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Entrevista a...

Daniel Hernández Chambers

El Templo #29 (agosto 2012)
Por R. A. Calle Morales
12.764 lecturas
Daniel Hernández Chambers es el ganador del último Premio de Literatura Juvenil Everest. Este joven filólogo canario ha publicado con varias editoriales españolas y va camino de alcanzar la decena de títulos juveniles en el mercado. Además de su labor como autor, ha ejercido como traductor en varias ocasiones. Daniel, que reside en Alicante, accedió amablemente a contestar a unas preguntas para nuestra revista.

Tu última novela publicada nace de la necesidad de un chico por contar historias y de sus ganas de convertirse en periodista. ¿Hay algo de autobiográfico en esa premisa? ¿De dónde nace tu necesidad de escribir?

Algo hay, pero poco. Hubo una época en la quise ser periodista, pero ahora no estoy muy seguro de que me hubiera gustado serlo. Y en cuanto a lo de contar historias, sí, es una necesidad. Al fin y al cabo, todos contamos historias a diario, aunque solo sea la última anécdota vivida en el ascensor. Creo que lo más importante que tenemos es la imaginación, y la mía siempre está en funcionamiento. 

En varias de tus novelas la trama se divide en dos planos: una historia presente y otra del pasado en la que el protagonista suele descubrir algo relacionado con su familia. ¿Qué te ofrece esta forma de narrar los acontecimientos que te hace volver a ella?

Me gusta mezclar historias y personajes, simplemente. Jugar a sorprender al lector con dos o más historias que aparentemente no tienen relación pero que de pronto se unen.

El tema del misterio por resolver, además, es recurrente en tu obra. Según has afirmado en alguna ocasión toda obra juvenil debe tener algo que el protagonista deba ir descubriendo a la vez que el lector. ¿De dónde viene esta convicción y ese gusto por los secretos ocultos?

No recuerdo haber dicho que «toda obra juvenil» deba tener un misterio, sino que en mis obras me gusta colocar un misterio e ir dándole al lector pistas para que juegue a resolverlo de la mano del protagonista. Si el protagonista sabe más que el lector, es trampa. Supongo que ese gusto por lo secreto nace porque veo misterios en todas partes: en una mirada inesperada, en un gesto violento, en un ladrido lejano, en la marca de un frenazo, en una pirámide, en una huella en la arena, en la boca de un túnel,enunsobresinabrir, en una lágrima, en un rincón en sombras...

 

«Lo bueno si breve, dos veces bueno». Tus libros no suelen exceder las 350 páginas. ¿Te pones un límite de páginas en el guión a la hora de escribir o dejas que la historia fluya según la necesidad?

Considero que lo importante de una novela es la historia y el modo de contarla, no la extensión. Es la propia historia la que te da una idea de la extensión. Como lector, detesto encontrar páginas de relleno en un libro, y como autor intento que mis lectores no experimenten esa sensación.

Los grandes conflictos bélicos han tenido su aparición en varios libros tuyos. ¿Qué te lleva a incluir estos episodios de la historia en tus novelas? ¿Alguna vez has temido que estas ambientaciones (o reminiscencias) dentro de tus historias te resten lectores dado que el público juvenil parece más interesado en otras temáticas?

La tragedia da mucho juego a la hora de escribir, te permite llevar a los personajes al extremo, colocarlos en situaciones en las que quizá un personaje bueno haga algo malo y uno malo se muestre inesperadamente como alguien bondadoso, incluso como un héroe. Y no hay mayor tragedia que una guerra. No creo que algo así pueda restar lectores a mis obras. El lector joven es mucho más receptivo a temáticas diferentes y variadas. Puede leer hoy una novela ambientada en la guerra civil española y mañana una romántica situada en la actualidad.

Recientemente has ganado el Premio de Literatura Juvenil Everest. Eres un asiduo de los premios de literatura, ya que también has participado (y quedado finalista) en dos ocasiones en el Gran Angular de la editorial SM. ¿Qué criterio sigues para presentarte a uno u otro concurso? ¿Algún consejo para los nuevos escritores que se quieran presentar a un concurso por primera vez?

