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Entrevista a...

Marta Álvarez

El Templo #95 (Agosto-Septiembre 2023)
Por Pablo G. Freire
700 lecturas
Marta Álvarez (Zaragoza, 1994) lleva casi toda la vida volcada en la divulgación literaria. En 2017 se estrenó como autora con Mystical, una saga de Magical Girls que, tras seis novelas repartidas en dos arcos, un spin-off y hasta un libro de arte, está a punto de llegar a su fin con Dark Mystical 3. También es la autora de Escuela de villanos y, junto a Iguazel Serón, ha publicado Héroes de cobre y Seda blanca, fuego malva, ambas ambientadas en un mismo universo de fantasía. Ahora, además, también trabaja como editora en un sello de literatura infantil y juvenil.

 

Han pasado casi seis años desde que publicaste Mystical. El despertar de la magia, tu primera novela y el inicio de tu saga más longeva. ¿En qué punto te encuentras ahora como escritora?

Pues estoy en un momento de pausa, comparado con el ritmo que llevaba cuando empecé: publicaba dos novelas al año, y la verdad es que para alguien que pasó de cero a eso es un cambio bastante grande. No notas lo acelerado que es ese ritmo para una no profesional, hasta que paras un poco y dices: «ostras, antes en un año hacía todo esto». Y ahora como también empecé a trabajar de editora, siempre en infantil y juvenil, he tenido que parar un poco para poder compaginar ambas cosas sin volverme loca.

Está en proceso el que va a ser el último libro de Mystical, el tercero de Dark Mystical, y aparte de eso tengo otros proyectos abiertos e ideas, pero ninguno demasiado empezado porque... entre Dark Mystical 3 y mi otro trabajo a jornada completa tampoco me da para mucho más.

Ya que lo mencionas: después de años trabajando como escritora y como lectora editorial, ahora, además, eres editora. ¿Qué te ha aportado esta nueva perspectiva del trabajo editorial?

Quiero pensar que me ayuda a empatizar con los autores, porque yo soy en muchos aspectos el peor tipo de autora. Soy muy pesada, muy puntillosa, me gusta que me informen de todo, poder ver todo lo que se va a cambiar... y claro, para un editor lo chulo es que el autor se involucre, pero que llegado cierto punto te deje hacer tus cosas, porque es mucho más rápido y siempre tienes los tiempos muy medidos. Como editora, en el momento piensas: «ojalá pudiera ir más rápido y me dejaran hacer y deshacer», pero a la vez entiendes perfectamente que el autor tiene todo el derecho del mundo a querer saber todo lo que se está moviendo alrededor de su obra. Obviamente, cada autor es distinto. Hay autores a los que no les gusta que su editor les sugiera ningún cambio, y otros, como yo, que no se sienten seguros hasta que no reciben alguna sugerencia de mejora, porque ningún libro es perfecto. Para mí que un editor me señale cosas significa que lo ha leído con atención.

Creo que, de toda la empatía que yo tengo como editora, el 50% viene de que sé lo que es estar al otro lado recibiendo un editing, recibiendo sugerencias; sé lo que gusta oír y lo que no. Cuando ya has trabajado con un escritor aprendes cómo le gusta recibir el feedback, pero creo que de primeras me dio cierta seguridad saber que, al margen de las peculiaridades de cada uno, hay cosas que todos tenemos en común.

Volviendo otra vez a Mystical: la saga bebe del imaginario de las Magical Girls, un género de manga y anime que también ha tenido mucha influencia en occidente. ¿Cuáles consideras que son las claves de estas historias y cuáles fueron tus referentes a la hora de escribir Mystical?

