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Entrevista a...

Neal Shusterman

El Templo #89 (agosto 2022)
Por Raquel Periáñez y Pablo G. Freire
1.045 lecturas

Neal Shusterman es uno de los nombres más conocidos en la literatura juvenil internacional, con más de treinta novelas publicadas y ganador del Premio Nacional de Literatura Juvenil estadounidense y el Premio Michael L. Printz, entre otros. También es uno de los escritores más valorados para el equipo de El Templo, ganador de tres de nuestros premios anuales. Su última novela en español es Punto de inflexiónpublicada por Nocturna.

¡Aviso a navegantes! Puede haber algún ligero (¡ligero!) spoiler de Trueno en la entrevista.

Te entrevistamos por primera vez en 2014, hace ocho años. Desde entonces, han cambiado muchas cosas, y has publicado muchos libros. ¿Cómo ves la evolución del mercado editorial juvenil, y tu propia evolución como autor?
¿Hace tanto? Guau. Ha sido muy emocionante ver crecer el campo de la literatura juvenil y que se tome más en serio. Creo que se están escribiendo un montón de cosas buenas en literatura juvenil y la gente ha empezado a darse cuenta. En lo que respecta a mis propios libros, me gusta pensar que crezco con todo lo que escribo. Algo maravilloso de ser escritor es que siempre estás mejorando, siempre estás creciendo, cada vez eres mejor, y en parte es porque te retas a ti mismo como escritor a crear cosas que se salgan de los moldes y a tratar de hacer algo diferente, algo nuevo, que es lo que siempre me propongo. Intento formular preguntas que no se hayan hecho antes, o al menos no como yo las estoy planteando.

 Tu última novela, o al menos la última publicada en España, Punto de inflexión, tiene un concepto muy potente acerca del multiverso; literalmente, cambiar tu universo para poder cambiar tu punto de vista. ¿Cómo llegaste a ese enfoque, y por qué decidiste que era la forma correcta de hacer las preguntas que querías hacer? 

Muchas veces tengo una idea, un concepto para una historia, y no conecta con la razón para contarla. Mi idea original para Punto de inflexión, hace años, era la idea de un jugador de fútbol americano que le da a la pelota tan fuerte que salta a dimensiones alternativas. Era una idea divertida, pero no había nada importante en ella. Lo hubo cuando empecé a ver lo que estaba pasando en el mundo y comencé a conectar la historia con diferentes problemas sociales, y vi que hay muchas personas con vidas privilegiadas, que no entienden su propio privilegio, y que no necesariamente son malas personas, pero no entienden lo que es no tener ese privilegio, porque lo han tenido toda la vida. Y pensé: ¿Y si esta historia es sobre un chico así que, a través de la serie de universos a los que salta, finalmente llega a comprender su privilegio? Y entiende lo que es que te persigan por tu sexualidad, o te maltraten por ser mujer; todas las cosas a las que se tiene que enfrentar en el transcurso de la historia le hacen crecer como individuo y puede ver todas estas perspectivas. [Fue entonces] cuando me di cuenta de que esto no era solo una historia sobre alguien que salta a diferentes universos, sino que se trataba de comprender diferentes situaciones sociales; eso es lo que me hizo querer escribirla. Ahora la historia significaba algo, y le daba voz a un problema que yo sentía que no se había abordado de esta manera.
También tiene que ver con los universos dentro de nuestra mente, y nuestro universo interno está muy limitado por nuestras propias experiencias. ¿Cómo podemos salir de nuestro propio universo mental para poder entender las perspectivas de otras personas? Todos mis libros tratan sobre la empatía. Es algo que creo que es común en todas mis obras; es todo cuestión de empatía.
Y usaste muchos universos diferentes para hablar del nuestro; es un enfoque muy distinto.
Eso es lo que me hizo querer contar esta historia, porque era diferente a cualquiera de las historias de multiversos que hemos visto. Porque hay tantas… Si voy a escribir algo en un género en el que ya existen tantas historias, tiene que ser muy diferente a las demás.
¿Has visto Todo en todas partes al mismo tiempo?
¡Sí, la he visto! Me encantó.

