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Entrevista a...

Care Santos

El Templo #79 (diciembre 2020)
Por Irene Vílchez Sánchez
4.428 lecturas

Care Santos celebra este 2020 veinticinco años como escritora. Conocida por libros como Mentira o la trilogía Eblus, no se le resiste ningún género ni franja de edad: ha escrito para los más pequeños y los mayores, desde poesía hasta novelas, pasando por cuentos y relatos. Su versatilidad ha sido reconocida con catorce premios de gran prestigio, como el Gran Angular, el Cervantes Chico, el Nadal o el Barco de Vapor.

«Las novelas deben hablar de aquello de lo que no habla nadie, de aquello que nos asusta, de aquello a lo que la sociedad le vuelve la espalda».

Te entrevistamos por primera vez en El Templo en 2008, hace ya doce años. Entonces, acababas de publicar la novela Dos Lunas y empezamos a conocer la trilogía Eblus. ¿Crees que, en este tiempo, ha cambiado la forma en la que leen los jóvenes?

 

En esencia, no creo que haya cambiado. Para disfrutar de la lectura hoy día hay que ir un poco a contracorriente: disfrutar del silencio, aislarse un poco del mundo, poner el móvil en modo avión, valorar el tiempo propio, la libertad de elegir aquello con lo que deseas llenarlo, tener curiosidades propias... En general, la gente prefiere dejarse llevar, seguir la corriente, no pensar, devorar todo lo que las pantallas nos van sirviendo sin nosotros elegirlo. Desde luego, es más fácil dejarse llevar que elegir. La lectura siempre ha sido un acto de libertad, de diferencia, pero tal vez en nuestro mundo gobernado por pantallas y por corrientes de pensamiento dominante, lo es más que nunca. Quienes leemos es lógico que seamos pocos. Pero, igualmente, los privilegiados, los distintos, siempre han sido pocos. A mí me enorgullece ser un bicho raro, haberlo sido siempre. Sé que muchos lectores jóvenes se identificarán con lo que estoy diciendo. Es decir, tanto no hemos cambiado los lectores.

 

 

Tu libro juvenil estrella de estos últimos años ha sido, sin duda, Mentira, con el que ganaste, por segunda vez, el Premio Edebé. Narras la historia de un chico y una chica que se conocen a través de un foro literario: ella, desde el calor de su hogar; él, en un centro de menores, acusado de homicidio. ¿Qué te llevó a ambientar parte de la historia allí?

Me interesa contar la parte más compleja y dura de nuestra realidad, sobre todo cuando afecta a la gente joven. Mentira fue un proyecto acariciado durante mucho tiempo, muy especial, que en cierto modo cambió las cosas y me abrió los ojos a un mundo literario, que es reflejo de un mundo real. Me interesa contar lo que allí comencé a contar. Cómo algunos lo tienen más difícil que otros, cómo hay otras realidades muy cerca de nosotros, cómo la amistad o el amor pueden acercar a personas opuestas entre sí en todo... Y, en concreto, quería hablar de cómo es la vida de los jóvenes en las cárceles. No es una realidad conocida, y a mí me llama la atención hablar de lo que se desconoce, en la medida de mis posibilidades. Por suerte, tuve la oportunidad de conocer ese mundo desde dentro. Y lo escribí.

 

De hecho, aunque el libro podría haber sido autoconclusivo, te animaste a publicar Verdad y Miedo, que siguen la historia de Éric, el protagonista. ¿Por qué decidiste continuar escribiendo su historia?

 

Fue un descubrimiento visitar un centro de menores, conocer la realidad de los chicos y chicas que vivían allí, acercarme a sus mundos. Fueron ellos quienes me enseñaron que había mucho más que contar y que era necesario hacerlo. Por ejemplo: me pareció necesario hablar de lo difícil que es vivir después de pasar por un centro penitenciario, incluso por uno de menores. Las otras dos historias surgieron de la emoción que me despertaron sus historias, de la necesidad de trasladar esa emoción a otras personas, mis lectores. Sin emoción nada es posible en literatura. Pero quizás hay algo más: las novelas deben hablar de aquello de lo que no habla nadie, de aquello que nos asusta, de aquello a lo que la sociedad le vuelve la espalda. Estas tres novelas, y alguna más de las mías, podrían definirse con esta frase. Y mi filosofía como escritora también y cada vez más.