Para mí el referente claro son Las Witch (no confundir con Las Winx). Generacionalmente, creo que Las Witch era EL referente, en cuanto a cómic desde luego. Obviamente en anime había otros, como Sailor Moon, pero yo siempre fui más de escrito que de audiovisual. De hecho, lo que yo quería era evocar en las lectoras y los lectores objetivos de Mystical la misma magia que yo sentía, la misma fantasía; soñar, darme historias para jugar con mis amigas... conseguir despertar esa sensación en quien me leyera con una historia que fuera diferente. Sentí muchas ganas de releer todo Las Witch, porque por supuesto conservo todos mis cómics, pero no lo hice, porque iba a ver cosas chulísimas que no recordaba y sería muy tentador intentar aprovecharlas. Con cada idea que se me ocurría, pensaba: «¿Es esto original, o estoy copiando sin darme cuenta Las Witch? ¿Había algo en Las Witch que era exactamente esto, o se me ha ocurrido esta idea porque realmente la historia la pide?».

Y retomando lo que decías de las claves de este género, está la magia y la estética de los trajes, las herramientas y gadgets especiales, el hecho de que cada chica tenga su propia personalidad y eso se vea reflejado en que cada una tiene su set de poderes particular. Para mí parte de la gracia está en remarcar la figura femenina o adolescente, y por eso los poderes de cada una son distintos: porque todo en ti es diferente. Todo lo que te da la magia sirve para remarcar lo que tú tienes de especial y lo que cada una de vosotras tiene de especial. Por eso, para mí en Mystical es muy importante el tema de la amistad. Son historias de fantasía, pero lo principal es la amistad y la personalidad de cada chica. Quizá sea un poco contradictorio, pero es remarcar lo distinto de cada una y a la vez su fuerza como grupo.

Desde Mystical hasta Escuela de Villanos, el humor está en el centro de muchas de tus novelas. Esta es, posiblemente, la huella más visible, más divertida y también más personal de la autora tras la cortina. ¿Cómo definirías tu sentido del humor? ¿De qué forma te sirve esta herramienta para conectar con tus historias y tus lectores?

Mi humor es un humor muy tonto de una manera muy indirecta. Me gusta mucho meter referencias a cosas reales, parodiar personajes reales... Me gusta mucho hacer sátira de situaciones, desafiar lo que es un cliché en el género y burlarme un poco de ello. Combino mucho eso con, directamente, chistes malos de toda la vida.

Y es curioso porque cuando empecé a escribir Mystical era lo primero que hacía de middle grade, y hasta entonces escribía las típicas historias muy intensas, que también me gustan y tienen su cabida (por ejemplo, Héroes de cobre o Seda blanca, fuego malva los catalogaría como ese tipo de historia), pero no me veía escribiendo middle grade en absoluto, aunque me gustaba leer middle grade divertido tipo Percy Jackson, Alcatraz... Así que me hace ilusión haber conseguido que ese sea un elemento representativo de mis historias, porque creo que una novela middle grade tiene que ser sobre todo divertida.

¿Dirías que ese, el humor, es el ingrediente indispensable del middle grade?

Para mí, sí, tiene que ser divertido. Claro que hay muchísimos tipos de humor, y me parece muy difícil escribir humor a propósito, o escribir un humor que no es el tuyo, porque me parece uno de los códigos más personales. Yo siempre pongo el ejemplo de que hace no demasiado escribía un fanfiction con mis amigas, nos lo íbamos pasando entre nosotras y las protas éramos nosotras mismas. Y es la cosa más graciosa que he leído, a sabiendas de que cualquier otra persona que lo leyera diría: «esto es una auténtica mierda». Claro, era un humor hecho a medida 100% para nosotras. Y por eso me parece difícil escribir humor, porque no estás escribiendo para que te lea idealmente una sola persona, sino para que lo encuentre divertido el máximo de personas posible. Creo que no se puede forzar. Tienes que escribir lo que te hace gracia a ti y lanzarlo a ver a cuánta gente la hace gracia también. Cuando escribí Escuela de villanos estaba bastante convencida de que era una mezcla tan específica de todas las cosas concretísimas que me hacen gracia a mí que me parecía muy difícil que las pocas personas que haya en el mundo que las compartan llegaran a este libro y lo disfrutaran. Y, sin embargo, ahora que lleva un tiempo publicado, es, de mis libros, el que los lectores consideran más gracioso. Nadie me había pedido ese libro. En otras ocasiones, como con Mystical, escribía por encargo, sabiendo que la novela se iba a publicar. Con Escuela de villanos no lo sabía con seguridad, así que dije: «por lo menos voy a pasármelo bien en el proceso». Esa fue la clave para que fuera un libro divertido.

