Geòrgia Costa y Fer Alcalá empezaron a contar historias hace mucho tiempo, pero es el mundo de La Segunda Revolución el que ha logrado que irrumpan con fuerza en el panorama de la literatura juvenil. La primera entrega de la saga, Heredero, se alzó con el Templi de su categoría en 2017, y ha recibido también el premio Kelvin que otorga cada año el Festival Celsius 232. En esta entrevista nos hablan de los proyectos que tienen entre manos, de la amistad y del futuro de la literatura juvenil.
En La Segunda Revolución hay muchas relaciones importantes entre personajes, pero el foco se pone en la amistad que comparten Lórim y Kózel. ¿Fue intencionado que el protagonismo no lo tuviera un romance? ¿Creéis que es importante potenciar este tipo de relaciones en literatura juvenil?
Fer: Nos parece interesante y necesario. Se suele apostar más por el romance, y no estoy en contra de eso, pero en la adolescencia lo que te marca es la amistad. Así que sí, fue totalmente intencionado. Creo que, además, era una de las premisas que teníamos claras antes de empezar a escribir: esa relación.
Geòrgia: Sobre todo porque Fer y yo somos muy amigos. Ninguno de los dos entendemos que tu pareja pase por encima de tus amigos, por ejemplo.Son dos tipos de relaciones necesarias para la vida y para tu salud emocional.
F: Para quienes sean necesarias.
G: Para mí, la amistad es importantísima. Ya no es que fuera intencional, es que es nuestra forma de ver la vida. A veces se dice del romance que supera tempestades y atraviesa montañas y dura eternamente, pero las amistades también pueden ser así. Y Kózel y Lórim tienen una amistad de esas.
Geòrgia, tú estudiaste Historia y Arqueología; Fer es profesor de secundaria. ¿En qué os ha ayudado a la hora de escribir una saga juvenil tanto conocer distintas sociedades, civilizaciones, mitologías… como trabajar con el público para el que escribís objetivamente?
F: Cada uno aporta algo distinto a las novelas. Geòrgia es una mujer de historias, y quizá yo me centro más en la empatía, porque trabajo con muchas personas. Yo construyo desde el interior del personaje, (cuando escribo, ¡todo son monólogos interiores!); lo de Geo son descripciones.
G: Tu formación y lo que has aprendido a lo largo de la vida se acaba transmitiendo. Cómo el pasado afecta a la vida diaria es un tema que siempre me ha atraído mucho, porque me fascina esta capacidad humana de equivocarse en lo mismo una y otra vez. Fer es más de escribir sentimientos, relaciones… Y en cambio yo siempre intento centrarme en cómo el entorno afecta al personaje.
Gran parte de las historias fantásticas optan por centrarse o bien en los personajes, o bien en la ambientación, pero La Segunda Revolución conjuga muy bien ambas cosas. Conocemos a numerosos personajes, tanto protagonistas como secundarios, muy bien construidos, y se nota que hay muchas horas de trabajo detrás de Blyd y el resto del mundo. ¿Cómo se construye un universo tan complejo en los dos ámbitos?
Ambos: Llorando [risas].
F: La primera parte es contarnos mutuamente la historia de una manera informal, por email, por ejemplo. Lo vamos modificando, y si no hubiera fechas de entrega seguiríamos añadiendo capas para siempre. Lo importante es tener claro qué pasa y ya luego ir añadiendo los detalles
G: La historia nació en el año 2005 o 2006 como un juego de rol con más gente. Duró, nos encantó y nos marcó la vida. Eso nos ha ayudado mucho, porque conocíamos muy, muy bien a los personajes. Ha cambiado (la historia, la ambientación, los personajes…) porque las cosas no funcionan igual en un medio como el rol, que es improvisado, que en una novela. Por ejemplo, hay secundarios en el libro que eran protagonistas en el rol. Pero nos dio una base muy segura.
Escribís a cuatro manos desde puntos muy alejados del país (Tarragona y Cáceres). Los avances tecnológicos facilitan este proceso, pero siguen existiendo otros factores, como la promoción de la novela, que sí que requieren una presencia física. ¿Cómo os organizáis tanto en lo primero como en lo segundo?
G: Internet es muy útil para la escritura, pero un invento básico para nosotros (y que ahora parece tan antiguo) es el teléfono. O Skype. Somos muy introvertidos los dos, y llamar a la gente nos cuesta.
F: Pero ahora tenemos conversaciones de cuarenta minutos cuarenta veces al día.
G: Una gran parte de la comunicación es no verbal, y por escrito hay muchas veces que no te pones de acuerdo. Hablar cara a cara, llamar por teléfono, es mágico.
F: Aunque hay un problema. Como no queda escrito, a veces a las tres horas de hablar ¡no nos acordamos de lo que hemos hablado!
A la hora de repartiros la historia, ¿lo hacéis por personajes (al tratarse de una novela coral, puede ser lo que primero se viene a la cabeza) o por capítulos, independientemente de quién sea narrador?