Estamos muy emocionados por la publicación de Gleanings, el nuevo libro del universo de El arco de la guadaña. ¿Cómo fue trabajar con otros escritores en un mundo que has creado durante años?
Lo había hecho una vez antes, con Unbound, que no estoy seguro de si se publicó o no en español, en la saga Desconexión; es el quinto libro de la serie. Tuve la oportunidad de escribir con autores con los que tenía ganas de trabajar y fue una experiencia estupenda. En ese libro, escribí aproximadamente la mitad de las historias solo, y la otra mitad con los otros escritores. En Gleanings hay catorce historias y cinco de ellas están coescritas, el resto las he escrito yo. Estoy involucrado en todas, en diferentes grados.
Con los coescritores, la forma en la que trabajo es la siguiente: se nos ocurre una idea y juntos resolvemos los puntos importantes de la historia; escriben el primer borrador, les hago anotaciones, como un editor, para que lo revisen, y luego, cuando vuelve la revisión, ya es mía, y la reescribo. Así que mi mayor trabajo viene después de que hayan terminado, cuando hago la revisión que le da la voz que siento que la historia necesita para encajar en el mundo.

¿Puedes contarnos algo sobre Gleanings, y sobre qué podemos esperar?
La historia más larga del libro, que es casi una novela corta, casi su propia novelita dentro del libro, trata sobre el segador Goddard antes de ser el segador Goddard, cuando no era más que un adolescente. Y si habéis leído los otros libros, sabéis que su historia es que estuvo en la colonia de Marte, y de alguna manera estuvo involucrado en su destrucción. Aquí vemos cómo sucedió, quién era antes de que aquello ocurriera y todo lo que le llevó hasta allí.
Vemos a la segadora Curie cuando se convierte por primera vez en segadora y no es respetada ni querida, hasta que hace el osado movimiento de cribar al gobierno, y de repente ese acto la coloca, a ojos de la gente, como un personaje mucho más poderoso. Acompañé a los lectores en su decisión y en cómo sucede todo, así que también la vemos cuando era muy joven.
Hay una historia sobre un perro, porque muchos fans me preguntan: «¿Las mascotas viven para siempre?», así que introduje una historia en la que sale un perro. Y está coescrito con un muy buen amigo mío. Su especialidad es escribir historias de animales, así que quería que trabajara específicamente en esta.
¡Y hay una que está ambientada aquí en España! En Barcelona. El segador Dalí y el segador Gaudí son enemigos, y la historia trata sobre su enemistad. En la historia, el segador Gaudí... es más como un jedi, todo el mundo le quiere, y todo el mundo odia al segador Dalí. Y eso enfada muchísimo a Dalí, porque no le respetan como al segador Gaudí. Es una historia divertida, y se desarrolla por toda Barcelona. La han coescrito mi hijo Jarrod y su mujer, Sofía.

Hablando de tu hijo, Jarrod, él también es escritor, y tu coescritor en Sed y Roxy, que todavía no ha llegado a España. ¿Cómo ha sido verle crecer y evolucionar como escritor, pero también trabajar con él y tratar de separar lo personal de lo profesional?
En realidad, fue fácil. Cuando escribimos, solo somos colaboradores. Es todo muy profesional, y fue realmente un momento de acercamiento. Porque aunque, como con todos los padres e hijos, hay desacuerdos, cuando se trata de escribir es como si lo dejáramos todo a un lado; ahora somos escritores. Y no hay problema. Nunca hemos tenido discusiones por la escritura, ha sido muy profesional y una experiencia fantástica, tanto con Sed como con Roxy.
Hay algo que aprendí pronto en colaboraciones, de otros colaboradores con los que he trabajado; particularmente Eric Elfman, con quien coescribí El desván de Tesla. Lo que resultó de esa colaboración fue que teníamos una regla básica, y la regla era: «A los dos nos tiene que gustar». Así que, si a alguno se le ocurre una idea que no le gusta al otro, no hay discusión, no la hacemos. No intentamos luchar por ella, no discutimos, no nos disgustamos por ello; es simplemente la regla. Si no nos gusta a los dos, no entra. Y si alguna vez no estamos de acuerdo en si algo debe entrar, lo que terminamos haciendo es decir: «Vale, tú crees que debería ser esto, yo creo que debería ser esto; vamos a proponer algo mejor que cualquiera de esas dos cosas, que nos encante a los dos». Y cada vez, siempre se nos ocurría algo que era mejor que lo que cada uno de nosotros tenía individualmente, y luego seguíamos adelante.
Así que cogí ese proceso, esa forma de trabajar, y ahora cada vez que colaboro, es igual: los dos tenemos que estar de acuerdo, y si no estamos de acuerdo proponemos algo mejor. Y creo que funciona cuando trabajas con alguien que confía en que se os ocurrirá algo mejor; siempre lo hacemos.

