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Entrevista a...

Patricia García-Rojo

El Templo #51 (abril 2016)
Por Natalia Aróstegui
3.281 lecturas

Patricia García-Rojo lleva abriéndose paso en el mundo de la literatura juvenil desde 2007. Empezó ganando el premio Andalucía Joven de Narrativa con La fábrica Creátor, y en la actualidad es un nombre fundamental de las listas del Gran Angular: quedó finalista con Lobo. El camino de la venganza en 2013, y dos años más tarde ganó con El mar, su obra más reciente. Nominada dos años consecutivos al Templi, Patricia charla con nosotros de literatura, de poesía y de la felicidad que le aportan estas dos disciplinas.

 
Sabemos que, en la actualidad, la literatura desempeña un papel fundamental en tu vida: has trabajado durante años enseñándola a alumnos de secundaria, escribes poesía… ¿Cómo fueron tus primeras andanzas en este mundo?
 
Quizá mis primeras andanzas fuesen los cuentos que escribía en los diarios con llave o los que encuadernaba yo misma con ilustraciones que narraban las aventuras de una familia de hormigas. ¿Nos estamos remontando demasiado? Creo que no diferencié la escritura de cualquier otra actividad artística (dibujar, cantar, bailar, hacer teatro…) hasta que no llegué al bachillerato y mi profesor de Lengua y Literatura me animó para que me presentase a algunos concursos.

 

Una vez supiste que querías dedicarte a la escritura, ¿qué es lo que te hizo inclinarte hacia el público juvenil?

Seguramente mi pasión por la fantasía, la magia y los mundos descabellados. En España, desgraciadamente, todo esto se relaciona con los niños y, en todo caso, con los jóvenes, pero no se considera una literatura de adultos, como ocurre en el mundo anglosajón, por ejemplo. Empecé escribiendo para jóvenes porque escribía para mi prima Marina, que tenía doce años cuando empecé a publicar, y me he quedado aquí porque me permite adentrarme en escenarios en los que lo mágico está permitido. Además, el lector joven es el lector más intenso que conozco, para bien y para mal. ¡Y eso me encanta!

Pasaste mucho tiempo escribiendo versos en tu blog, Ridícula Calamidad, y después publicaste un poemario titulado Amar es aquí. Asimismo, en 2014 vimos en las librerías El hombre, la casa, la luz. ¿Cómo afecta la poesía a tu faceta de novelista?

Soy una gran lectora de poesía. Tengo en casa una estantería entera dedicada a los poetas. Comencé a escribir poesía en la adolescencia, como nos ha pasado a todos, cuando la lírica era el único lenguaje que me permitía hablar de mis sentimientos con propiedad. Después, con el tiempo, descubrí que esa voz lírica podía aparecer también en mis novelas —sutilmente, porque si no resulta un tostón pedante— y construir ambientes más poderosos que los que ofrece la simple descripción. ¡Los recursos líricos son divertidísimos! Alguien puede tener cara de pimiento o mirarte como si estuviese inventando el mundo.

Ganadora del Premio Andalucía Joven, finalista del Premio Gran Angular en 2013 con Lobo. El camino de la venganza y ganadora del mismo premio en 2015 con El mar. Nos gustaría saber qué han supuesto para ti estos reconocimientos, qué importancia tienen y cómo los has vivido.

¡Lo han supuesto todo! Soy demasiado cobarde para acudir a las editoriales directamente y mostrarles mis manuscritos. Me moriría de la vergüenza… Así que los concursos eran el único camino posible si quería publicar mis novelas. Gracias al Premio Andalucía Joven publiqué La fábrica Creátor, que es mi primera obra. Como formaba parte de una tetralogía, pude publicar los demás. ¿Pero cómo colocar el resto de mis novelas? Puse las miras en el Premio Gran Angular porque me parecía un reto imposible. Cuando Lobo quedó finalista y me dijeron que iban a publicarlo, ya fue como tocar el cielo. ¡Publicar con SM! No me lo podía creer. Ganar con El mar ha sido espectacular. Conseguir el Premio Gran Angular era un objetivo a largo plazo, así que todavía estoy intentando asimilarlo. ¡Y ha pasado un año!

