que ocurrió durante la desaparición de Judith y el asesinato de su amiga. Pero la autora, Julie Berry, no nos da muchos más datos sobre el pueblo o la fecha de los acontecimientos: eso es algo que deja en manos del lector.
Con una portada muy acertada, que refleja muy bien a Judith, Toda la verdad que hay en mí es una novela que nos transmite no solo la necesidad de ser aceptado por la familia y por la comunidad, de ser amado y correspondido, sino también de dar voz a aquellas personas más vulnerables.