Queríamos preguntarte por El abismo, porque es tu libro más distinto, al no ser ciencia ficción. Usaste el concepto de viaje para hablar sobre la salud mental y cómo la literatura puede ayudarnos en esa travesía. ¿Por qué elegiste un enfoque más realista?
Fue casi lo mismo que con Punto de inflexión, en el sentido de que había un tema que quería abordar, y pensé que la mejor manera de hacerlo era llevar a este personaje a través de un viaje. También era muy personal, porque la parte de fantasía, de ensueño, estaba inspirada en el arte que hizo mi hijo cuando lidiaba con una enfermedad mental (no Jarrod, mi otro hijo).
En cierto momento, cuando lo estaba pasando realmente mal (tendría unos dieciséis años), dijo: «Siento que estoy en el fondo del océano, gritando con toda la fuerza de mis pulmones, y nadie puede oírme». Quería poder expresar esa idea de estar tan perdido en tu propia mente que es como si estuvieses en el lugar más profundo del mundo y no pudieras salir. Yo no estaba allí, solo podía empatizar con él. No sé lo que es estar ahí abajo, y quería entenderlo por él; así que, cuando ya se sentía mejor, cuando había salido de las profundidades, por así decirlo, y se estaba encontrando a sí mismo de nuevo, le pregunté si le parecería bien que escribiera este libro. No sobre él, pero cogiendo muchos de los sentimientos y experiencias que había tenido, metiéndolos en una historia ficticia, y usando su arte para ayudar a inspirarlo. Aceptó, pensó que sería una buena idea, y yo puse mi corazón y mi alma en este libro, más que en ninguno que haya escrito. Mucha gente ha venido, a mí y a él, a decirnos que ese libro les ha salvado la vida. Saber que las palabras, algo que tú has escrito, ha tenido ese tipo de influencia positiva en la vida de alguien… es más de lo que cualquier escritor podría soñar. Saber que tu trabajo puede haber salvado la vida de alguien, que tu trabajo ha impactado la vida de alguien para mejor.

Sed es una lectura aterradora, porque está muy cerca de nuestra realidad actual. Lo escribiste antes de la pandemia; ¿en qué crees que acertaste sobre cómo la sociedad maneja una gran crisis? ¿Lo ves diferente después de estos años?
Da miedo lo cerca que estaba de la forma en que la gente asaltaba los supermercados y se peleaba por el agua. La pandemia sacó lo mejor de la gente, pero también lo peor, y eso era igual en Sed. La naturaleza humana tiene un lado positivo y también un lado muy egoísta y negativo, y fue escalofriante ver cómo la pandemia reflejó algunas de las cosas de Sed. Pero también está siendo escalofriante ver cómo, en el área donde se ambienta Sed, el sur de California, todo lo que está sucediendo en este momento es exactamente lo que sucedía en Sed al principio. Cómo bajan los niveles de agua, cómo siguen tratando de implementar medidas de ahorro que no funcionan, cómo la gente sigue dando por sentado que cuando abres el grifo el agua va a salir. Dicen que en la historia de la zona los ríos nunca han estado tan bajos, particularmente el río Colorado, que es el río que ocasionaba el problema en Sed; así que ver el mundo real imitando lo que escribimos y acercándose cada vez más a lo que pasaba en Sed es aterrador. Da miedo cuando tus historias son proféticas, así que creo que ahora debería escribir algo que prediga un acontecimiento muy feliz.

