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Entrevista a...

Myriam M. Lejardi

El Templo #87 (abril 2022)
Por Elena Romero
1.941 lecturas

Myriam M. Lejardi (1987) nació en Madrid. Se licenció en Periodismo, aunque no lo ha ejercido nunca. Ha dedicado muchos años al fanfiction, con el que dio sus primeros pasos como escritora. En los últimos meses de 2020 publicó Del amor y otras pandemias (Molino, 2020), cosechando un gran éxito entre el público, y al año siguiente la siguieron Prende fuego a la noche y Cómo (no) enamorarse. El perdedor (Fandom, 2022) será su próxima publicación.

Estudiaste Periodismo, aunque nunca te has dedicado a ello. ¿Qué aportó este grado a tu creación literaria? ¿Crees que un aspirante a escritor debe orientar sus estudios a la literatura?

Mi maravillosa licenciatura en Periodismo, cuyo título ni siquiera he ido a recoger, me sirvió para tres cosas. La más importante fue que, como no me apetecía estudiar, me dio por empezar a escribir. Por otro lado, fui a un montón de fiestas (algo que podría haber hecho cursando cualquier otra carrera o ninguna en absoluto) que me inspiraron para las que narré después. En tercer lugar…, bueno, descubrí lo que se siente al equivocarse, al estudiar algo porque te dicen que es lo que hay que hacer, así que también he podido hablar de ello en una novela.

No sé lo que sucederá con el resto de estudios, quizá sí que ayuden, pero creo que alguien que desea escribir lo único que tiene que hacer es escribir. Y leer y consumir cualquier otra cosa que pueda inspirarlo. Está claro que cuantas más experiencias tengas, cuantas más personas conozcas, más posibilidades habrá de que surja una idea. Sin embargo, que esa idea crezca y se convierta en algo interesante es trabajo tuyo. Es tropezarse porque lo haces mal e ir aprendiendo de camino a tropezarse de nuevo. Es aceptar consejos y también desecharlos.

Buena parte de tus influencias están en los fanfiction, a los que dedicaste tus primeros años de escritura. El resultado fue Mortífago, inspirado en el universo de Harry Potter. ¿Qué es lo más valioso que aprendiste en ese tiempo?

Gracias a los fics, y concretamente a Mortífago, aprendí a escribir. De no haber sido por este tipo de historias, dudo que me hubiera aventurado con una novela original. Empecé por aburrimiento, seguí por cabezonería y terminé con orgullo. Porque había conseguido cerrar las tramas abiertas (y a lo largo de diez años, sin escaleta alguna, se abren muchísimas tramas), que los personajes evolucionaran y demostrarme que podía acabar un proyecto tan grande. Además, a medida que iba releyendo, me fui dando cuenta de lo que había mejorado y de lo que todavía me quedaba por mejorar.

Del amor y otras pandemias se publicó en los últimos meses del 2020, en plena pandemia de Covid-19. Desde entonces, has cosechado un gran éxito entre el público. ¿Crees que has ayudado a los lectores como una especie de terapia, más allá del entretenimiento?

Qué va. Sería bonito, claro, pero mi intención con Del amor y otras pandemias siempre fue entretener y creo que no hay nada malo en ello. Quería escribir una historia que no aburriera, que, con suerte, hiciera reír y dejara una sensación agradable al terminarla.

En todas tus historias, identificamos ciertas situaciones que podrían calificarse como clichés. Sin embargo, consigues que lo de siempre parezca algo nuevo, como si estuviéramos leyendo acerca de ello por primera vez. ¿Cómo es tu relación con los clichés, como autora y como lectora?

¡Me encantan los clichés! Como lectora, me ayudan a escoger mi próxima lectura. No me gusta mirar las sinopsis, así que cuando tengo claro qué cliché o tropo se utiliza en un libro, si me llama la atención, me lanzo de cabeza.

Al final, estas fórmulas no dejan de ser un esquema muy pero que muy básico. Por ejemplo: dos personajes se llevan mal y, eventualmente, acaban enamorándose. Sabes que va a pasar, pero no cómo, que es lo interesante. Leo muchísima romántica contemporánea y, en la mayoría de los casos, sé cómo va a terminar una novela. Lo que puede mantenerme pegada a las páginas (o hacer que cierre el libro) son los personajes. Algunas personas piensan que consumir muchas historias que traten el mismo cliché o tropo es aburrido, sin embargo, ¿cuántos viajes del héroe hemos disfrutado? Porque, de nuevo, lo que importa es el cómo. Los detalles que le dan color a ese esquema tan básico.

