Con tan solo veintitrés años ya cuentas con seis novelas publicadas. Tu primera novela, La dama y el dragón, salió cuando tan solo tenías diecisiete. ¿Cómo lograste acceder tan joven al mundo editorial?
La verdad es que tuve muchísima suerte. Cuando empecé a escribir a mí lo que me gustaba era eso, escribir, no tenía pretensiones más allá de contar mis historias. La dama y el dragón fue la primera novela que escribí y con la que me quedé contenta, pero publicarla no era algo que necesitara hacer. Sin embargo mi padre la leyó, la disfrutó y me dijo que sería una pena que se quedara en un cajón, por lo que me propuso autoeditarla para que pudiéramos regalarla o estuviera en algunas librerías de Palma. Yo accedí e hicimos una tirada modesta. A partir de ahí todo fue viento en popa. Los ejemplares que llevamos a librerías tuvieron mucho éxito y poco después conseguimos que Maria de la Pau Janer (una autora mallorquina que ganó el Premio Planeta en 2005) lo leyera para que me diera su opinión, ya que a mí me interesaba mucho saber qué tenía que decir una autora profesional, y resultó que le gustó mucho, tanto que se ofreció a hacer una presentación conmigo. Aquel evento atrajo a mucha prensa porque tanto mi edad como su prestigio eran mediáticos, y así fue como la editorial Planeta y concretamente el sello Destino puso su atención en mí. Les envié un ejemplar autoeditado y el manuscrito en digital y poco después me hicieron una oferta para publicarlo con ellos al año siguiente.
¿Cómo percibes tu evolución como escritora desde entonces? ¿Volverías a empezar tan joven?
No me cabe la menor duda de que desde que publiqué La dama y el dragón hasta hoy he tenido una evolución enorme como autora, dudo que vuelva a vivir unos años en los que aprenda tanto en tan poco tiempo, y eso que todavía me queda mucho camino por recorrer en cuanto a aprendizaje, pero al publicar tan joven había muchos aspectos de la escritura que no me había dado tiempo a explorar y que, por supuesto, exploré más tarde y con los que aprendí muchísimo. Por poner un ejemplo, el dominio de aspectos formales como el tono o la estructura son cosas que manejaba de forma intuitiva cuando publiqué por primera vez, en cambio ahora soy cada vez más y más consciente de lo que supone usar este o aquel recurso narrativo, y dedico mucho tiempo a pensar cómo hacer las cosas. De hecho yo era escritora de brújula cuando empecé, mientras que ahora soy de mapa, es decir, me gusta planificar las novelas antes de ponerme a redactarlas. Sobre sí volvería a publicar tan joven te diré que sí, rotundamente sí. Es verdad que mi lado perfeccionista y exigente se echa las manos a la cabeza cada vez que pienso en lo mucho que me quedaba por aprender cuando publiqué y la poca experiencia que tenía, pero hay otras cosas que hacen que todo eso pierda fuerza. Yo creía en mi historia cuando me dieron la oportunidad de compartirla con el mundo, y por eso lo hice. Tenía fe en que era algo que merecía la pena contar. De hecho con La dama y el dragón me pasa algo que con mis otras novelas no es tan habitual, y es que vienen muchos lectores a decirme que es el libro que les hizo amar la lectura, y eso es lo mejor que pueden decirle a un autor. Hace poco, en una firma, vino una chica de catorce años con un ejemplar de La dama y el dragón que se caía a trozos. Su madre me dijo que no es que no lo cuidara, sino que, a lo largo de seis años, lo había releído tantas veces que se había quedado así. En otra ocasión vino un padre expresamente a darme las gracias porque su hija había pasado de odiar la lectura a adorarla gracias a La dama y el dragón. Solo necesito pensar en ese tipo de cosas para afirmar sin duda alguna que sí, que volvería a hacer las cosas tal cual las hice, aunque eso suponga publicar con la inexperiencia que tenía entonces.
En la bilogía Arena roja imaginas un futuro distópico en el que el orden mundial ha cambiado por completo respecto al que hoy conocemos. Dejando a un lado la lucha de gladiadores, ¿cuánto hay de predicción en este universo que has creado?