Otra de las características que atraviesa toda tu obra middle grade es la abundancia de ilustraciones. Escuela de Villanos cuenta con las ilustraciones de Sara Lozoya, y todo el imaginario de Mystical ha ido creciendo en constante diálogo con el trabajo de Laia López y Charles Deroo (tanto es así que hasta tiene un libro de arte: el Mysticart). ¿De qué manera tu escritura se retroalimenta de las ilustradoras con las que trabajas?

En todos los libros de Mystical la ilustración fue fundamental, pero en los primeros el papel de Laia lo fue especialmente. Yo le mandé unas fichas de personaje antes de que estuviera escrita la novela para que ella pudiera ir diseñando, y fuimos muy mano a mano. No quise darle ninguna indicación más allá de eso. Siempre cuento la historia de cuando le mandé la descripción de Luna y luego cambié de opinión, y en lo que la redacté de nuevo, justo antes de enviársela, me llegó su primer boceto del personaje. Al verlo me pareció chulísimo; cogí mi documento de Word, lo tiré a la basura y le dije: «no cambies absolutamente nada». Fue muy guay poder trabajar juntas desde el principio y que no tuviera que adaptarse a un universo ya hecho. Yo me encargaba de la parte de escritura y ella construía desde el principio la parte gráfica. Creo que fuimos un buen equipo y que el resultado, estéticamente, quedó chulísimo. Además, nos gustaba mucho hablar de la historia. La trama ya estaba decidida, pero hubo personajes secundarios que cobraron más importancia después de hablar con ella. Hay un aberrante que aparece en Mystical 2 que nació porque en una presentación le pidieron que se inventara sobre la marcha un aberrante y me pareció monísimo, me llevé el dibujo a casa y luego lo metí en la segunda parte.

En cierto sentido, para Dark Mystical Charles tenía el trabajo un poco más hecho porque los personajes y el mundo estaban ya diseñados. Pero precisamente por eso el reto era mucho mayor, porque lo que queríamos era una cosa muy concreta: no romper con la estética, pero a la vez encontrar a alguien que tuviera un estilo lo suficientemente propio como para que Dark Mystical tuviera su propia imagen. Y en cuanto recordé a Charles, a quien seguía en redes desde hacía tiempo, dije: «Esto es exactamente lo que yo quiero. ¡Tenemos que pedírselo! Y si no puede me voy a poner muy triste...». Y, afortunadamente, sí que pudo.

En Escuela de villanos el texto sí que estaba ya cerrado cuando Sara lo ilustró, pero todavía no estaba terminado de corregir. Y ella me preguntaba cosas que yo no me había planteado, por ejemplo, simplemente: «¿Llevan uniforme en el colegio?». Hablando con ella decidimos que sí que lo llevarían, pero que como era una escuela para malos cada uno lo llevaría a su manera. Unos lo llevarían roto, otros lo llevarían sucio... La historia estaba mucho más cerrada, pero lo que hablé con ella me sirvió para crear ideas de un posible segundo libro, por ejemplo.

Me encanta trabajar con ilustradores, y además he tenido la suerte de que todos con los que he trabajado han estado siempre muy involucrados, muchísimo más de lo que sería estrictamente necesario. Y eso como autora es supersatisfactorio, aparte de que el producto es mucho más guay para el lector.

Cambiando de tercio: Héroes de cobre, novela coescrita junto a Iguazel Serón, gira en torno a una competición de aspirantes al trono. La competición es un McGuffin especialmente presente en literatura juvenil, como también lo es la división de los protagonistas en equipos, facciones o casas. Somos la generación que creció con Los juegos del hambre y los tests de BuzzFeed. ¿Qué crees que hace de esta una combinación tan atractiva?