Como autora, no creo que consiga hacer algo nuevo con el cliché propiamente dicho, sino con los personajes. Mis tramas suelen ser muy sencillas (la cabeza no me da para más), son los protagonistas y secundarios los que le dan ese color del que hablaba antes. Me explico: dos chavales que se llevan mal, sí, pero uno de ellos es arromántico. El típico tío chulo, vale, pero tiene ansiedad social y odia no estar en pareja.

Has mencionado en alguna ocasión que tus debilidades son los personajes egocéntricos, que al principio nos ponen de los nervios y a los que irremediablemente cogemos cariño:
David en Del amor y otras pandemias, Cian de Prende fuego a la noche… ¿Encontraremos a algún chico así en El perdedor? ¿Cómo definirías a Bosco, el protagonista de la historia?

Tengo una obsesión muy específica con presentar personajes que de primeras son odiosos e intentar que acaben gustando, sí. Y, por supuesto, en El Perdedor hay uno: Bosco.

Bosco es… Una cosa. Egocéntrico, sí, pero también buena persona. Muy exagerado y competitivo. Insoportable cuando se le mete algo entre ceja y ceja. Obtuso a un nivel difícil de concebir. Creído y todo lo contrario. Adora destacar, que todo el mundo lo mire y, a la vez, jamás he escrito sobre alguien al que le aterre más la imagen que proyecta.

Me preocupa que no guste porque, a diferencia de lo que ocurre en mis otras novelas, esta vez es el que narra la mayor parte del libro. Supongo que habrá que esperar (debajo de la cama, temblando) para saber qué opina la gente. De todos modos, me quedo con que, hasta el momento, es mi personaje favorito de todos los que he creado.

Ya están disponibles los primeros capítulos de El perdedor, la novela que publicarás con Fandom Books a principios de mayo. En ellos describes situaciones cómicas, casi desastrosas, sobre las experiencias sexuales de los jóvenes. ¿Crees que en la literatura juvenil se trata libremente la sexualidad o que todavía queda mucho camino por recorrer?

Me parece que de unos años (pocos) a esta parte hemos ganado bastante terreno. Hasta hace no mucho, escribir sexo explícito en una novela juvenil era, si no imposible, poco habitual. De hecho, yo misma pensé que tendría que eliminar una escena porque los que la protagonizaban eran menores de edad (por suerte, no sucedió, ni siquiera me lo mencionaron).

No sé si queda camino por recorrer en cuanto a que las editoriales acepten publicar historias de este tipo. Hasta la fecha, nunca me han puesto trabas. Si acaso, me las he puesto yo misma (el típico: «Rebaja esto o no te lo van a coger en ningún sitio»). Lo que sí que creo es que faltan novelas en las que se hable del sexo de distintas formas. Me refiero a que, por lo general, suele idealizarse la experiencia y, entendedme, no es un error, ¡es fantástico! Sin embargo, si tuviéramos más ejemplos de vivencias de este tipo en las que no todo sale bien, en las que entran en juego los nervios y la presión, en las que los personajes dudan… No sé, quizá podrían ayudar a alguien. A mí me encanta leer cómo los protagonistas se tienen que comunicar porque no saben qué les gusta y qué no, cómo se equivocan y, en base a ello, tratan de rectificar más adelante.

La premisa de El perdedor, a simple vista, es el fake dating. ¿Qué elementos nuevos encontrará el lector que ya te conoce en este libro?

El fake dating, como sucede casi siempre, es la excusa para que los personajes se vean obligados a pasar tiempo juntos. Con respecto a eso, creo que no aporto nada nuevo. Lo que más me gusta de la novela, y creo que es interesante, es que el conflicto sucede en los primeros capítulos en lugar de casi al final. Quería que el grueso de la trama girara en torno a solucionar este problema (que tiene nombre propio: Bosco).

Además de esto, es la historia en la que más importancia le doy a la amistad.

Aunque da la impresión de que te sientes en tu salsa dentro de la novela juvenil contemporánea, con circunstancias que oscilan entre la comedia y el drama, en Prende fuego a la noche te aventuras con el género de la fantasía urbana. ¿Vas a sorprendernos próximamente con otros géneros? ¿Hay alguno que ni te plantees tocar?

De hecho, lo más sorprendente es que empezara (y siguiera) escribiendo comedia romántica contemporánea con lo mucho que me gusta la fantasía urbana. Tengo en mente (¡y empezadas!) varias novelas más de este género.

