El reino de Visidia está dividido en siete islas, cada una especializada en un tipo de magia diferente: maleficios, encantamientos, magia temporal, control de los elementos, sanación, magia de la mente y —la más peligrosa— magia espiritual, perteneciente a una sola familia, el linaje de los Montara.
Según la leyenda, una bestia habita en el interior de los Montara, gobernadores de Visidia desde hace generaciones, y trata de consumirlos cada vez que utilizan su magia. Amora, princesa de Visidia, lo sabe muy bien. Lleva toda su vida preparándose para su decimoctavo cumpleaños, el día en que se convertirá en Alta Animante y podrá reunir a una tripulación para navegar por cada rincón de su reino.
Pero antes deberá demostrar ante su pueblo que es capaz de controlar la magia espiritual, que le permite ver las almas de la gente y controlar cuerpos con los huesos y dientes que siempre lleva en su faltriquera. Sin embargo, cuando ese día llega y la prueba no sale como ella esperaba, todos sus planes de futuro se desvanecen, lo que la obliga a huir de su hogar en el barco de un pirata y descubrir por su cuenta todo aquello que nunca le han contado sobre su reino.
El trono de las siete islas es una novela de fantasía que posee la esencia de las historias de piratas: duelos con espadas, barcos mágicos, fieras acuáticas, sirenas y polizones inesperados. Adalyn Grace mezcla un lenguaje sencillo con personajes carismáticos y tipos de magia innovadores, todo ello rodeado por una fantástica ambientación que atrae como el canto de las sirenas. A pesar de que no es un libro muy complejo, se disfruta desde la primera página, se lee rápidamente y deja con ganas de saber qué más aventuras nos esperan en la segunda parte de la bilogía.
Si te gustan la fantasía, el mar y las intrigas políticas, no dudes en embarcarte en el Presa de Quilla con Amora, Bastian, Ferrick y Vataea, y descubrir qué se esconde en las islas de Visidia. Pero ten cuidado con las bestias que se esconden bajo las olas: un simple despiste y podrías acabar entre los tentáculos de Lusca o en las orillas calcinadas de Zudoh.