Para comenzar, ¿quién es Heinz Delam y a qué lugar pertenece? Toda una vida de viajes te ha llevado al límite mismo de la realidad. Has repartido experiencias entre Francia, Alemania, el Congo y España, pero ¿con cuál de estos países te sientes más en deuda? ¿Y qué tierra, qué recuerdo, qué pueblo, cultura o rincón te gustaría rescatar en el tiempo?
Podría definirme con el tópico de "soy un ciudadano del mundo", pero en realidad me siento casi como un alienígena. Me he criado como un nómada, recorriendo el mundo sin tiempo para echar raíces en ninguna parte. A pesar de todo puedo decir que me siento en deuda con los lugares que me han acogido, y en especial con dos de ellos: el Congo, que me enseñó a soñar, y España, mi hogar actual, que a veces me ayuda a despertar de mis sueños. En cada uno de los países en donde he vivido hay rincones y momentos que me gustaría rescatar en el tiempo, sobre todo los situados en una pequeña ciudad congoleña llamada Mbandaka. Mi escritura forma parte de ese intento de rescate.
Tras una infancia de aventuras por el Congo, fuiste piloto y más tarde trabajaste en el campo de la electrónica. ¿Exactamente en qué momento despertó tu vocación literaria? ¿Qué fue lo que te impulsó a sustituir la tecnología por las letras y servirte de lo vivido para convertirte en un contador de historias?
La primera en abrirme las puertas al mundo de la fantasía fue la lectura, naturalmente. Luego vinieron las aventuras en el corazón de África, que algunas veces rozaban los límites de esa misma fantasía. Ambas cosas me llevaron al siguiente paso, la escritura, un descubrimiento que me permitía unirlo todo y compartirlo con los demás. Escribir es una forma de vivir varias vidas, de acceder a otras realidades en las que todo puede (y a menudo debe) acontecer de manera diferente. A mí me permite buscar respuestas a base de compartir las preguntas, soñar con otros mundos e invitar a alguien desconocido a compartirlos. ¿Qué más se puede pedir?
Toda tu obra se agrupa dentro del género fantástico juvenil, y es bastante común encontrar realidades paralelas en tus novelas, pues sueles jugar con mundos visibles sólo para los elegidos. ¿Sentirías la misma atracción por el género de no haber alimentado tu imaginación a base de leyendas y mitos de la magia africana? Por otra parte, ¿qué entiende Heinz por literatura juvenil y por qué escribir dentro de sus límites, si es que los tiene?
Como he dicho antes, creo que mi atracción por lo fantástico procede ante todo de la lectura, que es la gran fuente de lo imaginario. Pero es indudable que mis diez años en África han contribuido a abonar la semilla literaria con ingredientes muy peculiares. En las selvas del Congo hay mucho alimento para la fantasía, y resulta curioso que los mitos y leyendas africanas encajen de manera sorprendente con la mecánica cuántica y las teorías de mundos paralelos. En cuanto a la literatura juvenil, empezaré por decir que no soy partidario de etiquetarla por edades, pues no me parece posible limitar algo tan amplio según la edad biológica del lector. Hay lectores muy maduros entre los jóvenes, incluso más de lo que se piensa, y también gente adulta muy infantil como lector. Incluso una misma persona puede abarcar un abanico muy amplio: yo de joven leí libros considerados para adultos, y ahora leo muchos de los catalogados como juveniles, en ambos casos con resultados muy gratificantes. Creo que la lectura no tiene edades ni fronteras, ni más límites que los de la propia imaginación de cada cual.
Además de la calidad descriptiva, una de las características más notorias de tu narración es la falta de mensajes moralizantes y dobles sentidos subliminales, muy habituales en la literatura infantil y juvenil hasta hace unos pocos años. ¿Qué nos puedes decir de la comparación entre literatura enfocada al disfrute de los jóvenes y literatura enfocada al aprendizaje de los mismos? ¿Crees en la superioridad de una frente a la otra?
