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Entrevista a...

Eliacer Cansino

El Templo #56 (febrero 2017)
Por Víctor Heranz
3.584 lecturas

«Los jóvenes son el futuro de la sociedad. Ellos son la avanzadilla de las transformaciones mentales y de las actitudes del futuro».

Prolífico tanto en novela como en poesía, Eliacer Cansino nació en Sevilla en 1954. Estudió Filosofía y se dedica a la Literatura, tanto para adultos como para jóvenes y niños, desde finales de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en el año 2010 por Una habitación en Babel y el premio Lazarillo por El misterio Velázquez.

Usted es profesor de Filosofía, quizá la asignatura más incomprendida por los alumnos de bachillerato de este país. Asignatura, además, que ha desaparecido como obligatoria en el segundo curso de este periodo escolar. ¿Qué cree que puede aportar la filosofía a los jóvenes?

No sé si es la más incomprendida, pero sin duda es la que una vez comprendida provoca mayores atracciones. Para los jóvenes, personas en absoluta búsqueda, sin la esclerosis que el tiempo y la experiencia van provocando en los adultos, la filosofía es un camino de descubrimiento, una apertura a los problemas que de manera difusa se hallan ya en sus preocupaciones. El ser humano posee una profunda inquietud no solo por conocerelmundomaterial,sinotambién el espiritual y la filosofía es, para ello, un instrumento imprescindible. Lamento profundamente que las autoridades escolares no se den cuenta de la importancia de esta disciplina en la formación humana y reduzcan su presencia en el currículo académico.

El premio Anaya, el Lazarillo, el Premio Nacional... ¿Qué han significado estos galardones a lo largo de su carrera?

Siempre digo que los premios son un impulso y un refrendo al camino, siempre dubitativo, que emprende el escritor. Tienen además la facultad de hacer más visible la obra y por tanto de abrir algunas puertas que hagan más fácil el acceso al lector. Por otra parte, hay que tener la suficiente perseverancia y confianza para cuando esos premios no llegan, seguir escribiendo.

Su carrera juvenil ya había despuntado con poesía y relato corto cuando El misterio Velázquez llegó a nuestras librerías. ¿Qué supuso la publicación de esta novela dentro de su trayectoria?

El Misterio Velázquez ha sido para mí también un misterio. Es la confirmación de que algunas obras están tocadas de una «gracia» inesperada. Lo digo porque nunca esperé tanta atención por ella: ha sido traducida a diversos idiomas y he sido invitado a encuentros con chicos que la leían en Tokyo, Nueva York, París, Casablanca, México D.F. y, por supuesto, en toda España. Sin duda, es mi novela más conocida y la que más lectores ha tenido. Tenga en cuenta que a menudo me encuentro con personas que la leyeron hace ya casi veinte años. Y, sobre todo, me encanta saber que es una novela que muchos jóvenes han recomendado vivamente a sus padres.

 

En ella, vemos cómo el pintor Diego de Velázquez pinta uno de los retratos más famosos del mundo y que, según su novela, esconde un turbio secreto. ¿Qué le impulsó a escribir este libro y cómo surgió la idea del mismo?

El impulso para escribir un libro es complejo, casi nunca viene de un solo lugar, aunque haya un suceso o experiencia que dispara la intención. Como decía Goethe: no nos queda más que acarrear leña en espera del incendio. Le diré que en su fondo están mis preocupaciones por el sentido de la creación artística, la dignidad humana y las incógnitas del alma. Ahora bien, lo que me impulsó a ponerme a escribir fue una sencilla conversación en la que escuché a mis espaldas decir a alguien que la cruz que lleva Velázquez en el pecho, en el cuadro de Las meninas, no la pintó él. Ese fue el fuego que desencadenó mi imaginación.

La ficción histórica conjuga una historia real con una ficticia. En El misterio Velázquez, es Nicolasillo Pertusato, el enano que aparece en el cuadro de Las meninas, quien da voz a la historia. ¿Por qué este personaje y no el propio pintor?

Esa creo que fue la elección más acertada. ¿Quién va a contar la historia? Esa elección determina todo el curso de la novela. Me pareció –o mejor, llegué a descubrir que la voz de un niño, un personaje que presencia los sucesos entre la inocencia y el desconcierto, era más propicia y novedosa para hablar del tema. Por otra parte, Nicolasillo —a quien he llegado a estimar profundamente— tenía cosas muy importantes qué decir a un lector joven: sobre la dignidad, el afán de superación, el crecimiento moral… Eso me importaba tanto como el asunto de Velázquez. 

¿Qué ventajas aporta el uso de un momento histórico para crear ficción que puede llegar a ser incluso fantasía?

Cuando hablé antes de mi sorpresa respecto a la novela me refería también a esto. Yo no soy un escritor de ficción histórica y me desconcierta su éxito. Lo importante de un momento histórico es lo que aportan el «paisaje» y los personajes de la novela. Al escritor le toca poner la pasión, la intriga, las acciones que reproduzcan la vida. Si el paisaje es muy conocido, como en el caso de Las meninas, facilita enormemente que el lector se ponga en situación.

Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Una habitación en Babel, novela galardonada a su vez con el premio Anaya. La dedicatoria es para sus alumnos, por las preguntas. ¿Qué le han aportado sus alumnos a lo largo de su carrera como autor?

