Se ha cumplido el décimo aniversario de la publicación de Por trece razones. ¡Felicidades! ¿Crees que en estos diez años ha crecido la concienciación en literatura juvenil respecto a historias sobre enfermedades mentales?
Sí, creo que ha crecido, porque también lo ha hecho en el mundo en general, y me parece que la razón tiene que ver con Internet y con el cyberbullying. Antes, se consideraba que el bullying era algo por lo que todo el mundo tenía que pasar al hacerse mayor. Sin embargo, el cyberbullying es distinto: el bullying tradicional te permitía olvidarte de ello cuando salías del colegio y te ibas a casa, pero ahora se sufre veinticuatro horas al día. Se sufre por Internet y no puedes salir de él, y eso lo hace aún más peligroso, especialmente para los adolescentes, que están empezando a aprender cómo enfrentarse a este tipo de situaciones. A los adultos les ha llevado bastante tiempo darse cuenta de que ahora las circunstancias son distintas, porque, por ejemplo, cuando yo iba al instituto no había Internet y no teníamos que preocuparnos por estas cosas. En el momento en el que los adultos se dan cuenta de que no pueden decir que es simplemente algo por lo que ha pasado todo el mundo, la situación cambia, porque empiezan a ser conscientes de que tienen que abordar el problema, tienen que afrontarlo. Creo que muchas veces la literatura juvenil, precisamente porque está destinada a los chicos jóvenes, trata algunos temas antes de que el resto del mundo comprenda las situaciones que viven los adolescentes.
¿Cómo fue hablar de temas como violación o suicidio en la literatura juvenil de entonces?
No estoy seguro de si en ese momento fue más difícil que hoy en día; tratar estos temas nos sigue resultando muy incómodo. Cuando empecé a escribir la novela, pensé que era importante hablar de ello, pero también estaba un poco nervioso, porque sabía que siempre que se escribe sobre un tema que genera incomodidad hay polémica. Y lo sabía porque muchos de mis amigos escritores ya habían abordado estas cuestiones en algunos de sus libros, así que era consciente de dónde me estaba metiendo, pero también sabía que precisamente por eso es importante hablar de estos temas, porque es difícil hacerlo. Una vez tomé la decisión de escribirlo, supe que tenía que hacerlo de forma sincera, para que a los adolescentes que lo leyeran no les diera la sensación de que me daba miedo el qué dirán.
Tras la serie, se ha hablado mucho de cómo Hannah Baker es una víctima más del machismo de nuestra sociedad: sufre violación, acoso sexual… ¿Es el patriarcado uno de sus asesinos?
Sí, creo que, sin duda, el sistema patriarcal contribuyó a lo sucedido, y esa es una de las razones por las que escribí esa escena como lo hice. La escribí para todo el mundo, pero también la escribí siendo consciente de que la iban a leer chicos, y quería que lo vieran. Tanto en el libro como en la serie se ve claramente que Hannah no dice «no» en la escena del jacuzzi. Cuando nos hacemos mayores, una de las cosas que nos enseñan es que cuando una chica dice que no, tenemos que escucharla, pero a veces, a raíz de ese sistema, a las chicas les da miedo decir que no. Entonces le corresponde al chico reconocer la situación. A veces ni siquiera tienes que oírlo, porque se nota cuando alguien no quiere hacer algo. Creo que el miedo que tienen muchas mujeres a enfrentarse a los hombres contribuye a ello y hace que sea difícil que los hombres y las mujeres se entiendan de verdad.
La venganza y la culpa han sido dos temas muy recurrentes en los debates que han rodeado esta obra. ¿Tenías estas palabras rondando tu cabeza cuando escribiste la novela, aunque fuera aquello que querías criticar y en lo que no querías caer?