Yo siempre he apostado por interesar y emocionar al lector, que es lo mismo que suelo buscar en los libros que leo. No es que la literatura enfocada al disfrute sea mejor ni peor que la dirigida al aprendizaje, lo que habría que preguntarse es qué se busca al escoger un libro. Personalmente, cuando quiero aprender recurro a manuales y libros de consulta, y cuando deseo evadirme busco novelas capaces de transportarme lo más lejos posible de la tediosa realidad cotidiana. No me interesa una versión novelada del telediario del día anterior o de la vida de mi vecino. Y a la hora de escribir tampoco me gusta manipular al lector para imponerle mis convicciones, prefiero exponérselo todo de manera neutral, para que utilice su propio criterio y escoja el lado que más le guste. En realidad sólo aspiro a compartir emociones, sentimientos, recuerdos y sueños. Y como ambición última, me gustaría ayudar a hacerse lector a alguien que todavía no lo es.
Son muchos los escritores que confiesan pequeñas obsesiones, manías, casi rituales previos a la escritura sin los cuales no son capaces de enfrentarse a la hoja en blanco. ¿Qué necesita Heinz Delam para escribir cómodamente? ¿Cuáles son sus costumbres de trabajo?
Tranquilidad y música, esas son mis musas favoritas. Pero tengo alguna que otra manía un poco irracional, como seguir usando el mismo tratamiento de textos, ya prehistórico, con el que escribí mi primera novela. Así, por más que cambie de ordenador, me siento siempre como en casa. También suelo tomar las notas con un portaminas del 0,7 y mina 2B, a pesar de que es muy blanda y propensa a ensuciar en cuando pasas la mano por encima de lo escrito. En este caso es porque me gusta el tacto fluido de la mina sobre el papel, como si eso ayudase también a deslizarse las ideas. Reconozco que son costumbres absurdas, pero si las manías tuviesen lógica perderían su encanto. Y dejarían de ser manías.
¿Y en cuanto al método de creación? ¿Cómo planteas y estructuras tus novelas? ¿Eres de los que improvisan y dejan fluir su imaginación o sueles preparar bien el terreno antes de ponerte a escribir? Por otro lado, ¿la soledad es buena compañía o sólo hasta cierto punto?
Suelo combinar ambas cosas, que no son incompatibles. Mi método es simple: busco la idea de partida, que ha de ser emocionalmente sólida, y sobre ella construyo un esquema más o menos elaborado que luego... casi nunca respeto. El esquema es como el mapa que debes llevar cuando inicias un viaje a través de la selva, pero que a medida que surge lo inesperado o descubres lugares nuevos, acabas aparcando para dejarte arrastrar por la propia aventura. Para mí escribir tiene que ser eso, una aventura, y para lograrlo necesito dejar que la imaginación vuele de cuando en cuando con libertad y sin ataduras. En cuanto a la soledad, la considero siempre una buena compañera en el viaje literario, aunque quizá no lo sea tanto en otros aspectos de la vida.
En todos estos años has participado en numerosos eventos, presentaciones y charlas en colegios. ¿Cómo se enfrenta un escritor a sus lectores? ¿Podrías contarnos alguna anécdota curiosa que guardes a buen recaudo en tu memoria?
Relacionarse con grandes grupos de personas es algo que no entusiasma a todo el mundo. Conozco algunos que sufren mucho sólo de pensarlo, y otros que lo disfrutan como una experiencia enriquecedora. Tengo la suerte de pertenecer al segundo grupo, y me parece un privilegio poder reunirme cara a cara con personas que ya han compartido conmigo, a través de la lectura del libro, una parcela de imaginación. Siempre tengo la sensación de que ya nos conocemos de algún modo, gracias a ese vínculo en común. Con las anécdotas de esas charlas podría rellenar las páginas de un par de libros, por lo que me limitaré a una: al terminar de una de esas charlas, una chica de aspecto tímido criticó el final de una de mis novelas, y yo le sugerí que escribiese ella misma un final alternativo. «Ya lo he hecho», me respondió sin vacilar. Y cuando la chica expuso su idea, tuve que reconocer que era ingeniosa y brillante, y lamenté que no se me hubiese ocurrido a mí. Eso confirma el concepto que tengo de los lectores, que independientemente de su edad pueden ser más sagaces que el propio autor o llegar más lejos que él en sus conclusiones. Por eso procuro escribir siempre con mucho cuidado y el máximo respeto hacia el lector desconocido que me va a leer.
Has entrado en dos ocasiones en la Lista de Honor del Premio CCEI, la primera en 1996 con La maldición del brujo-leopardo y la segunda dos años más tarde con La selva prohibida, tus dos primeras novelas publicadas. También recibiste el Premio Jaén de Narrativa Infantil y Juvenil 2002 por La sima del diablo. ¿Qué sentiste al ver que tus historias no sólo interesaban a las editoriales y los lectores, sino que además eran premiadas?
