Ryo es un niño que vive en una ciudad de un país en guerra. Esa ciudad, Nagasaki, no es un emplazamiento especialmente importante de ese país, Japón. Pese a ello el conflicto también ha llegado hasta allí. Como todos se empeñan en señalar, la guerra no es una cosa de niños, pero eso es algo con lo que Ryo no está de acuerdo.
Si la guerra no incumbiese a los niños, no se habría metido en su barrio, haciendo que los hijos de una de sus vecinas murieran y volviéndola solitaria y demente; no se habría metido en su casa, haciendo que su abuela se refugiase en la oración y no tuviese nunca más una palabra amable; no se habría metido en el cuarto de sus padres, haciendo que se tuvieran que separar, mandándolo a él a luchar e instalando en el corazón de ella una pena perpetua.
La gente también opina que el amor no es un tema que incumba a los niños pero, una vez más, Ryo tiene otra opinión al respecto. Está convencido de que lo que él siente por Reiko es amor. Amor como el de los héroes de las leyendas, como el del samurái Mosaku por su princesa, como el de su padre por su madre. Y aunque él no es el más grande, ni el más fuerte, ni el mejor, está dispuesto a impresionarla. Espera no estar equivocado y ser demasiado joven para ello; después de todo, tal y como le solía decir su padre antes de partir a la guerra, aún le quedan muchos ratones por cazar.
Habría muchos aspectos que destacar de esta obra, que fue ganadora del IX Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil, pero nos centraremos en tres: el primero, el intenso trabajo de documentación y el profundo conocimiento de la cultura japonesa de la autora. El segundo, la forma tan bella en la que está escrita la historia, plagada de frases hermosas. El tercero, la capacidad de Blanca Álvarez para que un texto tan breve esté cargado de tanto sentimiento, una tarea que se nos antoja harto difícil. La combinación de estos y otros factores nos hace pensar que Aún te quedan ratones por cazar es una lectura que, aunque esté dirigida inicialmente a un público infantil, puede conmover a cualquiera. El amor, la guerra y algunas historias llegan a todas las edades por igual.