Yo creo que la competición es atractiva en cualquier ámbito, no solo en juvenil. Ahí está la televisión: lo que más engancha son los concursos, a todas las edades y en todas las franjas. Es algo humano. La competición, el misterio de «¿quién ganará?». Porque tú, naturalmente, empatizas más con algunos personajes que con otros. Como escritor tienes que hacer que al lector le importe lo que le pasa a tu personaje, y que haya cosas en juego (siendo las cosas tu pastelería indie de magdalenas, tu romance, una beca o la corona). La competición te da muchas facilidades a nivel de estructura: establece rápidamente qué es lo que está en juego, puedes incluir pruebas, peligros, enemigos, rivales... Es una estructura muy atractiva porque tiene muchos de los ingredientes que debería tener una novela para enganchar. Es como un esqueleto sobre el que jugar.

El tema de la división en facciones creo que tiene que ver también con otra cosa muy humana pero que igual sí que es más típica de la adolescencia, que es el tema de buscar tu identidad (un poco como lo que pasaba con las Magical Girls). Por un lado queremos destacar, mostrar y descubrir qué es lo que nos hace especiales, y paradójicamente una manera que tenemos de hacer eso es formando grupos, por identificación y por oposición. Pertenezco al grupo que tiene ciertas características y soy opuesta o rechazo otras. Por eso da tanto pie el tema de las facciones, las casas, los grupos, cuál es tu cabaña del Campamento Mestizo... Es una manera de encontrar a tu gente. En las historias puede tener esa función, y aparte, metaliterariamente, es algo con lo que sabes que es más fácil que tus lectores interactúen. Quién no ha hecho un test de BuzzFeed de un libro o una serie que ni siquiera de ha leído. Yo creo que el 80% de nuestra generación sabe cuál es su casa de Hogwarts aunque jamás haya leído Harry Potter.

En Héroes de cobre, de hecho, nos sugirieron desde la editorial que remarcáramos más el tema de los equipos, porque hay una búsqueda de objetos mágicos y se dividen por grupos, pero esos grupos no tienen nombre ni una personalidad asociada. Nos sugirieron que cada grupo tuviera su nombre, su emblema... y decidimos no hacerlo porque nos parecía que era utilizar una herramienta muy popular pero que en nuestra historia en concreto no aportaba nada, precisamente porque la gracia estaba en que los miembros de cada grupo no tenían nada que ver entre sí. Tú podrías haber hecho un test que te dijera que eras del equipo ave cé (un animal inventado del reino de Héroes de cobre), pero eso no te diría nada con lo que identificarte. Era algo que gráficamente y a lo mejor a nivel de promo hubiera podido servir, pero que en nuestra historia en concreto no nos pareció que aportara realmente.

Todas tus novelas tienen ambientaciones fantásticas: desde la dimensión del caos plagada de aberrantes en Mystical hasta el reino steampunk de Galvania en Héroes de cobre y, ahora, las islas de Losbias en Seda blanca, fuego malva (escrito también junto a Iguazel Serón), de inspiración oriental. ¿Cómo afrontas el proceso de documentación y worldbuilding? ¿Cuál crees que es la clave de una buena ambientación?

Seda blanca, fuego malva es el libro para el que más nos hemos documentado, pero era una documentación más por inspiración. No es una novela de época ambientada, por ejemplo, en el Japón de la era Heian, pero uno de los archipiélagos del Imperio de Losbias sí está inspirado en él. Hubo ambientaciones para las que tuvimos que investigar más, porque son regiones que aparecen más en la novela o porque teníamos menos formación previa. Igua está diplomada en Estudios Japoneses y ha estado viviendo en Japón (aunque eso fue posterior a escribir la novela), así que ella tenía mucha más base, sobre todo sobre Japón y sobre China. Yo, por ejemplo, me encargué más de investigar sobre la Corea de la época Joseon, que es en la que se inspira la región de Bongae. Tenía ciertos conocimientos e interés por ese país y su cultura, pero una vez que decidimos escribir al respecto me puse a investigar más sobre como vestían, cuáles eran sus creencias... Y hay un punto evidentemente en el que tienes que cortar, porque son culturas hiperinteresantes e hiperextensas. Cuando escribí un capítulo de nueve mil palabras de las cuales dos mil eran una descripción del funcionamiento del calefactado del suelo mediante un sistema tradicional de Corea llamado Ondol dije: «igual este es el momento de parar».

