La Irving School es un internado con mucha historia y curiosas costumbres. Los estudiantes que se gradúan saben de antemano qué alumno de último curso del año siguiente ocupará su habitación, y la costumbre dicta que se debe dejar un «tesoro » para el nuevo habitante. Desde botellas de licor o mascotas, hasta entradas para los Yankees. Pero para Duncan, que el año anterior acabó peor que mal, este no parece empezar mejor: le ha tocado la habitación más pequeña de todas. Y por si eso fuera poco, su anterior inquilino fue Tim, el chico albino. Tampoco sabe qué pensar sobre su regalo: un montón de cedés y una carta. En ella, Tim le explica que la habitación no es tan mala como parece, y que los cedés son su oportunidad de explicarle el por qué y cómo de lo que ocurrió el año pasado y en lo que el propio Duncan estuvo involucrado.

A través de los cedés y de la voz de Tim, seremos testigos de la vida de este chico albino, su trágica historia de amor y todo lo que esto provocó, sin querer, en la Irving School. Elizabeth Laban presenta una novela con personajes trágicos, muy acorde al tema central del trabajo que los estudiantes deben presentar: «El Trabajo de la Tragedia». Los sentimientos de Duncan, entremezclados con los de Tim, junto con las experiencias de cada uno, son los ingredientes principales de este libro.

De esta manera, con Tim contándonos capítulo a capítulo lo que pasó el año anterior, nos meteremos de lleno en la historia, que nos atrapa porque el quid de lo ocurrido el año anterior no se nos explica hasta la última página. Pero el punto fuerte también es el más débil. Todo el clímax creado por la autora, el misterio que rodea a lo ocurrido el año pasado, se desploma cuando por fin llegamos a las últimas páginas y averiguamos la verdad.

Una historia sobre el primer amor y las oportunidades desaprovechadas que nos hará reflexionar sobre los «¿Y si hubiera hecho...?».