Mason Buttle cree que es gafe, y lo cierto es que las tragedias no dejan de perseguirle. Primero fue el abuelo, que falleció y dejó a su abuela viuda y al mando de la granja familiar de manzanos. Luego, su madre, arrollada por un coche. Y, hace unos meses, su mejor amigo, Benny.
Nadie sabe muy bien cómo pasó. Mason y Benny habían estado jugando en la casa del árbol del jardín y luego se fueron para cenar. Pero, al poco rato, los padres de Bennny llamaron: el pequeño no había llegado a casa. Mason salió en su busca y lo encontró junto a la escalera de la casa del árbol. Uno de los escalones había fallado y el niño cayó al vacío. No hubo forma de salvarlo.
Con el nuevo curso y el cambio al instituto, Mason trata de seguir adelante con su vida, pero no se lo ponen nada fácil: los chicos populares le acosan y humillan a causa de su dislexia y su aspecto, pues es mucho más grande que cualquier niño de su edad y padece un trastorno que le provoca estar sudando constantemente. Pero las cosas cambian cuando conoce a Calvin, un chico enjuto, casi diminuto, pero de gran inteligencia. Entre ellos se establecerá una amistad que conseguirá que Mason comience a recuperarse de su mala suerte. Pero el jefe de policía de su pueblo no deja de hacerle preguntas sobre la noche de la muerte de Benny, y todo el mundo tiene siempre esa mirada extraña cuando se encuentran con él...
En una mesa de novedades repleta de novelas que podemos llamar «protagonizadas por niños con problemas», es fácil que La verdad según Mason Buttle se te haya pasado. Finalista del Premio Nacional de Literatura Juvenil estadounidense, la historia de Mason es tierna, con una voz narrativa conseguida y que no cae en cursilerías o infantilismos.
Aunque su argumento pueda parecer el de una película de superación de los noventa, Leslie Connor consigue desmarcarse. Su principal acierto es no tratar de emular solo el tono de un niño, sino que bucea en cómo una persona de su edad se enfrenta a temas como la pérdida de un ser querido o el acoso de forma realista sin tratar de intentar escribir un mensaje, sin moralismos. Ese es el corazón de la novela: la verdad de la que habla el título se respira en cada una de sus páginas.