Sí. No quería que Hannah fuese perfecta. Creo que si fuera perfecta, si hubiera hecho todo lo posible para conseguir ayuda y si hubiera tratado a todo el mundo de forma justa, se habría transmitido un mensaje erróneo. Pero no, al contrario, Hannah no es perfecta, como todos, porque nadie es perfecto. Así que, sí, creo que sí que había un matiz de venganza en su personaje, pero más allá de todo eso, creo que Hannah estaba siendo sincera, y que hacía lo que hacía para ayudar a la gente más adelante, aunque sí, sí que había un sentido vengativo en sus actos. Soy consciente de que muchas de las críticas que ha recibido la historia dicen que lo que hizo va a hacer daño a muchas personas, y es cierto, no creo que ella se parara a pensar en lo que estaba haciendo. Está muy bien que nos demos cuenta de ello: podemos tener empatía con una persona y con la situación que está viviendo, pero al mismo tiempo saber ver cómo sus actos hacen daño a los demás o, a veces, también a sí mismos. Hannah no es perfecta: hace cosas que complican su vida y está muy bien que seamos conscientes. Uno de los comentarios más positivos que he oído de la historia fue el de unos chicos adolescentes que tenían tendencias suicidas cuando leyeron el libro y que se identificaban con Hannah. Les gustaba el personaje, les caía bien y querían que viviera, y se dieron cuenta perfectamente de lo que hizo: apartar a la gente, ponerse las cosas difíciles a sí misma. Todo eso, por supuesto, les hizo mirarse a sí mismos y preguntarse: «¿qué estoy haciendo?». Todo el mundo cree que las cosas le pasan siempre a él, todo el mundo cree que es la víctima, pero incluso cuando nos suceden cosas, siempre podemos hacer algo para mejorar la situación. Muchos adolescentes me han dicho que esa fue su inspiración para intentar conseguir ayuda. Quizá habían dado algunas pistas de que estaban mal, pero al final todos queremos que la gente se acerque a nosotros. No obstante, a los demás a veces les cuesta percibir las pequeñas señales, así que, si lo estamos pasando mal, tenemos que asegurarnos de que la gente se dé cuenta, y creo que los libros son una manera muy buena de abordar estas situaciones. Una de las razones que hacen que los libros tengan tanta fuerza es que nos sentimos más seguros cuando hablamos de personajes ficticios que de nuestras propias vidas. Para mí, hay pocas cosas más bonitas que ver que los padres pueden sacar estos temas hablando del libro.
Clay tiene matices distintos en la serie que en el libro. Un ejemplo de ello es la escasa popularidad que tiene en la serie, pero también su actitud al enterarse del papel de Tyler en la historia de Hannah. ¿Cómo crees que este cambio afecta a la historia?
Sin duda, Clay actúa de forma distinta en la serie. No sé si en realidad él, como personaje, es distinto, porque en el libro lo vemos durante una sola noche, en la que lo está pasando muy mal por todo lo que está escuchando en las cintas. En la serie, como se desarrolla durante varios días, vemos cómo se va encontrando a la gente, su enfado, etc. Si hubiera decidido desarrollar la trama del libro durante varios días, habríamos visto cómo van surgiendo muchos más sentimientos. Por eso me alegré tanto cuando me dijeron que iban a plantear la serie de esa manera, porque, al principio, al empezar el libro, yo también iba a estructurarlo así: quería que Clay se encontrara con los otros personajes para ver cómo reaccionaba, pero al final decidí centrarme en contar una historia más íntima sobre Clay, porque el lector está dentro de su cabeza. En la serie, al contrario, no estamos dentro de la cabeza de un personaje concreto, y por eso me parece que es más apropiado plantearla así. Así que al final no me tocó a mí escribir esa versión, sino que pude ver cómo lo hacían otras personas.
También el papel de los padres es distinto: en la serie tienen un peso mayor. ¿Qué crees que aporta su aparición?
