En el Antiguo Egipto del 1346 a. C., Amunet es una niña con la capacidad sobrenatural de controlar a los animales. En el No Tan Antiguo Egipto de 1799 es un fantasma, y lleva siglos atrapada en nuestra dimensión a la espera de que alguien la ayude. Ese alguien será Shaheen, un joven ladronzuelo con la habilidad de comunicarse con los muertos, que recibe el encargo de saquear una sepultura del Valle de los Nobles, sin saber que allí descansa el cuerpo de Amunet y su vengativo espíritu.
En el pasado distante, Amunet se convierte en hechicera en el templo de Ipet Sut y vive una turbulenta historia de amor, mientras que en el siglo XVIII hace de Shaheen su huésped en la búsqueda de su liberación, que involucrará al mismísimo Napoleón Bonaparte. Dos historias separadas por más de tres milenios que entrelazan el Egipto de Akhenatón, el faraón hereje, con las calles de la Francia revolucionaria, siempre con una dolorosa pregunta acechando al lector: ¿cómo murió Amunet y por qué sigue anclada a nuestro mundo?
Victoria Álvarez firma su novela más extensa hasta la fecha, y también una de las más complejas. No porque leerla sea difícil, sino porque su trama esconde capas y capas de profundidad que conectan a la perfección gracias a una cuidada planificación. Una máquina muy bien engrasada que hace malabares con dos líneas temporales y cuatro puntos de vista que se suceden en estricto orden sin que ninguno pierda relevancia.
Las fechas tampoco están escogidas al azar. A lo largo de la novela la ficción se funde con hechos históricos reales, e incluso juega a rellenar aquellos huecos que los libros de historia no han podido contarnos. ¿Qué vio Napoleón la noche que permaneció aislado en la pirámide de Keops? Amunet nos da una respuesta a ese y muchos otros interrogantes, y aunque son producto de la ficción no es difícil pensar que la suya podría haber sido una historia real.
La enrevesada estructura, exhaustiva documentación histórica y deliciosa ambientación forman parte de una maquinaria que funciona de forma casi invisible para hacer de la lectura un viaje muy disfrutable por una trama llena de matices, intriga, pasión… y cadáveres. No sería una novela de Victoria Álvarez si no corriera un poco de sangre y rodara alguna cabeza.
Que no te intimiden sus 700 páginas. Una vez que te hayas dejado seducir por La voz de Amunet, no habrá dios en el panteón egipcio que pueda silenciarla.