Una de las ideas más interesantes de El arco de la guadaña es que la tecnología no es la enemiga, sino una aliada; siempre vemos libros de ciencia ficción donde la tecnología se levanta contra la humanidad. Empieza más como una utopía y lentamente se convierte en una distopía, pero por nuestra culpa. ¿Crees que la humanidad siempre lo estropeará todo?
¡Sí, siempre vemos eso! Exacto, es nuestra responsabilidad; si la utopía se convierte en distopía no es por la inteligencia artificial, sino por las cosas que estamos haciendo. Y la humanidad siempre tendrá problemas con ello. Pero, en última instancia, hay personajes que luchan contra eso; mis historias son sobre esperanza, sobre ver dónde están los problemas y luchar contra ellos. Si hiciera que la IA (Inteligencia Artificial) fuera el problema, sería poner la responsabilidad, nuestra responsabilidad, en otro sitio. No es culpa de los ordenadores, es nuestra culpa. Y Siega era realmente una respuesta a todas las historias distópicas que han surgido durante los últimos diez o quince años.
La distopía adolescente no era un género cuando escribí Desconexión; fue uno de los libros que salió al mismo tiempo que Los juegos del hambre, Divergente, El corredor del laberinto... Todos esos libros, y Desconexión, crearon el género. Después de los cinco libros de Desconexión, no quería escribir otra distopía. En lugar de eso, quería coger los tropos y desarmarlos, darles la vuelta, cambiarlos y hacer algo que no hubiéramos visto. Y me di cuenta de que lo que no habíamos visto… no era tanto una historia utópica, porque, en el fondo, no existe tal cosa como una utopía, nunca podemos alcanzar la perfección; pero ¿qué es lo contrario de una historia distópica?. Esa fue la pregunta que me hice.
Las historias distópicas tienen que ver con lo que pasa cuando el mundo va mal, cuando tomamos malas decisiones, nos quedamos atascados en estas malas decisiones y creamos un mundo provocado por ellas. ¿Qué sucede cuando tomamos las decisiones correctas? ¿Qué pasa cuando conseguimos todo lo que esperábamos, todo lo que queríamos? Me di cuenta de que incluso las cosas que queremos van a tener consecuencias si las logramos. Entonces, ¿cuáles son las consecuencias si conseguimos cumplir nuestros sueños en medicina, si conseguimos el sueño de acabar con la pobreza, con la guerra, con el racismo? ¿Qué ocurre cuando todo eso pasa y hemos creado el mundo que queremos? ¿Cuáles son las consecuencias de eso? Y simplemente fui siguiendo esa idea, e investigando cuáles son nuestras mejores posibilidades. Hay mucho miedo a la IA, y con razón, pero ¿cuáles son nuestras esperanzas al respecto? Si la IA fuera todo lo que querríamos que fuera, ¿cómo sería?
El Nimbo.
¡El Nimbo, exactamente! Una de las cosas con las que me encontré una y otra vez mientras investigaba fue la extensión de la vida, y cómo hay muchísima investigación para extender la vida y la calidad de vida, así como para parar la muerte. Porque, como decía uno de los artículos, va mucho dinero en ello. Si puedes encontrar una manera de evitar que la gente muera, eres la persona más rica del mundo. ¿Y sabéis qué? Va a pasar. Vamos a averiguar cómo. Podría llegar tan pronto como mañana, podrías mirar las noticias y ver que, no sé, Elon Musk ha resuelto el secreto del envejecimiento; podría ser tan simple como eso, o podría ser en diez años, veinte años... pero va a suceder.
¿Cómo sería nuestro mundo, cuando técnicamente somos una especie mortal? Por supuesto, lo primero es la superpoblación, así que ¿cómo lidiamos con ello? Hay múltiples formas de hacerlo, y la mayoría son distópicas; no quería eso, no quería recurrir a una solución distópica.
En Siega, la muerte es lo único de lo que aún se encargan los humanos.
Sí, porque el Nimbo se da cuenta de que no tiene derecho a tomar esa decisión; toma la decisión sabia, como siempre, por lo que se convierte en nuestra responsabilidad. Pero ¿cómo vamos a hacerlo de una forma que no sea distópica? Bueno, eso me lleva a mi solución: el jedi de la muerte.
Incluso la utopía tiene que descansar siempre sobre los hombros de las personas que tienen que tomar las decisiones.
Sí, y siempre hay que tomar decisiones difíciles. Incluso si se toma la decisión correcta, a veces es una elección muy difícil, como acaba comprendiendo el Nimbo. Siempre toma las decisiones correctas, pero no siempre son fáciles. Por supuesto, la solución más fácil a nuestro problema de superpoblación es encontrar un lugar a donde ir; colonizar Marte, o colonizar la Luna, o poder enviar a la raza humana al universo. Me di cuenta de que esa es la elección obvia, y el Nimbo probablemente podría lograrlo; ¿por qué no lo hace? Y luego pensé... ¿Y si la Guadaña está impidiendo que eso pase? Porque, si pudiéramos hacer eso, no habría necesidad de la Guadaña, ya no tendrían ningún poder. Desde el principio, supe que era una parte importante de la historia, pero no lo íbamos a descubrir hasta el tercer libro. Pero desde el principio lo supe, y esparcí pistas, incluso hasta el nombre del villano principal, Goddard. Está todo ahí, pero si fuera demasiado obvio, lo habríais descubierto, y no sería tan divertido.

