Poeta, dramaturga y novelista, Kiran Millwood Hargrave nació en Surrey en 1990 y, actualmente, reside en Oxford. Allí cursó el máster de Escritura Creativa tras, previamente, haberse graduado en Literatura Inglesa y Magisterio por la Universidad de Cambridge. Su novela debut, La chica de tinta y estrellas, se ha publicado en cerca de veinte países y en 2017 ganó tanto el Waterstones Children’s Book Prize como el British Book of the Year en la categoría infantil. En 2023, con ya nueve novelas a sus espaldas, Millwood Hargrave ha sido electa miembro de la Royal Society of Literature.
Por el momento, solo en lo que a prosa se refiere, has escrito dos libros para público adulto, varios middle grade e incluso una novela juvenil. Ahora, en tu cabeza, ¿qué se antepone, la historia —como idea, sin importar el público objetivo— o, por el contrario, piensas en primer lugar en a quién va a ir dirigida? ¿Ha habido alguna excepción a la norma?
Oh, sin duda lo primero. Es siempre la idea la que determina el público, y es por eso mismo por lo que, desde que escribí mi primera novela, he querido hacer caso a mi intuición y dirigirme allá donde me ha apetecido en el momento. Y es una maravilla haber podido hacerlo porque, como es lógico, a los editores les interesa que crees una marca propia, pero es genial que la mía venga a ser en cierta forma yo misma y hacer un poco lo que me venga en gana.
Así pues, me suelo plantear qué es lo que todas mis obras tienen en común, y creo que aquello que está presente en todas es un hondo sentido de pertenencia a un lugar. Es algo que puede percibirse en cada una de mis historias, pero, quitando eso, también adoro dejarme inspirar por aquello que veo. Soy una escritora muy visual. Acostumbro a decir que, cuando escribo, es como si estuviera viendo una película en mi mente y, a continuación, pusiera por escrito lo que acontece, o bien presenciando sucesos históricos, como ha sido el caso de mis dos primeras novelas para adultos. También me encanta, como hice en mi debut, partir de algo real (en dicho caso la isla de Tenerife) y darle la vuelta, añadiéndole cierta magia; básicamente consiste en coger cosas reales y alterarlas de forma que ese elemento de fantasía pueda tener cabida.
La franja middle grade no es fácil. En tus novelas de esta categoría, nos tienes acostumbrados a narrarnos de forma esplendorosa el viaje de una heroína, en el que no solo hay acción constante, sino que también hay cabida para la reflexión interna y la evolución de la protagonista. La pregunta que te queremos hacer sin embargo es: ¿crees que la gente, los adultos, infravaloran a los lectores más jóvenes?
Oh. Desde luego. Creo que, si no se está en contacto constante con gente más joven que te lleva la contraria, es fácil olvidarse de que a su edad tú mismo tenías una vida interior tan rica. Cada ápice lo es, igual que ahora, puede que ciertas preocupaciones, como los impuestos o el sexo, no estén presentes, pero sigue habiendo una gran cantidad de elementos realmente puros y poderosos. Y es en dichos momentos vitales durante los que se pueden situar las historias más atrevidas, ya que a dichas edades se tiene la sensación de que hay mucho en juego. Se trate de lo que se trate (salvar una isla o una amistad, por ejemplo), el niño o la niña lo percibe como un riesgo altísimo.
Por lo que sí, creo que la gente infravalora a los lectores más jóvenes y que, además, acostumbran a ser condescendientes con ellos y los menosprecian; en mi caso, hago un esfuerzo consciente para no hacerlo. Por ende, hago uso de lenguaje complejo, de un lenguaje lírico bastante poético, porque si un niño no entiende una palabra, siempre puede buscarla o preguntar a un profesor o familiar su significado. Me gusta recibir con los brazos abiertos a mis lectores y tratar de acompañarlos a través de la historia y elevarlos, en lugar de situarme en una especie de pedestal.
