Hace más de trecientos años, siete hadas decidieron venir a nuestro mundo para proteger a los humanos de buen corazón. Para ayudar todo lo posible, cada hada madrina tiene varios ahijados y se pasa el día ocupándose de ellos. Camelia se encarga de Marcela, una muchacha humilde que se ha enamorado de un príncipe; de Verena, a quien ha escondido en una torre para protegerla de su tío; del príncipe Alteo; de los gemelos Arlinda y Arnaldo… Todos tienen exigencias y pocos recuerdan darle las gracias.
Trescientos años viviendo así son muchos. De las siete hadas madrinas que bajaron al mundo solo quedan cinco y Camelia, al igual que sus compañeras, empieza a sentir un cansancio físico y mental, pero está decidida a seguir trabajando mientras tenga ahijados a los que ayudar. Incluso acepta ocuparse de Simón, que en principio era responsabilidad de Orquídea, para ayudarlo a conquistar a la princesa Asteria. Pero este encargo, que parecía uno más, se va complicando, y Camelia cada vez le dedica más tiempo a Simón y menos a sus otros ahijados.
Todas las hadas del reino nos traslada al mundo de los cuentos de hadas, donde un héroe corre el riesgo de convertirse en piedra, siete cuervos pueden ser en realidad siete hermanos y las princesas saben muy bien que no deben tomar las manzanas que les regalen desconocidos. Algunos de esos cuentos aparecen en versiones similares a las que conocemos, otros presentan cambios sustanciales y todos ellos van encajando a la perfección en la trama general.
Como es habitual en las últimas novelas de Laura Gallego, el argumento avanza a buen ritmo pero sin llegar a ser trepidante. De este modo, la autora consigue espacio para dar realismo a la ambientación y crear unos personajes sólidos. El eje central de la novela es Camelia, un personaje que va evolucionando a medida que pasan los capítulos y con el que es fácil identificarse. Camelia tiene mucha ilusión y fe en el ser humano, pero también le pesan las decepciones y traiciones que ha sufrido con el paso de los años.
La edición está cuidada hasta el último detalle, con un texto impecable, capítulos cortos y una portada que transmite muy bien el contenido del libro, aunque el hada de la portada no encaje exactamente con la descripción de Camelia.
Aunque el tema de los cuentos de hadas pueda parecer infantil, Todas las hadas del reino plantea interesantes reflexiones y, al igual que ocurre con los cuentos, tiene un extraordinario valor simbólico.