Lo más fantasioso son precisamente las luchas de gladiadores, todo lo demás lo basé en lo que yo creía que podría suceder en base a cómo están las cosas en el presente. Que cambie el orden mundial y occidente decaiga mientras Asia se alza no es una idea descabellada, como tampoco lo es que las corporaciones internacionales vayan a adquirir un poder y una influencia mayores. Durante los meses de planificación de la bilogía leí muchos artículos y noticias de carácter predictivo para poder perfilar en mi cabeza un futuro lo más verosímil posible. En la novela se menciona que la tecnología y los avances médicos nos permitirán alterar la salud y los rasgos físicos de las personas antes de que nazcan, con intervenciones previas al parto y eso tampoco es ninguna invención mía, sino que es una afirmación de la comunidad científica, al igual que que Venecia desaparecerá en cuestión de décadas si no se frena el deshielo de los polos. El futuro no es tan alentador como podría ser, me temo, por eso me preguntó hasta qué punto es Arena roja una ficción distópica. Lo cierto es que esa palabra no me cruzó la mente cuando escribía: yo buscaba construir un futuro realista, no uno distópico, pero parece que tal y como están las cosas esos términos ya no se alejan tanto el uno del otro.
El personaje de Faith, con el que sabemos que pasaste varios años de elaboración, sufre todo tipo de adversidades en la bilogía, algunas asombrosamente crudas. ¿Cómo fue narrar todas aquellas experiencias?
Faith es, a día de hoy, el primer y único personaje que he narrado en primera persona y lo cierto es que la experiencia fue agotadora. Recuerdo perfectamente irme a dormir después de una sesión intensa de escritura y caer rendida de lo agotada que estaba. Era un agotamiento emocional y mental tan grande que se trasladaba a lo físico. Yo no me daba cuenta, pero creo que redacté ciertas escenas con muchísima tensión en el cuerpo. No me ha vuelto a pasar en ninguna otra ocasión, no a ese nivel. Y es reconfortante desde el punto de vista artístico porque sientes y vives a través de otra persona, aunque esa persona sea ficticia y la sensación enriquece y satisface mucho. Tuve que exprimir la imaginación al máximo para meterme en su piel y contar las cosas como las contaría ella.
Hemos podido comprobar que tu última novela, Lo que el bosque esconde, está más centrada en los personajes que en la acción, a diferencia de Arena roja. ¿Fue la historia la que te pedía un cambio de estilo? ¿Te resultó complicado?
Lo que el bosque esconde fue la novela que escribí inmediatamente después de Arena roja y Arena negra, y creo que es tan distinta precisamente porque necesitaba descansar y alejarme de la dinámica que había llevado con la bilogía. La historia en sí exigía otro tono, sí, pero escogí ponerme con ese proyecto porque sabía que era lo que necesitaba. No fue difícil ese cambio de registro, pero sí que me costó hacerme con la voz narrativa, ya que en Lo que el bosque esconde la historia está contada en tercera persona y no en primera, y después de un año siendo Faith todos los días, fue difícil hacerme con los dos protagonistas de ese nuevo proyecto.
Aunque los lectores te conocen por las novelas que has publicado, sabemos que también tienes cierta experiencia como traductora. ¿Te llevas algo de esa experiencia que te haya ayudado a la hora de escribir?
Aunque todavía soy algo novata en esto de la traducción, sí siento que puedo aprender muchas cosas, y de hecho ya me ha aportado algunas: ahora y gracias a las traducciones en las que he trabajado, empiezo a ser consciente de la dinámica de las novelas de una forma distinta; el ritmo de la narración me resulta más evidente cuando traduzco que cuando leo, por ejemplo, y creo que a la hora de escribir será útil contar con esa nueva percepción.
Aunque todas tus obras son, por el momento, de temática fantástica o de ciencia ficción, hay en ellas muchas influencias de diferentes culturas de nuestra historia. ¿Cómo abordas la documentación para tus novelas? ¿Disfrutas de esta parte del proceso?
