La nieve del invierno nos ha llevado de vuelta a Valira. Si en la anterior novela de la autora, Nosotros después de las doce, que también sucede en el mismo lugar, conocimos a Aurora y el carrusel mágico de su abuelo; esta vez nos adentraremos en este pequeño pueblo de montaña de la mano de Erin, su mejor amiga, y la mágica haya de su jardín, a la que siempre acude antes de tomar cualquier decisión importante.
Después de vivir sus momentos más oscuros durante la larga temporada que pasó con su familia en una gran ciudad, Erin ha tenido dos años para acomodarse en su pueblo natal. Ahora ha construido los cimientos de una nueva vida: trabaja de recepcionista en un hotel del valle, ha recuperado el tiempo perdido con sus antiguas amistades y lleva dos años saliendo con Bruno, el novio perfecto.
Pero el muro que había construido alrededor de sí misma a base de riesgo mínimo y comodidad se desmorona cuando Max llega a la ciudad, un forastero con el que trabajará codo a codo y al que, poco a poco, se irá acercando. ¿Será entonces capaz de tomar una decisión propia, sin importar los consejos del haya?
Tú y yo después del invierno pone en el punto de mira la importancia de la salud mental y visibiliza las enfermedades mentales, especialmente la ansiedad, un tema muy poco tratado en literatura juvenil, y muy necesario. Ambos protagonistas la padecen, y ambos están en etapas completamente diferentes. Aun así, les resulta inviable comprenderse, ayudarse. Tal y como dice Erin, «es inútil intentar comprender a alguien cuando ni siquiera nosotros estamos a nuestro propio alcance». Además, como la novela está narrada en primera persona por la protagonista, nos es más fácil acceder a sus sentimientos y emociones.
Laia Soler ha vuelto a crear unos personajes redondos, una mágica ambientación y una trama muy bien hilada; por eso, solo puedo pensar que, en vez de un bolígrafo, utiliza una varita mágica. Todo esto, acompañado de un potente mensaje: si no nos arriesgamos, nada puede salir mal, pero tampoco podremos ser nunca completamente felices. Tenemos que atrevernos a equivocarnos.