Tu debut, La chica de tinta y estrellas, fue un gran éxito no solo en el Reino Unido, sino también a lo largo y ancho del mundo —se tradujo a multitud de idiomas— y resultó ganador del Waterstone Children’s Book Prize, entre otros muchos reconocimientos. La publicación en Reino Unido de la edición especial ilustrada y la (ahora congruente) línea de cubiertas de tus posteriores novelas para público infantil evidencian que La chica de tinta y estrellas sigue estando muy presente en el mercado editorial británico. ¿Qué piensas acerca de esto? ¿Alguna vez te imaginaste que tu primer libro publicado tendría tal acogida?
¡No! [Kiran se ríe]. En un primer momento, no tenía otra expectativa que escribirlo y después, una vez se publicó, fue como «OK. Conseguido. Está en la calle». Y siendo sinceros, mi editor/a tampoco pensaba que fuese a ser lo exitoso que acabó siendo: recuerdo que un par de años después de que se publicase me dijo que el presupuesto acordado para la campaña de marketing de la novela fueron unas seiscientas libras, por lo que no se esperaba que llegase a ser el gran libro del año. Y realmente fue gracias a los libreros que la novela logró llegar a los lectores; fue gracias a Waterstones, sí, pero también a los empleados de las librerías independientes que lo acogieron en su corazón y corrieron la voz.
Es cierto que ganar el premio me cambió la vida. Desde entonces he podido vivir solo de la escritura (es mi trabajo a tiempo completo) y he tenido la oportunidad de correr ciertos riesgos, como por ejemplo no verme en la obligación de escribir otro libro de fantasía justo después de un primer libro tan exitoso en ese género. He ido como tejiendo mi camino, el que yo he decidido.
Creo que cuando tu primer libro publicado es tu libro más exitoso, nunca es fácil, porque ¿qué paso das a continuación? Cuando ocurre, la meta que hasta entonces tenías cambia y tus objetivos se agrandan. Lo que intento hacer (y no siempre lo consigo) es recordarme el privilegio que es el simple hecho de que te publiquen y que haya libros escritos por ti que, por el hecho de estar publicados, puedan llegar a encontrar a los lectores a los que van destinados.
Como no tenía expectativa alguna, todo el alboroto que supuso fue una muy grata sorpresa. Ahora, cuando empiezas a esperarlo, tienes la sensación de que todo cuanto haces es un fracaso. Porque es algo que en muchas ocasiones (y ojalá que no sea ese mi caso) pasa solo una vez en la carrera de un autor. Creo que mi mayor conflicto es, no obstante, el que no se trata de mi mejor libro, porque fue el primero; lo escribí al poco de cumplir los veinte, como quien dice estaba aprendiendo a escribir con él. Y opino que mi mejor libro siempre es el más reciente, y que siempre va a ser así, porque la escritura es un oficio, un arte, y por ello se presupone que, con suerte, voy a ir mejorando con el tiempo. Eso es lo que me genera conflicto: adoro La chica de tinta y estrellas y estoy muy agradecida por lo que supuso, pero supongo que confío en que guíe a los lectores hacia otras de mis obras, que no se queden ahí. Pero, por supuesto, estoy inmensamente agradecida por la acogida que tuvo.
Hace nada hemos mencionado tus novelas middle grade para público más juvenil que infantil, o sea, aquellas con un rango de edad de +10 en vez de +8. Ejemplos de este segundo grupo son Julia y el tiburón, (publicada aquí en España por Bambú), y Leila and the Blue Fox, títulos que además ha ilustrado Tom de Freston, tu marido. ¿Cómo fue el proceso de trabajar juntos en dichas obras?
De hecho, Tom está ahora mismo arriba en la habitación cuidando de nuestra pequeñina.
Estábamos preocupados, porque no queríamos que afectara a nuestro matrimonio, ya que trabajamos de formas muy distintas. Solemos decir que, trabajando, Tom es como un buey o una vaca: le agrada levantarse a diario y arar el campo. Es muy estricto y disciplinado. Yo por el contrario soy como un gato: me gusta dormir, comer... y ya a su debido momento, de vez en cuando, me lanzo a la acción. Son dos estilos muy opuestos, aunque lógicamente tenemos un gran respeto por el trabajo del otro; eso mismo, de hecho, es una de las cosas que nos unió.