F: Yo creo que al principio lo hacíamos mal, porque no sabíamos. En verdad empezamos a escribir de manera muy inocente, muy inconsciente, simplemente porque queríamos. El primer borrador tenía seiscientas y pico páginas… No fue hasta el tercero que vimos qué puntos eran los que cada uno de nosotros podía aportar. La Segunda Revolución no es una historia que pudiéramos haber escrito solos. Nos faltarían tantísimos matices que pone el otro…
G: Esto es lo que nos funciona a nosotros, lo de hacerlo todo juntos. Evidentemente, a cada uno le funciona una cosa distinta.
F: Yo me frustraba mucho porque la voz narrativa de la novela no es mi voz narrativa. Al principio intentaba imitarla, porque mi voz por defecto es la de un narrador interior, en pasado, que piensa mucho. Tardaba mucho en escribir porque pretendía que esa voz narrativa fuera la mía. Pero no lo es, lo que yo tenía que aportar a la novela eran otras cosas.
G: Ahora trabajamos todos los personajes a la vez. Menos Brynn, que soy yo. Fumando mucho y odiando a la humanidad.
¿Qué os lo que más os gusta de lo que aporta el otro como coautor?
G: Hay muchas cosas. Trabajar con Fer es maravilloso. Quiero matarlo a veces, pero como quieres matar a tu amigo, con amor. A mí Fer me aporta la calma y la seguridad, el saber que estamos haciendo las cosas bien, que vamos por el buen camino. Y me aporta orden; yo soy una persona mentalmente muy dispersa... Me aporta dirección, un hilo que seguir, y la empatía que él mismo dice. Él relee mucho porque necesita saber de dónde viene un personaje emocionalmente y hacia dónde va.
F: A mí me aporta lo contrario. Yo soy un poco encorsetado, soy una persona muy ordenada… Geo me aporta libertad creativa, porque yo no me planteo muchas cosas porque «ya lo he pensado así». Y de pronto llega ella, lo desbarata y pienso: «¡Cómo mola, vamos a hacerlo!». Me permite probar cosas nuevas. Creo que todo lo que yo no tengo me lo aporta ella. Y calma. Porque yo soy dramático. Y Georgia es calma. «Tenemos un mes para escribir ochocientas páginas, nos va a dar tiempo». Y yo: «¿de verdad?». «Sí». «Mmm… Venga, me lo voy a creer».
Geòrgia, a finales del año pasado publicaste Monstruos del mundo con Montena, un bestiario que se centra en un tipo de magia muy diferente a la de La Segunda Revolución: la de las bestias y el folclore. ¿Tenéis pensada alguna otra historia, ya sea juntos o por separado, que se centre en esa clase de fantasía?
G: Tenemos un proyecto (del cual no se puede decir nada porque todavía está en el limbo de nuestras cabezas) y la idea es hacer una cosa de este tipo. Y luego, por mi cuenta... Para hacer Monstruos tuve que investigar mucho, así que hubo partes que acabaron sin llegar al libro, partes más narrativas. Quizás, en un futuro, estos fragmentos que quedaron fuera puedan usarse para hacer algo.
Fer, además de fantasía has escrito otros géneros: Carlos, Paula y compañía, comedia romántica; Tormenta de verano, misterio paranormal. ¿Qué es lo que has sacado de cada uno de ellos? ¿Recuperas algo de esos estilos narrativos a la hora de desarrollar escenas concretas de La Segunda Revolución?
F: Empecé sin escribir fantasía porque me daba vergüenza escribir fantasía. Porque yo era muy tonto. Empecé por comedia romántica. Quería que me tomaran en serio y al final entendí que lo mejor para escribir es no tomarte en serio a ti mismo. Eso me permitió descubrir que lo que a mí me gusta es la fantasía. Con más cosas, sí… pero yo quiero volar. A veces te preguntan: «¿Por qué escribes? ¿Para encontrarte a ti mismo?», «¿Qué buscas en la escritura?». No; yo escribo para escapar de Fernando Alcalá, que a veces es un plasta.
En España, por lo general, las editoriales publican más sagas fantásticas extranjeras que nacionales. Sin embargo, hay una creciente cantera de jóvenes autores que cada día apunta más alto. ¿Cómo veis el futuro de la literatura juvenil española en general y de la fantástica en particular?
F: Optimista.
G: Hay una cantera alucinante. Hay muchos autores extranjeros muy potentes, sí, pero aquí también hay una cantidad de gente que crea, que imagina… Es brutal. Yo me voy a tirar a la piscina y, más que optimista, voy a decir que estoy maravillada del talento que hay. Lo que espero es que, ahora que se está viendo esta tendencia, las editoriales la sepan aprovechar.
F: Que se lo crean. Que se lo crea el mundo editorial, porque creo que el público ya lo cree.
G: El mundo editorial es más lento, pero espero que lo potencien (y creo que lo van a hacer). Porque es tremendo.
F: Lo ratifico. Es un honor encontrarte entre esa gente a la que admiras, porque yo soy lector antes que escritor. Y me llegan muy directamente las historias que escriben las autoras de fantasía y de juvenil actualmente en España. Porque además voy a decir autoras, porque es lo que más hay. Y me llegan porque hablan de mí, de temas que me interesan. Y lo hacen muy bien. Y no hay dos iguales. Y es maravilloso.