Los premios son un reconocimiento a tu trabajo que siempre resulta muy gratificante, pero yo considero mucho más valiosa la aprobación de los lectores, que son los verdaderos destinatarios de todo mi esfuerzo. Me alegra mucho más un email entusiasta o una frase de halago al firmar un ejemplar, que contemplar un trofeo en la estantería.
Tu pasado como piloto aéreo está latente en tus escritos. Tus lectores estamos acostumbrados a acompañar a tus personajes durante los diversos trayectos en avión que salpican tus historias. Es un elemento habitual en tus novelas y, de hecho, tu última historia publicada (Las Puertas de Ácronos), centra toda su base en la posibilidad de un mundo paralelo habitado por criaturas nómadas del cielo que saltan de avión en avión. ¿Alguna vez te has parado a pensar hasta qué punto tu gusto y conocimiento sobre tecnología aeronáutica influye en tus novelas? ¿Incluyes el componente aéreo premeditadamente en honor a esos años como piloto o simplemente el subconsciente te juega simpáticas pasadas?
Es cierto que el subconsciente me juega muchas pasadas (y no siempre simpáticas), pero en el caso de la aeronáutica es algo premeditado. Mi vocación aérea nació de cierto deseo de aventura, que en aquella época todavía se asociaba a la aviación. A pesar de que las cosas han cambiado y volar se ha convertido en algo rutinario para mucha gente, creo que todavía se puede utilizar alguna pincelada aeronáutica dentro de un relato, aunque sólo sea por lo que tiene de alusión al viaje y a recorrer mundo. Pero confieso que tengo que tener mucho cuidado para no pasarme de la raya, o mis novelas se convertirían en aburridos manuales de vuelo.
La fuerza del amor es también uno de los elementos que más trabajas en tus libros. Ya en Likundú nos regalabas la historia de un joven europeo que viaja a tierras congoleñas en busca de su enamorada maldita. Toda la trama gira en torno a la necesidad de recuperarla, la incesante búsqueda del reencuentro entre los dos amuletos inseparables (cocodrilos tallados en malaquita), una bonita metáfora que acompaña al protagonista a lo largo de una pedregosa batalla, primero interior y más tarde física, mágica. ¿El amor juega un papel importante en las maldiciones africanas o tratan más con objetos y símbolos de poder?
El amor ha jugado siempre un papel trascendente en el comportamiento humano, tanto en la realidad como en la ficción, aunque ahora esté de moda minimizar su importancia. En mi vida ha sido siempre algo esencial, y por eso lo utilizo como combustible para alimentar las historias que me hacen soñar. En la magia africana tampoco es una excepción, y aunque los brujos trabajan a menudo sobre asuntos de riqueza, poder, enfermedad y muerte, una buena parte de los encargos que reciben están relacionados con el amor o el desamor, e incluso hacen de intermediarios entre los vivos y sus seres amados fallecidos. Para mí es un ingrediente necesario en mis novelas, aunque no tiene por qué ser el elemento principal. Y es que me gusta.
En La noche de las hienas, Likango da rienda suelta a su aventura partiendo de un sueño y un cadáver. No era la primera vez que utilizabas el mundo onírico como pretexto inicial, y quisiéramos conocer tu visión al respecto. ¿Crees en la interpretación de los sueños? O mejor aún: ¿Alguna vez has llegado a creer en las leyendas que se te contaban? ¿Pueden tener algo de cierto, basarse en historias quizá menos fantásticas pero reales e igualmente fascinantes?
Si me fascinan tanto las leyendas africanas es porque a menudo resultan creíbles. Es probable que en su origen tuviesen algo real, como en el mito de las Mamí-watá (muy extendido en toda África central), que unas veces describen como una especie de sirenas o brujas que viven en el agua, y otras como una gran diosa acuática. Detrás de este mito parece ser que se esconde un tímido animal acuático, la variante africana del manatí del Amazonas, que es de hábitos nocturnos y aspecto vagamente humano... ¿O serán de verdad diosas del agua?