 

En esta trilogía tratas temas tan invisibles como los centros de menores, la discapacidad visual, el suicidio... Otros asuntos que has abordado son las malas prácticas bancarias, en Amaranta, o las altas capacidades, en 50 cosas sobre mí...

 

¿Para qué servimos los escritores? Yo me lo pregunto. Me lo he preguntado muchas veces a lo largo de mi vida. He llegado a la conclusión de que los escritores debemos ser críticos con los poderosos, con los poderes establecidos. Y también hablar de lo que nadie habla, lo he dicho ya. Todos esos temas que mencionas obedecen a mi interés por hacer estas dos cosas. Hay ciertas realidades que nadie se atreve a denunciar. Hay que denunciarlas. La ficción, desde luego, es un buen lugar donde hacerlo. Ya se sabe: la ficción es el único lugar disponible si se quiere decir la verdad.

 

En Mentira también utilizas nuevos formatos de escritura como mensajes en foros o correos electrónicos, un recurso que has usado en varios de tus últimos libros, como Amaranta, que está plagado de mensajes de Whatsapp, o Inbox, que está enteramente escrito mediante correos electrónicos. ¿Crees que se han convertido en un recurso necesario en la literatura juvenil actual?

 

No me estoy inventando nada, en realidad. Una novela escrita mediante correos electrónicos es una novela epistolar, un género que se puso muy de moda a finales del siglo XVIII y que dejó magníficos ejemplos en la historia de la literatura. En realidad, es difícil inventar algo en literatura. Los vanguardistas fueron, me temo, los últimos originales, y se atrevieron con todo. Los que hemos llegado después solo podemos adecuar las ideas, las formas y los temas a nuestros lectores, nuestros contemporáneos. Y eso es lo que intento hacer tan bien como sé. Dicho esto, debo decir que las novelas epistolares siempre me gustaron, que es una forma estupenda de utilizar dos primeras personas sin que suene forzado y sin marear en exceso al lector, que es un recurso verosímil porque todos hemos intercambiado correos electrónicos con alguien alguna vez. Que las cartas se escriban con pluma y tintero o con un teclado es lo de menos. Son cartas, al fin y al cabo. Escritas por seres humanos, que siguen siendo iguales a los de hace veinte siglos, por mucho que las tecnologías cambien.

 

Con respecto a Whatsapp. Bueno, la literatura para jóvenes es un buen banco de pruebas para nuevos formatos y temas, porque no hay ningún lector que esté más al día que el lector joven. Whatsapp tiene dos ventajas: la inmediatez y la brevedad. Sería difícil escribir una novela mediante telegramas, por ejemplo. Difícil imaginar qué pasaría entre telegrama y telegrama. Pero hacerlo a través de whatsapps no es tan distinto a escribir una obra de teatro. Se sobreentiende el entorno, el ánimo... solo queda el diálogo, diálogo desnudo. Es interesante explorar de qué manera ese diálogo desnudo puede contar una historia. Me gusta explorar (aunque desde mi mesa de trabajo), me divierte.

 

Este año se cumplen veinticinco años desde tu primera publicación, un libro de cuentos titulado Cuentos cítricos. ¿Cómo ha evolucionado tu manera de escribir en este tiempo? ¿Cómo crees que has evolucionado tú como escritora?

 

Espero que mucho, porque cuando comencé no sabía nada de nada, ni de la literatura ni de la vida. Un escritor no puede permitirse ignorar ninguna de las dos cosas. Sería larguísimo enumerar qué he aprendido. Creo que mucho. Y espero que esos conocimientos se sientan en lo que escribo y lo hagan mejor, más conciso, más auténtico. Pero en esencia soy idéntica a la adolescente que en el instituto comenzó a tomarse la literatura en serio: me apasiona escribir, no dejaría de hacerlo aunque nadie me leyera, me sigo emocionando con cada libro que publico, me ilusiono con todos los proyectos que emprendo, me lanzo a ellos como si fuera el primer libro que comienzo, sigo levantándome de pronto a las cuatro de la mañana porque se me ha ocurrido un diálogo, nunca estoy segura de nada y dudo a cada coma que pongo en el texto. En resumen: me parece mentira que hayan pasado veinticinco años pero espero que pasen otros veinticinco y yo siga aquí, hablando de escribir con gente como vosotros.