Los concursos hacen de escaparate. Es bueno probar suerte con ellos y ver hasta dónde llega un manuscrito. Si quieres un consejo, siempre doy el mismo: antes de enviar tu obra a ninguna parte, ya sea un concurso o una editorial, corrígelo una y otra vez, déjalo reposar y vuelve a leerlo con mirada crítica, y si no eres capaz de hacerlo, busca a quien lo haga por ti y te diga las verdades a la cara y no se ciña solo al «qué bonito».

 

¿Qué nos puedes contar de Un fragmento de noche en un frasco, la novela ganadora del Premio Everest?

Con esta novela he regresado al Londres de hace más de cien años, donde ya situé una de mis novelas anteriores, aunque ahora la historia ocurre algo más tarde. Como ya he señalado antes, mezclo diversos personajes que en condiciones normales quizá no llegarían a coincidir jamás en una misma habitación: un siniestro cazarrecompensas, un ladronzuelo, un viejo profesor de Historia, un inspector de Scotland Yard, una joven mestiza... Es una historia de intriga con varios giros argumentales y una pizca de magia.

Todos los escritores coincidís en que un autor se forma leyendo a otros escritores. ¿Qué sueles leer tú? ¿Algún compañero de literatura juvenil que nos quieras recomendar?

Leo de todo y sin parar. Cuando termino un libro ya tengo el siguiente esperándome. En muchas ocasiones, las novelas con las que más disfruto son aquellas que encuentro por casualidad, sin saber nada de su autor. Mis recomendaciones no os pillarán por sorpresa, son tres autores a los que conozco personalmente: R. Aliaga, D. Lozano y J. Gómez Soto.

Visitas colegios con regularidad, ¿qué sueles contarle a los chavales en esas charlas? ¿Qué suelen preguntarte ellos? ¿Alguna anécdota para compartir con nuestros lectores?

Por lo general les cuento qué me llevó a escribir la novela que ellos han leído y por qué decidí contarla tal y como está contada, pero procuro dar paso a sus preguntas lo antes posible, porque es la parte más entretenida de este tipo de encuentros. Anécdotas hay muchas, algunas sonrojantes, pero me quedo con el grupo de chicos y chicas que me sorprendió con un corto que habían rodado sobre uno de mis relatos. 

 

Además de escritor has sido traductor de varias novelas. ¿Cómo complementa esto tu labor como novelista? ¿Realizas alguna otra tarea dentro del mundo editorial, además de escribir y traducir? 

Siempre me habría gustado trabajar en alguna editorial y ver las cosas desde el otro lado, pero por el momento no se ha dado el caso. La traducción te obliga a ir más allá de la lectura, meterte en la cabeza del autor y tratar de entender por qué ha utilizado una determinada frase o expresión. Es una labor complicada, porque de vez en cuando te encuentras con un juego de palabras intraducible o una rima que pierde su belleza al pasar de una lengua a otra, un chiste que solo tiene gracia en la lengua original, y debes procurar mantener todo el tiempo fidelidad al estilo del autor. Tienes que pasar el texto de una lengua a otra, pero conservando el estilo propio de su autor.

«Vivir de esto es muy difícil», has afirmado en alguna ocasión. Aun así no cejas en tu empeño y tu obra va creciendo cada vez más. ¿Te has propuesto alguna meta como escritor? ¿Algún objetivo que quieras alcanzar en este aspecto?

Mi objetivo no es otro que conseguir que los lectores disfruten con lo que hago, con las historias que cuento y con la forma que tengo de contarlas. Lo de que es difícil vivir de la literatura tiene su parte buena: la gran mayoría de los escritores se meten en esto porque sienten la necesidad de contar historias y disfrutan al hacerlo, no porque crean que van a hacerse ricos. Para hacerte rico te metes a político o a banquero.