Así pues, aunque al principio estábamos nerviosos, cuando surgió la idea de Julia y el tiburón, supimos que era algo en lo que no podíamos trabajar con ninguna otra persona que no fuera el otro. Y en realidad, fue una verdadera bendición, funcionó a las mil maravillas. No discutimos ni una sola vez. Fue increíble, maravilloso incluso porque, cuando te pones a escribir un libro, el proceso puede llegar a resultar bastante solitario; pasas mucho tiempo viviendo sola dentro del mundo de la historia, hasta que llega el momento en que ve la luz y es entonces al fin cuando puedes compartirlo con los lectores. En el caso de esta novela, construíamos el mundo a la par, pudimos vivir dentro de él juntos y también familiarizarnos con los personajes y tomar decisiones respecto a la trama juntos. Todo (a pesar de que yo soy incapaz de dibujar) fue una decisión conjunta; yo le daba feedback y él a mí también. Fue un proceso muy enriquecedor y estimulante, y esa es precisamente la razón por la que hemos decidido colaborar en más libros. Dentro de un par de años se publicará un tercer libro conjunto, así que sí, funcionó de maravilla. Estamos muy contentos.
Aquí en España, The Mercies lleva por título Vardo: La isla de las mujeres y el título de tu segunda novela publicada es La isla del fin del mundo, que sigue el mismo patrón. ¿Qué es lo que tienes con las islas?
[Se ríe]. Me encantan como recurso narrativo, porque, a un nivel muy básico, hace que a los personajes les resulte muy difícil escapar. Dentro de mis libros, los personajes se hallan a corta distancia, en pequeñas islas. Sobre todo en Vardo, que es una isla real en la que ir de un punto al otro de la misma le lleva una persona unos veinte minutos andando. La isla se vuelve un microcosmos de la sociedad, porque lo que más me interesa son las relaciones personales individuales y las sociedades pequeñas. Los conflictos políticos, a escala nacional, me interesan menos. No es algo en lo que destaque; lo que se me da bien son los conflictos más intimistas, por lo que, en cierta manera, es una forma de hacer un poco de trampa para que nada del exterior interfiera: no hay guerras fronterizas y favorece la existencia de una cultura muy sólida, y además cada isla que cito cuenta con una cultura propia muy particular, que se ha conservado gracias a que el territorio está rodeado por el mar y también por el hecho de que los habitantes se hallan, en particular, históricamente, atrapados juntos en dichos lugares.
Y también está el hecho de que las islas suelen convertirse en crisoles, dado que la gente emigra a ellas desde muchas partes del mundo. Por ello, para mí es una forma ideal de contar la historia que deseo contar sin meterme en complicaciones de asuntos que no me interesan.
Tanto el lenguaje como el folclore son elementos clave en tu obra, pero también lo son los personajes y su salud mental. ¿Te importaría hablarnos un poco más de todos estos aspectos?
Para mí, cuerpo y mente son inseparables. He tenido muchos problemas de salud mental y escribir fue lo que me sacó del pozo, y cuando tomé cierta distancia de mis problemas, me di cuenta de que quería explorarlo de una forma más certera en mi obra, como en el caso de Julia y el tiburón. Me gusta pensar que tanto Julia como su madre son yo, soy ambas, una entonces y una ahora. Lo que quise explorar fue si podía llegar a ser una buena madre y al mismo tiempo padecer una enfermedad mental. Y resulta que sí que puedo; soy buena madre. También tiene que ver con el hecho de que los mayores conflictos son los internos; además, muy a menudo nos impedimos ser quienes en realidad somos, vivir de la forma más auténtica. Así pues, es una especie de botín infinito de conflictos narrativos, la tortuosa vida interior de cualquiera a quien quiero.