Probablemente si no hubiese sido profesor de secundaria tal vez me habría alejado mucho antes del mundo de los jóvenes y mi implicación en él habría sido menor. La cercanía con respecto a ellos, sus continuas preguntas y preocupaciones, la evolución de sus gustos han hecho que entienda mejor su mundo. Y, curiosamente, he llegado a entender que a nivel profundo, por debajo de modas y comportamientos puntuales, hay en el joven una permanencia de preocupaciones e intereses. Y esa permanencia y universalidad me interesa especialmente.

 

En Una habitación en Babel se conjugan la pobreza y la inmigración, las relaciones culturales y una fuerte crítica a la hipocresía. Trata al lector de forma directa, sin ningún tipo de recelo o infantilismo. ¿Por qué cree que en la literatura juvenil muchas veces se realizan estas críticas de forma suave, tratando al lector joven como uno mucho más infantil?

Lo peor que puede hacer un escritor es imitar el lenguaje de los jóvenes o intentar parecerse a ellos para acercarse. El escritor debe mostrar su visión del mundo y buscar la manera adecuada de llegar, que no consiste precisamente en falsa cercanía. Para mí lo más difícil cuando se habla a jóvenes o niños es encontrar el lenguaje apropiado. A veces una determinada sutileza es lo único que distingue una novela juvenil de una adulta. Pero esa «sutileza», no sé otra forma de llamarla, es lo que da al lenguaje su peculiaridad.

Nor, el chico desaparecido de Una habitación en Babel, se escapa de casa para poder ir a ver a recoger a su hermano, inmigrante ilegal llegado en patera a las costas españolas. ¿Cómo observa el papel y el tratamiento de la inmigración y de los refugiados en la sociedad actual?

Se ha convertido en un verdadero problema social. Por una parte, la diferencia entre países ricos y pobres hace imposible la contención de esta riada de personas, las guerras obligan a desplazamientos multitudinarios en busca de un lugar de salvación. El impulso a buscar soluciones vitales de estas personas está justificado. Por otra parte, los países receptores tienen que ordenar esa recepción: hay que establecer sistemas de solidaridad y de convivencia, integración de actitudes culturales distintas, aceptación por parte del recién llegado de los usos sociales y políticos de los países receptores. En fin, ese es el reto de las sociedades contemporáneas. No es un problema fácil y debe afrontarse con esfuerzo solidario por una parte y sin demagogias por otra.

En Una habitación en Babel aparece Ángel, un profesor de filosofía de instituto que ayuda a los chicos dentro de la trama. ¿Cuánto hay de usted en este ángel y en la novela en general?

El autor siempre está en la novela pero no como una transposición real de vivencias.Nuncadebeleerseunaobrade ficción estableciendo una equivalencia unívoca con el autor. El autor recoge experiencias, unas veces suyas, otras oídas, otras imaginadas. En la novela hay aspectos (las clases de filosofía, las relaciones con los alumnos…) que se parecen a las que yo he vivido, otros aspectos son novelescos. En cuanto al protagonista de esta novela, siempre digo que es más valiente que el autor.

El racismo es uno de los temas principales de Una habitación en Babel. ¿Qué papel cree que juegan los jóvenes dentro de este tipo de opresión, ya sea para para perpetuarla o extinguirla?

Los jóvenes son el futuro de la sociedad. Ellos son la avanzadilla de las transformaciones mentales y de las actitudes del futuro. Creo que están más dispuestos a extinguirlas que a perpetuarlas. No obstante, los logros morales, el crecimiento en la humanización siempre puede sufrir retrocesos. En este aspecto —y dado el contacto cada vez más frecuente y normalizado entre personas de distintos orígenes— confío en que no habrá vuelta atrás.

Su última novela juvenil fue El chico de las manos azules, publicada en 2014 por la editorial Bruño. En ella volvemos a encontrar el tema de la inmigración y el traspaso de las fronteras como un elemento central en la trama. ¿Qué es para Eliacer Cansino una frontera?

Una frontera es una realidad política y jurídica. La idea de un mundo sin fronteras es una aspiración utópica a la que hay que avanzar en muchos aspectos. Tenga en cuenta que no solo existen fronteras entre países. También las hay en nuestras casas, en nuestras propiedades, en nuestros espacios vitales… Mientras existan deben tener las suficientes puertas legales para que los hombres se comuniquen sin riesgos y con justicia.

Sus primeras novelas juveniles son de los años noventa. ¿Ha cambiado a lo largo de su carrera la forma en la que se dirige a sus lectores jóvenes? ¿Cree que el perfil del lector juvenil ha cambiado en esos años?

Un autor suele tener un universo de preocupaciones que difícilmente puede cambiar. Quizá va incorporando nuevas situaciones y problemas, pero su mirada, su mundo interior permanece. El lector que yo espero encontrar creo que es muy parecido al que me leía al comienzo de mi andadura. Cambian algunos aspectos externos, pero las preguntas en las que yo suelo incidir creo que permanecen.

Finalmente, ¿podría avanzarnos en qué está trabajando ahora mismo?

Estoy en los compases finales de una novela que tiene como protagonista a un perro. Es una novela que ha tomado ciertos caminos inesperados y cuyo desarrollo me ha sorprendido a mí mismo. Pero aún estoy bajo su influjo y no me atrevo a decir mucho de ella. Espero concluirla y que vea pronto la luz.