Respecto a qué tiene que tener una buena ambientación, nosotras paramos en el momento en el que consideramos que ya habíamos conseguido eso, que para mí es, en el caso de la fantasía por lo menos, que te traslade a ese sitio. Y también en la no fantasía, en realidad. Ese momento en el que estás leyendo algo y puede suceder en un lago, en un castillo flotante con forma de dragón, en una cafetería con encanto o en una calle, y visualizas lo que hay alrededor del personaje. Para mí eso es una buena ambientación, y si encima además de visualizarlo tiene algo que te atrae por sí mismo, eso es una ambientación ideal: la que no solo te envuelve, sino que también te atrapa.

Has escrito literatura infantil, middle grade y juvenil. Con Seda blanca, fuego malva, regresáis al mundo de Héroes de cobre, pero, esta vez, en un sello de literatura adulta. ¿Cómo afrontas estos cambios? ¿Eres consciente de tu público en el momento de escribir?

Cuando escribimos Seda blanca, fuego malva no sabíamos con quién se iba a publicar. En nuestra mente es una novela que está en el mismo rango de edad que Héroes de cobre, lo que pasa es que son novelas bastante crossover: están en el filo de lo que puede atraer a un público juvenil y a un público adulto. No cambiamos nada en el enfoque de una a otra.

Cuando escribo middle grade sí que sé que no estoy escribiendo juvenil o adulto, por supuesto, y para mí el cambio es asegurarme de que tiene humor (una novela juvenil o adulta también intento que lo tenga, pero no me parece imprescindible que esté tan presente), y también el tema de la extensión y a veces el vocabulario o el lenguaje, pero creo que hay que encontrar un equilibrio. Yo aprendí mucho vocabulario leyendo, así que no creo que una novela para un público infantil tenga que tener solamente unas palabras más sencillas, pero sí es algo que tienes que mirar, mientras que en una novela más adulta doy por hecho que si yo puedo entender esto que estoy escribiendo, un lector de mi edad también podrá. Cuando escribes para un público más pequeño que tú tienes que hacer ese ejercicio de intentar recordar y ajustarte a eso para que disfruten leyéndote.

Mencionas que Héroes de cobre y Seda blanca, fuego malva están en ese espacio liminal entre lo juvenil y lo adulto. ¿Qué significado tiene, para ti, la etiqueta de literatura juvenil? ¿Consideras que sigue siendo necesaria?

Este es un melón increíble. Aquí se puede hablar de todas las autoras (en femenino muy consciente) a las que se publica en juvenil simplemente porque a lo mejor empezaron a publicar sus primeras novelas, que eran juveniles, y los lectores ya las van a encontrar ahí y no se las quiere cambiar de sitio. Pero muchas veces hay autoras que debutan en juvenil porque se da por hecho que si una autora escribe fantasía es fantasía juvenil, y ahora creo que se está empezando a romper esa tendencia por el auge del llamado romantasy. Hay muchas novelas que han estado durante muchos años en estanterías de juvenil que son erótica fantástica, y que obviamente aunque lo pueda leer (y de hecho lo lea) mucho público juvenil, no es el público objetivo.

Para mí la novela juvenil es aquella que, a través del realismo, la fantasía, la ciencia ficción o la ambientación que sea, trata temas con los que se puede sentir identificada una persona joven (y ya se puede abrir el melón de qué se considera una persona joven), por entendernos. Hay mucha fantasía que no es juvenil, en la medida en que objetivamente no trata los temas que a ti más te interesan cuando tienes dieciocho años, o quince, lo cual no quita que la puedas llegar a disfrutar, igual que un lector adulto puede disfrutar de libros juveniles.