Los sueños son una puerta abierta a nuestro subconsciente, y por lo tanto dicen mucho acerca de nuestro lado oculto. Además de eso, a mí me fascina el mundo onírico porque durante el sueño, a pesar de estar desconectados de la realidad, nuestro cerebro es capaz de crear mundos tan creíbles como el verdadero. Nadie duda de la realidad de sus sueños hasta que se despierta, y eso indica que estamos capacitados para vivir realidades que no existen, de "fabricarlas" desde dentro... A menos que supongamos que nuestros sueños sí que existen en alguna parte, y que al soñar estamos abriendo un portal hacia otros mundos... Cualquiera de las dos posibilidades parece interesante...
De tus historias se deduce que eres buen amante del misterio. En La sima del diablo, el protagonista es un apasionado de los jeroglíficos que hace uso de sus conocimientos para resolver una oleada de asesinatos y salvar lo que ama de las fauces del Mal. ¿Es, quizá, un personaje algo autobiográfico? ¿De pequeño sentías curiosidad por los mensajes cifrados?
Pues sí. Carlos, el protagonista de La sima del Diablo, tiene mucho de autobiográfico, tanto en lo positivo como en lo negativo. Siempre me han apasionado los misterios, los códigos secretos y la criptografía como medio para crearlos e interpretarlos. Me entusiasmé con los mensajes cifrados con trece años, después de leer uno de los casos de Sherlock Holmes titulado El misterio de los hombres danzantes. A partir de ahí me entretuve en diseñar mis propios métodos de encriptación, que junto a una amiga perfeccionamos para transmitirnos mensajes "impenetrables" para el resto de los mortales. Nunca sabremos si alguien consiguió descifrarlos, pero para nosotros era muy divertido.
En los últimos tiempos, es más que evidente que los nuevos medios (Internet) y tecnologías (libro electrónico) comienzan a ganar terreno a lo más tradicional. Sabemos que eres de los que suelen conectarse a la red, que te atrae la interactividad online (como demostraste en Mundo arcano, novela que por cierto ya está disponible en formato digital) y estableces contacto con tus lectores vía email, pero nos gustaría saber qué opinión te merece la actual situación del mercado editorial, su creciente expansión y conexión con Internet, y el desarrollo de los nuevos métodos de lectura digital en dispositivos e-book.
Es probable que vivamos momentos de cambio, casi de revolución en el ámbito de la producción y difusión del libro, algo comparable a lo que supuso la aparición de la imprenta en el siglo XV. Ante ese advenimiento algunos se espantan y otros se entusiasman quizá demasiado, pero yo creo que es cuestión de adaptarse y buscar las ventajas de los nuevos medios, que son muchas. Y para los nostálgicos del papel (entre los que a veces todavía me sitúo) tampoco pasará nada: el soporte convencional convivirá de momento con los nuevos medios digitales y la transición será gradual. Al final, lo único que importa es que seguiremos leyendo. ¿O no?
Hasta la fecha, todas tus novelas han sido autoconclusivas, algunas hermanas de sangre como las que componen la conocida Trilogía Africana, pero siempre con historias y personajes totalmente nuevos y diferentes. ¿Tienes en mente algún proyecto más ambicioso, alguna historia que requiera más de un libro? Y en cuanto a tus novelas ya publicadas, ¿ves factible rescatar a algún personaje o incluso escribir segundas partes? Además, como colofón, a nuestros lectores les encantará saber un poco sobre tu próxima novela. ¿Alguna pincelada que se les pueda regalar?
La verdad es que tengo muchos proyectos, entre ellos una posible secuela de La sima del Diablo y una segunda parte (que en realidad sería casi una "precuela") de Las puertas de Ácronos. También tengo aparcado por ahí cierto borrador de una historia pensada para desarrollarse en un mínimo de tres libros. Pero lo más inmediato será una novela de ambientación africana, en la línea de las tres primeras, aunque en este caso con un elemento novedoso que prefiero no desvelar todavía. Ah, también tengo empezada una novela extensa (que según la moda de etiquetar habría que calificar de juvenil-adulta), con historias paralelas de un mismo personaje... Puf, ahora sólo necesito que el tiempo se dilate y los días tengan 96 horas.
Muchas gracias por tu atención. Ha sido un verdadero placer compartir estas letras contigo. ¿Te gustaría añadir unas últimas palabras?
Pues agradeceros el acceso que me habéis brindado al interior de vuestro templo, y de paso felicitaros por el resultado de vuestro trabajo. A propósito de puertas, ¿tenéis pensado lo que ocurrirá cuando llegue el número mil y se abra la última? Menos mal que faltan casi 82 años y quedan muchas puertas por abrir y disfrutar.