¿Por qué era importante para ti tener una figura religiosa tan prominente en el tercer libro, Trueno, en una saga tan enfocada en la ciencia? ¿Cuál es para ti la conexión entre la ciencia y la religión? ¿Crees que la gente recurre a la religión cuando la ciencia les falla, y viceversa?
Empezó con la idea de que, pensando en las cosas que que perderíamos cuando fuésemos inmortales, la fe sería una víctima de la inmortalidad, porque gran parte de la fe se basa en la otra vida, en el miedo a muerte. Si conquistamos eso, entonces la fe comenzará a desvanecerse. Y pensé que la fe puede ser una cosa bella, como el arte. Si ya no tenemos miedo a la muerte, si ya no tenemos un tiempo limitado para vivir, es posible que no tengamos la misma pasión que tenemos, así que el arte sufre.
Dando vueltas a todas las cosas que cambiarían, pensé: ¿qué pasa si hay un grupo de personas que están tratando de recuperar la idea misma de la fe? Pero que no lo están haciendo del todo bien, porque son inmortales, por lo que no saben lo que es ser mortal. Así que toman fragmentos de todas estas religiones y crean su propia religión, básicamente falsa, y luego, como ha sucedido con tantas religiones, terminan siendo perseguidos. Desde el principio sabíamos que los tonistas se inventaron su religión; la ironía es que, gracias al Nimbo, sienten que su religión significa algo. Así que se cierra el círculo; sí, la religión de los tonistas era una religión falsa, y, sin embargo, cumplía el propósito que tenía que cumplir y daba a sus miembros una razón de ser. Y en cuanto al personaje del Trueno, él sabía que era un falso profeta, lo sabía desde el principio, pero tenía que hacerlo para ayudar al mundo. Quería pensar en esa idea del poder de la fe y cómo ese poder puede usarse mal, ya que en los tonistas era una fuerza negativa, pero también cómo podría usarse positivamente.
El Trueno hizo lo que tenía que hacer; lo hacía bajo las órdenes del Nimbo, que es como Dios.
Si os fijáis, el Nimbo tomó la misma decisión que habría tomado Dios; darse cuenta de que «no puedo hablar con la humanidad a diario, porque la única manera en la que puede crecer es si toman decisiones equivocadas y yo mantengo las distancias». Es como cuando la gente se pregunta: «Todo lo que está pasando en el mundo, ¿cómo puede Dios permitirlo?». Así que quería llevar al Nimbo a través del proceso de entender que no podía intervenir, porque tenía que ser un proceso de aprendizaje para la raza humana; era tratar de entender la mente de Dios a través del Nimbo.

¿Cómo cribaría el segador Shusterman? ¿Cuál sería tu nombre de segador?
Sería el segador Vonnegut. Kurt Vonnegut fue mi escritor favorito cuando era adolescente y en la veintena. Y para mi método de criba, elegiría el punto de vista del personaje que se convirtió en segadora, la segadora Anastasia. Me pregunté: «Si yo estuviera en su lugar, si yo fuera un segador, ¿cómo lo haría?». Y sería lo que ella hizo, dar un aviso a la gente: tienes treinta días para poner tu vida en orden, y puedes elegir cómo ocurre. Lo que, por supuesto, crea un caos, porque las guadañas dicen: «¡No puedes hacer eso!»; sin embargo, el segador tiene el derecho a cribar como quiera. Así es probablemente como yo lo habría hecho.