Os habréis dado cuenta de que en mis libros siempre me centro en los personajes que, en las historias convencionales, serían por lo general los secundarios, porque me interesa más la gente en la que no acostumbramos a centrarnos. Me llama mucho más la atención la gente normal y corriente que resulta extraordinaria que las personas extraordinarias que hacen cosas extraordinarias. Cada vez me atrevo a ir más lejos, cuanto más cómoda me siento, porque en mi opinión requiere de una gran destreza y talento y porque, a fin de cuentas, es una esfera delicada. Pero eso no quita que crea que es importantísimo, en especial para los lectores jóvenes, porque hay lectores jóvenes que padecen problemas de salud mental y no deja de ser mejor toparse con ello en un libro y ver que se habla de ello, que se pone por escrito, en vez de la vergüenza y la oscuridad (no dejar que vea la luz); introducirlo en los libros infantiles es vital, porque no deja de ser una realidad. Y siempre hay que hacer ver que hay esperanza.
La isla del fin del mundo y Vardo transcurren en el pasado y se ambientan en lugares reales mientras que La chica de tinta y estrellas y sobre todo Más allá del invierno albergan mundos inventados. ¿Cómo te enfrentas a la escritura de una novela histórica en contraposición a la de una con un mundo o lugar inventado?
Buenísima pregunta. Siempre empiezo de la misma forma: escribo un primer borrador de manera completamente instintiva y dejando que los personajes se antepongan a la trama. Poco importa que lo que esté escribiendo sea un personaje imaginario o uno que esté basado en alguien que pudo llegar a existir; en mis novelas, el cuerpo de todos ellos es igual, experimentan igual, sienten hambre o alegría de la misma forma. Así pues, ese primer borrador lo escribo desde el cuerpo. Adoro el proceso de escribir un primer borrador y me siento un poco como una especie de tiburón cuando lo hago: debo seguir nadando o de lo contrario me ahogaré. En mi experiencia personal, el primero de los borradores es pura diversión y aventura. No me hago ningún tipo de escaleta (que quizá debería, una muy simple, aunque solo fuese), sino que acompaño a los personajes, que atienden a sus deseos y necesidades, para ver adónde nos llevan. Ya en el segundo borrador, si se trata de una ficción histórica, ese es el momento en que me obligo a investigar y es cuando me percato de la cantidad de errores que he cometido. En el primer borrador de Vardo, por ejemplo, los personajes quemaban leña en las chimeneas y también bebían té, y resulta que no hay árboles que crezcan tan al norte por lo que no había leña que pudieran quemar; lo que prendían eran semillas y lo que bebían, en vez de té, era cerveza baja en alcohol y cosas similares.
Es en el segundo borrador donde comienzo a entretejer la realidad con la ficción, y si parto de cero, porque es un mundo inventado, es entonces cuando consolido la mitología, ya que ha de dar la sensación de que es real. Incluso aunque me lo esté inventado todo, está el tema de las historias fundacionales: deben de existir narraciones que den la sensación de que podrían haber formado la historia que se está contando y también la persona que la protagoniza y el lugar en el que se halla. Por lo tanto, hay muchas cosas que se quedan fuera de los libros, pero es en esta segunda etapa cuando el manuscrito crece considerablemente porque es el momento en que añado todos los detalles. Y ya el tercer borrador consiste en recortar y dejar aquello que es importante para los personajes, porque en especial los lectores jóvenes no van a andar aguantando páginas y páginas de qué es lo que se utilizaba para encender una hoguera. Lo que realmente les interesa es aquello que el personaje necesita y, como es obvio, para sobrevivir, una persona necesita fuego; pero a los lectores no les hace falta conocer la historia tras el fuego en dicha isla, cuanto necesitan saber es cómo van a hacerse con ello los personajes. Ahí lo tienes.
Sí, son un montón de borradores. La chica de tinta y estrellas fue el libro que más borradores tuvo; fueron diez, pero lo normal suelen ser unos tres o cuatro, así está bien.
Si hay algo de lo que podemos dar fe es que cuando uno acaba de leer un libro tuyo, la persona en cuestión abandona ese mundo con la lección aprendida de que la amabilidad es un aspecto clave para moverse por el mundo real. ¿A qué crees que se debe?