Con respecto a otros… Quiero escribir una distopía y también un survival game. Y un thriller, aunque esto entraría dentro de la contemporánea. Lo que no me planteo de momento es la histórica, la fantasía épica o la ciencia ficción más «dura». Porque no me llaman la atención y porque estoy convencida de que mi cabeza explosionaría intentando que tuviera sentido.

En Prende fuego a la noche todo se torna muy oscuro: la ambientación, ciertas situaciones… Sin embargo, el humor sigue ahí, a pesar de esa oscuridad. ¿Fue diferente el tratamiento de la comedia en esta historia?

Si soy sincera, no tenía intención de hacer humor con esa historia. Es más, me sigue sorprendiendo que la gente vea determinadas escenas graciosas (¡aunque me alegra mucho!). No fue como en «Del amor y otras pandemias» o «Cómo (no) enamorarse», con las que sí me esforcé por crear situaciones absurdas que dieran pie a que alguien se riera. Sencillamente, salió así.

En Cómo (no) enamorarse tratas temas que cuentan todavía con muy poca visibilidad. ¿Qué territorios crees que quedan por conquistar en nuestra literatura juvenil?

No sabría decir algo concreto, más allá de que sería fantástico que las personas que escribimos para la gente joven (y me incluyo) perdiéramos el miedo a hablar de determinadas cosas. Que entendiéramos que nos estamos dirigiendo a un público perfectamente capaz de entender lo que está bien y lo que está mal sin necesidad de que le restreguemos un mensaje por la cara. Claro que en mi caso, que escribo para personas que tienen más de dieciséis años, es mucho más sencillo. Puedo hablar de que un personaje fuma y no dar una lección sobre ello. Si me dirigiera a alguien de menos edad, sería más complejo.

Una cosa que creo que sería positiva es que se dejara de catalogar las novelas con representación como si esta representación fuera un género aparte. Si quien la ha escrito quiere destacarlo, ¡fantástico!, pero una comedia romántica sigue siendo una comedia romántica aunque sus personajes no sean cishetero. Entiendo que haya gente que busque algo específico en una historia, yo lo hago, pero me da lástima que a veces parezca que se tiene que avisar de estas cosas por miedo a que a alguien le sienten mal. Me duelen un montón las reseñas del tipo: «Este libro no me representa porque va de dos chicos gais y yo no soy un chico gay». Bueno, yo tampoco soy un asesino en serie francés que mata a mujeres para hacer una colonia muy especial, pero igualmente disfruté muchísimo de «El Perfume». Tampoco soy heterosexual, y he leído y escrito sobre personas que lo son.

Has mencionado en alguna ocasión que tu propósito a la hora de escribir es entretener y crear historias a las que los lectores quieran volver. Además de eso, ¿qué quiere lograr Myriam M. Lejardi de aquí a cinco años?

Además de eso, que ya es mucho… Algo todavía más difícil: pagar las facturas y alimentar a mis (múltiples) gatos. Me gustaría poder vivir de la escritura. Sin grandes aspavientos, pero vivir.

También quiero que uno de mis libros salga en tapa dura. No sé para qué, pero quiero.

Hasta ahora, las novelas que has publicado son autoconclusivas. ¿Qué orden aconsejarías para un lector que no conoce tu obra y que quiere adentrarse en ella?

Da absolutamente igual. Salvo en el caso de Cómo (no) enamorarse y su continuación (Tres (no) son multitud), que sí que recomendaría leer en orden, para el resto depende de lo que a cada cual le apetezca leer. Por ejemplo, si buscas una historia más seria e intensa, empieza por Prende fuego a la noche. Si quieres algo cortito y cuqui, Del amor y otras pandemias. Si buscas reírte, fiestas y escenas explícitas, Cómo (no) enamorarse. Y El Perdedor sería lo que hay a mitad de camino entre Del amor y otras pandemias y Cómo (no) enamorarse.

Y, para terminar, ¿podrías darnos una primicia de tus próximos proyectos?

No puedo decir demasiado porque no lo tengo claro todavía. Sin embargo, creo que lo próximo que voy a escribir (una vez termine Tres (no) son multitud) será un thriller juvenil mezclado con comedia romántica. Me hace mucha gracia juntar asesinatos, amor y situaciones absurdas.

Aparte de esto, tengo otras tres ideas para comedias románticas bastante perfiladas de las que no he escrito ni una palabra (pero sí que he creado tableros en Pinterest porque todo el mundo sabe que es mucho más importante).

¡Muchas gracias!

Por Elena Romero