¿Cómo eliges los nombres de los segadores?
Tengo un Excel enorme. Cuando empecé a escribir, me puse a repasar la historia y a pensar: «¿Qué figuras a lo largo de la historia han contribuido a la civilización?». Música, arte, literatura, ciencia, filosofía… Y traté de elegir personalidades que no fueran necesariamente controvertidas; no quería elegir un personaje que fuera negativo. Hice una lista y luego me aseguré de que esa lista estuviera dividida equitativamente entre hombres y mujeres y que tocara tantas culturas y etnias diferentes como pudiera, porque quería ser lo más inclusivo posible. Y cuando necesitaba un nuevo nombre para un segador, revisaba mi lista y pensaba no tanto a quién se parecería el segador, sino a quién elegiría esa persona como modelo. Hasta en Gleanings sigo haciéndolo igual. Y en estos últimos años, la gente ha ido haciendo sugerencias; dicen «¿Cómo es que no tienes a este segador o a aquel?». Y yo digo: «¡Lo agrego a la lista!».

¿Crees que la ciencia ficción es un deseo, una promesa o un aviso?
¡Un poco de todo! Creo que hay muchos cuentos con moraleja, pero al mismo tiempo, son historias que muestran la capacidad de la humanidad para superar las decisiones equivocadas que hemos tomado, para superar los problemas que nos hemos creado. No creo en historias fútiles. Las primeras novelas distópicas, muchas no para adolescentes sino para adultos, son historias fútiles. 1984 es una historia maravillosa, me encanta, pero no es una historia que nos deje en un buen lugar. Creo que como escritor para adolescentes tengo la responsabilidad de dejarlos en un lugar mejor, darles algo a lo que aferrarse, darles una sensación de esperanza para el futuro. Y simplemente no creo en escribir historias fútiles. Incluso si mis personajes pasan por lugares muy oscuros y difíciles, es solo para que puedan atravesarlos y llegar a un lugar mejor, y para lograr algo que no podrían haber logrado si no hubieran pasado por ese lugar oscuro.

¿Algo que nos puedas adelantar sobre futuros proyectos?
Tengo una novela gráfica que saldrá enseguida, sobre el Holocausto; es un proyecto muy personal para mí, he estado trabajando en él diez años. El arte gráfico lo hace Andrés Vera Martínez y es precioso, fantástico. Hay también una nueva saga middle-grade, coescrita con Eric Elfman; el mismo tipo de historia que El desván de Tesla en el sentido de que es ciencia ficción, pero ciencia ficción divertida. No sé cómo lo van a traducir al español, porque es una trilogía, y cada libro tiene el título de una canción, pero con un animal. El primero es I am the walrus, que es una canción de los Beatles.
No te preocupes, tienes una traductora estupenda aquí, Pilar Ramírez Tello. Ya se le ocurrirá algo...
¡Sí, Pilar, es fantástica! Y en lo que estoy trabajando mientras estoy aquí, en mi tiempo libre… Estoy trabajando en mi próxima gran saga de ciencia ficción; todavía no puedo hablar de ella, pero estoy muy emocionado, muy motivado. Estuve trabajando en cuatro ideas diferentes y tratando de averiguar cuál quería contar. Es muy raro que tenga cuatro ideas para una saga que me entusiasmen tanto, así que empecé a escribir las cuatro, y una de ellas simplemente despegó, así que dije: «Vale, esta es la buena». ¡Ojalá hubiera cuatro yos para poder escribir las cuatro! Tendrá que ser de una en una; pero quiero llegar a las otras, porque creo que todas son muy buenas.

Y nuestra última pregunta, ¿podrías darnos alguna recomendación para nuestros lectores?
No sé si se han traducido al español, y no son necesariamente literatura juvenil, pero un par de mis libros favoritos entre los que he leído durante el último año han sido Así se pierde la guerra del tiempo (¡me encantó! Mientras lo leía, pensaba: «Guau, ojalá hubiera hecho yo eso»; esos son los libros que me encantan, los que me hacen decir que ojalá los hubiera escrito yo) y acabo de leer un libro de Emily St. John Mandel, que escribió Station Eleven. Este es el nuevo, se llama Sea of Tranquility, y está muy bien escrito, lo disfruté, no podía soltarlo. Es una historia de viajes en el tiempo, similar en algunos aspectos a Station Eleven. En literatura juvenil, uno de mis favoritos fue uno de los libros que leí cuando fui jurado del Premio Nacional de Literatura Juvenil, hace un par de años; fue uno de los libros que me encantó, y se llama The Way Back, de Gavriel Savit.

¡Muchas gracias por tu tiempo!

¡Gracias a vosotros!