Creo que la serie tiene tanta fuerza precisamente porque salen los padres; para mí, es uno de los aspectos fundamentales. Aunque es distinto, claro: cuando yo estaba escribiendo el libro, era consciente de que lo iban a catalogar como literatura juvenil en las bibliotecas y en las librerías y, como lo sabía, lo escribí pensando en ese tipo de público, los adolescentes. Cuando eres adolescente, tienes dos mundos: el del instituto y el de casa, y para ti hay una separación clara entre ambos. Por eso Hannah no habla de sus padres en las cintas, y tampoco lo hace en la serie: aunque los veamos, ella nunca llega a hablar de ellos. En una serie, el tipo de público siempre va a ser más amplio y no va a incluir solo a los adolescentes. Además, añadir a personajes adultos también es bastante útil, porque así no solo oímos lo que tiene que decir Hannah en las cintas, sino que también podemos ver otras muchas escenas. Creo que ha sido muy importante incluir a los padres. Impacta mucho ver sus reacciones, sobre todo después del suicidio, porque es una forma de conocerlos mejor. Ver cómo los padres se enfrentan a sus problemas y ver lo mucho que quieren a su hija hace que la escena sea mucho más devastadora. Tanto en en la serie como en el libro, Hannah dice, y nosotros lo vemos así, que mantiene una relación bastante buena con sus padres, pero que, como ellos están teniendo algunos problemas con el trabajo, ella no quiere ser una carga más. Muchos adolescentes se sienten así, y por eso les cuesta abrirse a los demás, y en la serie se refleja las terribles consecuencias que puede tener esto en los padres.
Con el personaje del señor Porter, le das una vuelta de tuerca a los típicos docentes que apoyan a capa y espada al protagonista. ¿Por qué decidiste dar esta visión de la figura del profesor?
Esa es una de las pocas escenas del libro que está basada en una situación real. Cuando yo iba al instituto, había un departamento de orientación para los alumnos. Era un lugar al que podíamos acudir si no nos sentíamos cómodos hablando con un adulto de algún tema. Una vez, un compañero me pidió que lo acompañara, así que fui con él y me quedé todo el tiempo para apoyarlo. Como estaba allí, pude oírlo todo, igual que la conversación que mantienen Hannah y el señor Porter en el libro y en la serie. Mi amigo le estaba contando la historia al orientador objetivamente, tal como pasó, pero estaba pasando por alto sus sentimientos, la forma en la que lo ocurrido le estaba afectando. El orientador sabía que a mi amigo le había pasado algo malo, pero realmente no era consciente de lo mal que lo estaba pasando, y por eso la conversación no fluía, no se estaban entendiendo el uno al otro. Me acuerdo de que en ese momento pensé «si no digo algo, mi amigo se va a marchar de aquí pensando que él tenía razón, que los adultos no iban a entenderlo», que es lo mismo que piensa Hannah en ese momento. Pero en la vida real yo sí que pude intervenir y decirle a mi amigo que tenía que contarle la historia al orientador tal y como me la había contado a mí, y eso lo cambió todo. Sin embargo, Hannah no tiene esa oportunidad, así que ella se marcha pensando «lo sabía». Por eso, no creo que el orientador de Por trece razones sea una mala persona. En ese momento él pensó que estaba haciendo su trabajo y que no tenía por qué estar jugando a los detectives y obligar a alguien a que hable. Muchos orientadores me han ido diciendo a lo largo de los años que esa escena refleja muy bien el miedo que tienen de que alguien llegue a su despacho y que ellos crean que saben qué es lo que esa persona necesita, pero que en realidad necesite otra cosa. A mí no me parece que haya que culpar al orientador, porque está intentando hacerlo bien.
En la última escena de la novela, Clay ve a Hannah reflejada en Skye. ¿Por qué elegiste a Skye para ser el broche final de la novela?