Considero la amabilidad un concepto completamente fundamental y bastante radical viviendo como vivimos en un mundo que nos enfrenta los unos a los otros. No quiero ponerme muy política, pero, como ya sabréis, el capitalismo existe por la falta de recursos y la competitividad, porque hay quienes tienen y quienes no. Es algo que está especialmente presente en los libros infantiles, pero también aparece en mis novelas adultas, porque soy alguien que piensa que, siempre que podamos absorber la empatía tanto en los libros como en la vida real, podemos decir que vamos ganando; conservamos nuestra humanidad. Y la gran mayoría de la gente tiene dicha capacidad, solo que se nos encasilla dentro de estructuras inhumanas. Conseguir conservar una cierta delicadeza en un mundo que quiere que seamos hoscos es, desde mi punto de vista, una hazaña de una gran valentía. Así que sí, la amabilidad y la empatía son para mí cualidades que comportan acciones valientes, vitales y esenciales, y es algo que he plasmado en todos mis libros.
No solo eres una magnífica novelista, sino que además eres una laureada poeta y dramaturga. ¿De qué forma estos dos géneros, poesía y teatro, impregnan tu prosa?
Me siento todo un fraude cuando alguien menciona mi poesía, porque hoy día tengo la sensación de que pertenece a otra vida distinta. Empecé escribiendo poesía (fue lo que hice antes de lanzarme a escribir novelas); fui a la universidad para estudiar poesía y salí de ella escribiendo prosa. Y en realidad las piedras angulares de cómo me enfrento a la prosa radican en la poesía: no me ando con chiquitas cuando tengo que editar lo que escribo; no tengo problema en deshacerme de algo que no funciona, por bonito que sea; meto tijera y sacrifico lo que haga falta en aras de la historia.
Cuando eres poeta, es algo que te toca hacer, porque te puedes pasar meses trabajando en un poema y de pronto te das cuenta de que solo puedes salvar un verso. De ahí que te acabes acostumbrando a abrirte en canal a la hora de la escritura para luego, cuando toca editar, tener que sacarte el corazón y apuñalarlo. La poesía también me ha hecho que sea muy agradecida, porque —no sé si os ha pasado alguna vez el dar un recital de poesía y que en el público haya una sola persona y que esa persona sea vuestra madre, porque a mí sí—, ahora, con que haya simplemente más de dos personas en el público, lo doy todo. Si solo hay dos, les digo «oye, vamos al pub a tomarnos algo, porque esto no va a funcionar». Pero, ya sabéis, que a fin de cuentas es una industria rara y antigua y nada está garantizado, y la poesía me ha enseñado la importancia intrínseca de escribir, el valor de la escritura en oposición al valor comercial. Estoy muy pero que muy agradecida de poder vivir de esto, pero también sé que es algo que necesito hacer porque le hace bien tanto a mi alma como a mi corazón, y fue la poesía la que lo empezó.
Y en lo referente a la dramaturgia… los diálogos para mí son superimportantes. En literatura infantil especialmente es mucho mejor poner la información en boca de los personajes que proveerla de una forma muy bella por el simple hecho de que eres escritor y que estás orgulloso de tu pluma. Pero hay veces que es mucho mejor dejar que sea alguien quien diga ciertas cosas, así que eso creo que es lo que he aprendido de la escritura teatral: despojar el texto de artificios.
Y espero ampliar estas destrezas. Ahora mismo me encuentro escribiendo el guion para la adaptación de La chica de tinta y estrellas y, pese a ser algo muy distinto, es un proceso muy divertido. Básicamente eso: confío en continuar aprendiendo y espero algún día regresar a la poesía, pero se alberga en una parte muy distinta de mi cerebro, por lo que ahora mismo todo está al servicio de la prosa.
The Deathless Girls fue tu debut dentro de la literatura juvenil, ahora, a pesar de haberse publicado en 2019, todavía no se ha traducido al castellano. ¿Cómo lo venderías para que llamase la atención de las editoriales?
[Kiran vuelve a reírse]. Pues The Deathless Girls básicamente viene a ser el origen de la historia de las esposas de Drácula. En la novela de Bram Stoker, se las menciona en un par de páginas y aparecen bastante sexualizadas. Y para toda representación de ellas en las películas se utiliza arquetipos como el de Monica Belluci: mujeres bellísimas que aparecen en la historia para seducir al hombre y que son un accesorio pasivo.