Así que sí, yo creo que sigue siendo una etiqueta necesaria. Cuando estás muy metido en el mundillo literario sabes perfectamente de qué va un libro; lees la sinopsis o ves la portada y es raro que te equivoques porque conoces los códigos por los que se rigen. Pero al final se nos olvida a quienes estamos dentro que la gran mayoría de gente que compra libros no es una entendida del mundo editorial, tiene que tener una orientación y los libreros no siempre dan abasto para haberse leído absolutamente todo lo que tienen en sus librerías. La etiqueta es necesaria, lo que pasa es que un lector muy prolífico, como lo son muchos lectores de juvenil, ya va a la librería sabiendo lo que quiere. La etiqueta no es para ellos.

Aquí aparece otro papel muy importante que es el de la divulgación cultural y literaria. Siempre has estado muy vinculada con ella, antes incluso de trabajar en el mercado editorial. Has sido testigo del auge y caída de BookTube, y durante mucho tiempo fuiste redactora aquí, en El Templo de las Mil Puertas, que comenzó como una revista digital en PDF y ahora existe únicamente como página web. Las plataformas cambian y los formatos evolucionan, pero ¿cómo crees que se ha transformado la divulgación literaria juvenil? ¿Eres optimista al respecto?

Yo creo que al mercado literario le ha pasado lo mismo que a todos los demás, y que incluso a nuestro día a día. Está triunfando la inmediatez. Antes, por ejemplo, lo que se llevaba en cuanto a prescripción literaria juvenil era YouTube, y ahora la manera moderna de hacerlo son los booktokers [en TikTok]. Incluso ya los bookstagramers [en Instagram] están de capa caída. El contenido es mucho más rápido y no es contarte por qué me ha gustado este libro sino darte las claves: los adjetivos que yo considero que le pegan a este libro para llamar tu atención y que tú lo leas. Que te salgan muchos reels de una misma cubierta es lo que hace que te llame la atención.

Estoy generalizando, evidentemente, pero la divulgación se ha vuelto mucho más rápida. No lo quiero decir como algo negativo, porque al final es lo que nos ha pasado con todo, con las series, con la televisión... En TikTok mismo, que es el súmum de la inmediatez, antes no podías adelantar un vídeo. Duraba treinta segundos y te los comías, porque solo eran treinta segundos. Ahora, ni siquiera eso. Puedes adelantar el vídeo y ver los picos en los que hay más audiencia para saltar directamente a esa parte.

Esto me da un poco de pena, pero no por la prescripción literaria, sino en general. Acostumbrarnos a ese tipo de consumo nos cambia el cerebro y el estímulo-respuesta, la resistencia a la frustración y todas estas movidas neurocientíficas hiperinteresantes. Y obviamente eso es algo que tenemos que vigilar, pero no me parece mal que exista ese tipo de contenido, porque para mí en la variedad está el gusto. Tampoco me parecería bien que la única manera de consumir prescripción fuera que tuvieras tres horas para verte una tesis de una persona hablando sobre un libro. Lo que es popular ahora es lo que es popular en todos los demás ámbitos, pero no creo que eso haya erradicado el resto del contenido. La gente que quiere hablar de libros en Youtube sigue estando ahí, y quien los quiera buscar porque prefiera ese formato puede hacerlo. Así que yo, en realidad, soy bastante optimista. Quizá viene de que cuando yo estaba en YouTube la parte más reaccionaria, más clásica, ponía el grito en el cielo porque, fíjate, «quiénes son estos jóvenes que no saben nada de literatura para estar hablando de literatura», y no entendían que yo era una persona en su cuarto hablando del libro que le había gustado, igual que podría hablar de ello en el pasillo del instituto. Lo tengo lo suficientemente reciente como para no querer convertirme en esa persona para la generación de booktokers. A lo mejor no es la manera de difusión con la que yo más empatizo, pero quizá es porque generacionalmente estoy acostumbrada a otra cosa. No me he metido lo suficiente en ese mundo como para valorar si es mejor o es peor desde el conocimiento.