Skye manifiesta muchas de las señales que tenía Hannah. Una de las preguntas que me plantean más a menudo es la de si Skye tiene inención de suicidarse, a lo que yo respondo que no lo sé. Creo que ese es en parte el mensaje de la historia: es imposible conocer la situación por la que está pasando alguien, así que lo único que podemos hacer es fijarnos en las personas que nos rodean, prestarles atención y asegurarnos de que saben que estamos ahí, que tienen nuestra atención. La función que desempeña Skye es reflejar la evolución de Clay. Él pudo ver todo lo que le estaba pasando a Hannah, pero no le ofreció su ayuda, porque ella no quería que lo hiciera. Skye, por su parte, es un personaje que también está mostrando algunos indicios. Clay no sabe exactamente lo que quiere hacer para apoyarla, pero sí sabe que, ahora más que nunca, es importante que Skye sepa que Clay está ahí, que le importa.
¿Por qué decidiste pasar del drama más descarnado de Por trece razones a las historias románticas de Dos vidas y Tú y yo, aquí, ahora?
Al terminar Por trece razones, intenté escribir algo similar, pero solo porque era lo que la gente esperaba que hiciera. Pensé que si a los lectores les había gustado, tenía que intentar hacer algo parecido. Pero no soy capaz de obligarme a escribir algo determinado. Sé que algunos autores sí que pueden, y yo lo intenté, pero la historia no funcionaba, no había puesto en ella toda la pasión que le había dedicado a Por trece razones; por eso, me dediqué durante un tiempo a buscar otras historias que me apasionaran tanto como ella. Sé que eso es algo muy difícil de conseguir y, como me dedico a esto, fue una decisión arriesgada, pero al final conseguí sacar historias de las que me sentía muy orgulloso, historias que me gustaban. Son muy distintas entre ellas, pero tienen en común que escribí todas ellas con la misma pasión. Me resulta muy divertido ver lo diferentes que son y, al mismo tiempo, todos los aspectos que comparten: el impacto que podemos crear en la vida de otra persona o en nuestro propio futuro, muchas veces de las formas más insospechadas. Todas esas historias abordan esas cuestiones, y, aunque yo no tenía intención de que compartieran esos rasgos en común, me hizo mucha gracia reparar en ellos mientras las escribía.
En Tú y yo, aquí, ahora Emma y Josh, en 1996, acceden a sus páginas de Facebook del futuro. ¿Qué veríamos si ahora mismo consultáramos tu página de Facebook de dentro de quince años?
No lo sé. Escribí Tú y yo, aquí, ahora junto a Carolyn Mackler, y hablamos mucho de este tema durante el proceso de escritura. Todo el mundo piensa que si pudiera ver su futuro, lo haría sin duda, y nosotros también éramos de esa opinión, pero una vez nos pusimos a escribir la historia, ya no estábamos seguros de si de verdad querríamos verlo. Además, si pudiéramos saberlo, no disfrutaríamos del momento, porque estaríamos siempre preocupados por cómo van a acabar las cosas. Fue un tema del que hablamos mucho. La verdad es que no sé si querría ver mi futuro Facebook, sobre todo teniendo en cuenta que hace diez o quince años jamás habría imaginado que en un futuro iba a estar en España, respondiendo entrevistas. Si lo hubiera sabido, me habría asustado muchísimo, porque por entonces era muy tímido y pensar en que iba a tener que viajar por todo el mundo para hablar en público… me habría sentido intimidado.
Escribiste Tú y yo aquí, ahora con Carloyn Mackler, y este otoño publicas Piper con Jessica Freeburg. Tras estas dos experiencias, ¿con qué autor o autora te gustaría escribir?