 

Algunos de tus libros los escribes en catalán, otros en castellano, y normalmente eres tú la que traduce tus novelas de una lengua a otra. ¿Cómo decides en qué lengua escribirás? ¿Cómo te enfrentas a la traducción de un libro propio?

 

Hay historias que te demandan una lengua u otra. Por ejemplo, cuando escribí Diamante azul, una novela basada en mis raíces familiares catalanas, lo hice en catalán porque era lo lógico, lo natural. ¿Cómo iba a hacer que hablaran castellano unos personajes que seguramente no lo aprendieron en toda su vida? Por la misma razón, el día que hable de mi familia andaluza, la paterna, tendré que hacerlo en castellano. Salvo en estos casos tan claros, que son los más raros, suelo intercalar la escritura en ambas lenguas, que considero mías por igual. Por eso mismo, me traduzco yo siempre, porque sé que tengo lectores en ambas lenguas, y todos merecen que su versión sea la original. Me enfrento a ello con un poco de pereza, la verdad, pero con responsabilidad. Traducirte tú misma significa leerte el doble y corregirte el doble. Pero también tener muchas más oportunidades para detectar errores en tu original, que puedes arreglar. Soy una maniática de las correcciones, traducirme a mí misma me da la oportunidad de ofrecer versiones mejores de mi trabajo a mis lectores.

 

Durante el confinamiento pudimos disfrutar de tus #PíldorasPoéticas en las redes sociales. ¿Fue esta época prolífica, creativamente hablando, o todo el contrario? ¿Cómo llevaste la situación?

 

Leí muchísimo, con enorme placer. Escribí bastante, aunque no tanto como en otras épocas en que me encierro solo a escribir. Las píldoras poéticas (¡me encanta que las siguierais!) fueron mi modo de ofrecer algo a los demás. No sé tocar ni la armónica, no sé cantar... ¿qué podía ofrecer? Decidí compartir una de mis pasiones más antiguas: la poesía. Elegí todos los días dos poemas de menos de un minuto, uno en castellano y otro en catalán, y los leí. Fue una gran alegría descubrir que había tanta gente que seguía las píldoras. Y hubo algunas gratas sorpresas. Por ejemplo, seguro que nunca diríais cuál fue el poema y autor con más visualizaciones y más likes. ¡Sor Juana Inés de la Cruz! ¿Verdad que es fabuloso?

 

Por último, ¿podrías contarnos alguna cosa sobre tus actuales proyectos?

 

Tengo dos libros acabados que se publicarán durante el 2021. El primero es Ben, precuela de la trilogía Mentira, Verdad y Miedo. Se centra en uno de los personajes centrales de la trilogía, que es también uno de mis favoritos y cuenta la historia de cómo llegó a ser él mismo. Es decir, un criminal. Lo publicará Edebé en febrero de 2021. El segundo se titula El baile de los muertos y es una novela gótica e histórica, uno de esos experimentos que me gusta intentar de vez en cuando, y que sé que divierten a mis lectores, sobre todo a los amantes del género. Se sitúa en Madrid de mediados del XIX y está protagonizada por una asaltadora de tumbas, un médium y la reina Isabel II cuando tenía dieciséis años. Debo decir que Isabel II era un personaje entre odioso y digno de compasión. Pensaba que fuera malvada y odiosa, pero a medida que me documentaba me iba despertando más bien compasión. Creo que se la despertará también a quien la conozca. ¡Ah! Y para los lectores de mi trilogía de Eblus, hay una sorpresa que creo que les gustará. La publicará Destino en otoño de 2021. Y tengo más cosas entre manos, claro, y me entusiasman, pero esas me las reservo para la próxima vez que hablemos.

 

 

¡Muchas gracias, Care! Estamos deseando leer tus próximas novelas.