Siempre hablas de cómo se reduce cada vez más la vida de los libros en las librerías. No es que ocurra por TikTok, pero quizá todo esto es sintomático de esta aceleración que afecta a todos los ámbitos...

Justo, eso es lo que decía. Estamos acostumbrados a consumirlo todo de golpe, en el momento, y olvidarlo. Con los libros pasa lo mismo. Se publica muchísimo, lo cual tiene muchas cosas buenas en la medida en que se abre el abanico a más voces, pero al final eso no se traduce en que se cuiden igual todas esas voces. Muchas cosas se publican solo para cubrir un cupo de publicaciones y tener presencia en librerías, aunque realmente la apuesta fuerte es solo la que ya se sabe que funciona. Te publican y, a no ser que en las primeras semanas te hayas convertido en un bestseller, en una semana pasas de mesa de novedades a estantería, donde nadie te ve. Y a los tres o cuatro meses desapareces porque los libreros dan por hecho que ya nadie está interesado y tienen tantísima oferta de novedades que... ¿por qué van a seguir reservándote su espacio limitado si literalmente todas las semanas se publican decenas de libros nuevos (no solo en juvenil) que a lo mejor sí que interesan a la gente que ha pasado por delante de tu libro y no lo quiere? Por un lado es comprensible, pero por otro es bastante triste.

Para terminar: estás a punto de cerrar tu Mystical Era con Dark Mystical 3, que llegará próximamente a librerías. ¿Qué crees que te deparará esta nueva etapa?

Puedo adelantar poco, porque no tengo nada contratado. Tengo ideas, pero no sé en cuál voy a trabajar cuando termine Dark Mystical 3 ni si llegarán a publicarse. Sé que quiero seguir escribiendo middle grade, quiero seguir escribiendo a cuatro manos, queremos seguir escribiendo en el mundo de Héroes de cobre... Y en cuanto a mis proyectos en solitario, tengo algunos de fantasía de hace muchísimos años que me gustaría retomar, y también me gustaría probar algo que no he hecho nunca, que es la comedia romántica. Es algo que me gusta mucho, sobre todo verlas. Las típicas pelis y series de comedia romántica de instituto... el target soy yo, específicamente. Lo consumo menos en formato literario, pero también es algo que me gusta. Y últimamente, precisamente por toda esa comedia romántica que me rodea, se me han ido ocurriendo diferentes ideas y me gustaría aventurarme con alguna de ellas. Y, de hecho (y esto es algo que he comentado en mi newsletter alguna vez), me gustaría empezar a hacerlo a través de Wattpad, porque una de las cosas que más me gustan de escribir es saber cómo se lo toma la gente y qué les ha parecido, comentar con ellos... y es algo que tienes muy pocas oportunidades de hacer, salvo que tengas la suerte de poder hacer muchas presentaciones y clubs de lectura. Al final, cuando publicas un libro, tiene muchísimo tiempo y ha pasado por sus correcciones, y me parece muy guay la sensación de sacar algo y que en cuestión de días haya gente leyéndolo y reaccionando a ello. Puedes incluso seleccionar párrafos concretos y comentarlos, reaccionar a ese párrafo y no solo al capítulo en general (que ya me parece una cosa loquísima).

Entonces, sí, querría probar con eso. Y la idea de comedia romántica que más formada tengo (siendo «más formada»: tener cierta idea de la trama, algunas escenas sueltas en mi cabeza y escrito simplemente un prólogo) es el que he denominado Proyecto Starstruck. No quiero meterme en el berenjenal de contar nada más, pero es comedia romántica contemporánea. Eso sí.

¡Muchas gracias, Marta! ¡Siempre es un placer tenerte de vuelta en El Templo!