El proceso de documentación a veces es frustrante porque no siempre encuentras lo que buscas, o tardas mucho en encontrarlo o no sabes dónde mirar, pero en general sí que lo disfruto. Soy una persona bastante curiosa y eso ayuda. Lo que hago es leer artículos o consultar manuales académicos en la biblioteca. Algo que también me parece fundamental es consumir mucha ficción que trate el tema sobre el que estás investigando porque así ves cómo lo abordaron otros y con suerte puedes obtener información útil e interesante. También le pregunto a la gente que creo que tiene los conocimientos que busco. En el caso de Arena roja, por ejemplo, hablé con una compañera de trabajo de mi padre que era de Hong Kong y le pregunté por costumbres y tradiciones. En otra ocasión hablé con María Blasco, la directora del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) para resolver una duda médica que tenía y que era importante para la trama de Arena negra. Hace cosa de un año hablé con Jordi Pereyra, un divulgador científico, sobre la posibilidad de colonizar satélites. Para las novelas de fantasía investigo cosas más simples como cuánto se tarda en recorrer X distancia a caballo, gastronomía medieval o el funcionamiento de un castillo del siglo XIV.
En 2015 formaste parte de un programa de especialización sobre el mito del Rey Arturo en la Universidad de Exeter. ¿En qué aspectos dirías que te ha influido la literatura anglosajona?
En muchos, pero sobre todo en lo referente a plantear historias: conflictos, personajes, temas... La ficción del mundo angloparlante lleva siglos marcando tendencia y a mí siempre me han llamado la atención las historias que tienen un puesto de honor en nuestra cultura (la de la sociedad occidental), historias con las que nos hemos criado y que nos han contado mil veces de mil formas diferentes, historias que conocemos desde siempre y que, pese a eso, siguen cautivándonos. Las obras de Shakespeare, los personajes de Dickens, los monstruos de Mary Shelley y Bram Stoker, el eterno niño de J. M. Barrie o el propio mito del Rey Arturo son cosas que siempre han estado ahí para nosotros y siguen estando y seguimos recuperándolos para reinventarlos y que continúen viviendo en el imaginario colectivo. Eso me fascina. El género de la fantasía épica, que es el que más he trabajado, es lo que es en parte por la materia de Bretaña, aunque hay muchas otras ficciones que han contribuido a hacer de la fantasía occidental lo que es hoy y que no son necesariamente de origen británico, como por ejemplo los cuentos de hadas. Mi primera novela tiene un componente anglosajón muy claro, se ve en los apellidos de los personajes. Aunque últimamente he intentado salirme de esos moldes: mis personajes en Legado de reyes y Lo que el bosque esconde tienen apellidos que suenan castellanos. Pero me interesa ser consciente de los esquemas de ficción con los que me he criado para ser capaz de romperlos si es lo que quiero.
En redes sociales se puede comprobar que eres una devota seguidora de todo lo referente al famoso hundimiento del Titanic. ¿Tienes en mente alguna historia ambientada en el legendario trasatlántico?
Sí, tengo algo en mente, pero estoy en proceso de superar lo muchísimo que me impone este tema antes de ponerme a trabajar en dicho proyecto. Me asusta porque sé que el nivel de exigencia que tendré conmigo misma será inmenso, pero no quiero morirme sin hablar del Titanic en alguno de mis libros.
Sabemos que en este momento tienes entre manos varias novelas que serán publicadas pronto. ¿Podrías hablarnos un poco sobre tus próximos proyectos?
Hace unos meses terminé una novela de fantasía con un elemento fantástico muy clásico que me apetecía explorar. Actualmente está en manos de una editorial que la está valorando para publicarla en el futuro. En cuanto a otros proyectos puedo decir que estoy trabajando en varios porque todavía estoy planificándolos. Hay un par de fantasía, uno de ciencia ficción y otro de ficción de época, aunque todavía no tengo muy claro en cuál de ellos me pondré a trabajar primero.
¡Muchas gracias por tu tiempo!