Sí, hay muchos autores y ya he hablado con algunos de ellos para plantearles la posibilidad de trabajar juntos algún día. Antes de escribir Tú y yo, aquí, ahora, pensaba que me resultaría imposible escribir con otra persona: me gustaba hacer las cosas a mi manera y me habría resultado muy difícil compartir el proceso creativo con otro autor. Pero al final me lo pasé muy bien escribiendo esa novela, porque me encanta la historia y la idea principal. Cuando Carolyn me preguntó si me gustaría trabajar con ella, no teníamos nada pensado, la idea se nos ocurrió juntos y nos apasionaba a los dos por igual. Cuando encuentras una idea así y respetas el trabajo del otro autor, te lo pasas superbién durante el proceso creativo, porque los dos estáis esforzándoos por contar la mejor historia posible. Por eso, no importa a quién se le ocurra una idea determinada: si es la mejor idea que habéis encontrado, seguís adelante con ella. Con Jessica, la situación fue idéntica: nos lo pasamos muy bien buscando la historia que ambos queríamos contar. Así que sí, sin duda, hay muchos autores. Me encantaría trabajar con Jennifer Nieven. Nos hemos hecho muy amigos y ya hemos hablado un poco de ello. Mientras sea una historia que ambos tengamos ganas de contar, será genial.
En Dos vidas, Sierra, la protagonista, viaja cada navidad a California y el resto del año lo pasa en Oregón. Está dualidad se puede observar en el pasado de Hannah y en el presente de Clay en Por trece razones y, viceversa, en el presente en 1995 de Emma y Josh y en el futuro que observan en Facebook en Tú y yo, aquí, ahora. ¿Qué te atrae de esta situación donde los personajes están en dos tiempos o lugares al mismo tiempo?
No hay ninguna razón particular para haberlo hecho así. Como he dicho antes, me hace mucha gracia encontrar este tipo de similitudes en historias que son tan distintas. Las he percibido y no sé a qué se deben. Cuando se me ocurre una idea para una historia, empiezo a buscar cuál es la mejor forma de contarla. Eso fue lo que pasó cuando Carolyn y yo empezamos a trabajar juntos: no teníamos por qué incluir a dos personajes distintos, pero nos pareció la mejor forma de contar la historia, sobre todo si los dos pueden acceder a sus perfiles de Facebook del futuro, para ver qué opinan de sus respectivos futuros, porque a él le gusta lo que ve y a ella no. Hay muchas otras historias con las que no voy a poder hacer eso, porque seguro que habrá mejores formas de contarlas, pero creo que siempre hay más conflicto si se desarrollan dos líneas argumentales a la vez. Por eso, no solo hay que buscar la mejor manera de contar una historia determinada, sino también la forma más dramática de hacerlo. No había visto claro que esta tendencia que tengo se aplicara también a Dos vidas, pero, ahora que lo comentáis, es cierto.
Finalmente, ¿qué te hubiera gustado que te preguntaran en estos diez años desde que se publicó Por trece razones?
No lo sé. Llevo diez años haciendo esto, no sé si hay algo que aún no me hayan preguntado. Por ejemplo, la gente habla mucho de lo diferentes que son todas mis novelas. Como he dicho antes, al terminar Por trece razones, intenté escribir algo parecido, y cuando empecé Tú y yo, aquí, ahora me sentí muy orgulloso de que fueran historias tan distintas, porque creo que es muy positivo leer todo tipo de libros, y es muy fácil hacerlo. A mí a veces me pasa que después de leer un libro que me ha gustado, me apetece leer otro que sea muy parecido, y eso está bien, cualquier cosa que haga que la gente lea está bien. Pero también es muy positivo leer cosas distintas. Cuando la gente termina de leer Por trece razones, a lo mejor opta por leer otro libro del mismo autor porque piensa que van a ser parecidos y, una vez lo lea, pensará «Hala, este libro es muy distinto. Normalmente no leo novelas así». Y quizá eso les empuje a leer libros que normalmente no leerían. Me pasó lo mismo cuando empecé a trabajar en Dos vidas, que es una novela romántica pura y dura. Creo que gracias a esto la gente puede estar más dispuesta a leer otro tipo de historias. Estoy muy orgulloso de eso y me gusta que sea así.