Hachette se puso en contacto conmigo. Bueno, de hecho, me encargaron escribir la novela para el proyecto Bellatrix; querían autores que cogieran los clásicos y los reescribieran desde una perspectiva feminista. Y en cuanto me lo propusieron, mi mente se fue directa a las esposas de Drácula. Me generaban muchísima curiosidad, cómo llegaron a convertirse en tal cosa… Así pues, empecé a indagar en el mito de Drácula y di con todo el tema de los strigoi y que Vlad, el empalador, tenía en su posesión a muchos esclavos romanís, los cuales proceden originariamente de Roma, en concreto de la misma región de la que procede mi familia. Por eso, me resultó obvio que fueran romanís; en el original, se dice que dos tienen la piel muy oscura y una más clara. De ahí que, de inmediato, las dos con la piel más oscura se convirtiesen en personas de origen indio y nómada.
La historia trata de dos hermanas, Kizzy y Lil, que se encuentran en la víspera de su «despertar divino», que es cuando van a descubrir que les tiene deparado la vida; el campamento en el que habitan será arrasado y a ellas las tomará como prisioneras un señor feudal. A ello se suma que Kizzy cuenta con una belleza excepcional mientras que Lily no; ella es normal, así que, por supuesto, es la narradora, y más adelante ambas acaban en el castillo de Drácula. Pero es una obra muy sensual; hay lectores que entran a ella esperando una historia de vampiros, y los hay, solo que al final. Es en realidad una novela sobre dos hermanas que han de aprender quiénes son separadas la una de la otra. Sobre entrar en contacto con la fuerza interior de una misma y cómo eso puede tomar una apariencia muy distinta de la esperada.
La publicación de In the Shadow of the Wolf Queen, la primera entrega de la que va a ser tu primera trilogía —the Geomancer Trilogy—, es el siguiente escalón en tu carrera. ¿Cómo ha sido el proceso y en qué punto te encuentras con respecto a ella?
Estoy muy emocionada respecto a dicho proyecto. No me puedo creer tan siquiera que al fin pueda empezar a hablar de él. Llevo unos diez años soñando que llegara el momento, y fue hace cinco cuando empecé a pensar seriamente en escribirlo. Se basa en la magia de tierra y todo lo que la compone, toda la magia que hay en ella es posible, así pues, vienen a ser o bien cosas que han sucedido en el pasado, cosas que ocurrirán o cosas que pueden llegar a pasar basadas en la naturaleza y el mundo natural. De tal forma, aunque las cosas que tienen lugar pueden llegar a resultar extraordinarias, hay una base científica para cada una. Esa fue una limitación muy interesante que ponerme a mí misma.
La trilogía trata sobre una chica, venida de los bosquecillos, cuya hermana (por razones que se desconocen) es secuestrada por la Reina Lobo. Así pues, la joven se embarca en una aventura para tratar de rescatarla. Hay, además, un mapa que va a ir expandiéndose a medida que avance la saga: primero aparecen las islas, basadas en Gran Bretaña; luego, el siguiente mapa contendrá esta Gran Bretaña y también Escandinavia, y ya, por último, el tercer mapa se extenderá hasta llegar a Grecia. De forma que el mapa va creciendo al mismo tiempo que mi protagonista, Isolda, va descubriendo el mundo.
In the Shadow of the Wolf Queen es mi mejor libro, no me cabe duda. Tengo escritos ya los dos primeros; tenía la intención de escribir los tres antes de que naciese mi niña, pero no me dio tiempo puesto que nació antes de que tuviera oportunidad de escribir el tercero. Pero lo voy a escribir cuando vuelva de la baja por maternidad a finales de agosto, y tengo muchísimas ganas. He puesto mi corazón y mi alma en la trilogía y de verdad espero que encuentre editorial aquí en España, para que pueda volver a hablar de ella. Creo que está repleta de mucha imaginación y mucho amor.
Hasta aquí llegan nuestras preguntas. Muchísimas gracias, Kiran.
¡Qué maravilla! ¡Muchas gracias, Daniel!