 

Al hilo de ello, es indiscutible que el Gran Angular es uno de los premios literarios más relevantes que se otorgan en España. Muchos autores a los que se concede un reconocimiento tan grande afirman que el galardón, a pesar de sus infinitas ventajas, ejerce una presión muy fuerte sobre ellos y les hace sentir que ya no pueden permitirse escribir algo malo. ¿Te has visto en esta situación? ¿Cómo ha cambiado tu vida a raíz del premio?

A lo mejor sueno tontísima, pero lo cierto es que ni me lo planteo. Escribo porque me hace inmensamente feliz, me lo paso como los indios y cada novela en la que me siento a trabajar es una aventura nueva llena de posibilidades. Me doy permiso para escribir muchísimas obras malas, el permiso para publicarlas ya es otra cosa. Disfruto de mi tarea como escritora y, afortunadamente, no es mi único sustento, lo que me da alas para seguir viviendo mis obras como un divertimento. Si en algo ha cambiado mi vida después del premio, ha sido quizá en el tiempo. Los encuentros con lectores, las presentaciones… hacen que no pueda disponer al cien por cien de mis horas. Eso me molesta para escribir, soy muy apretada y me gusta sentarme durante horas delante del ordenador.

Podríamos afirmar que un elemento común en tu obra juvenil es el gran potencial de las ambientaciones, originales y con muchas posibilidades, pero también arriesgadas. ¿De dónde surgen estas ideas? ¿Cómo es el proceso de elaboración que hay detrás de estos mundos tan complejos?

Tengo que confesar que lo primero que nace es el escenario. La semilla de todas mis novelas es un escenario fuera de lo común: ¿y si existiese el mundo de las ideas de Platón, cómo sería? ¿y si se pudiese viajar a través de los cuadros? ¿y si inundo Fuengirola, pero dejo los edificios en pie y asoman las terrazas? Primero construyo el escenario y después me pregunto: ¿qué puede pasar aquí? Tardo mucho en cerrar las novelas en mi imaginación porque a veces me cuesta encontrar la historia que quiero contar en ese lugar. Pero sí, primero me invento un mundo imposible, luego intento justificarlo y, al final, pienso en la historia que voy a contar. Ese sería el orden. Para inspirarme todo vale, desde lo que leo, hasta lo que como.

La literatura juvenil se acomoda en ocasiones en un drama gratuito. El mar, sin embargo, rebosa optimismo, un enfoque al que no estamos tan acostumbrados. ¿Cuánto hay de ti en este y otros trabajos?

Soy una escritora principiante y se me ve el plumero en todas mis obras. No ya como un personaje, es decir, no es que yo aparezca como uno de los personajes, es que regalo a los personajes y a los mundos que creo mis experiencias. Los domingos, en El mar, comen todos juntos en la terraza de Gabriel porque cuando me mudé a Fuengirola, comía todos los domingos en la terraza de mi amigo Manolo, con toda la pandilla. Aunque, si tengo que ponerme profunda, sí que puedo decir que en Rob está perfilado mi ideal, mi proyecto de vida. De mayor quiero ser tan desprendida como Rob, quiero sentirme libre del consumo como él y vivir en paz con el momento presente, sintiéndome agradecida. ¡Todavía me cuesta!

Creemos que la ambientación de Lobo. El camino de la venganza, que presenta un mundo en el que es posible entrar a las escenas que representan los cuadros, puede dar lugar a muchas aventuras. ¿Has pensado en ambientar alguna otra historia en el mundo de los salteadores?

El mundo de los salteadores debe volver. En el tintero quedaron las vidas de Grillo, Sombra y Fénix. Sigo fantaseando mucho con ese escenario y, de vez en cuando, me voy contando nuevas anécdotas. Me encantaría enfrascarme en ese proyecto. Desgraciadamente no sé si llegaría a publicarse y eso me paraliza un poco. Tengo infinidad de nuevos mundos que explorar y quizá esos nuevos proyectos tienen más posibilidades de encontrar un hueco en alguna editorial. La balanza se me complica y siempre acaban ganando las nuevas historias. Pero si desde la editorial me dicen: «Adelante». ¡No me lo pienso!

 

Nos interesa mucho tu faceta de profesora de Lengua y Literatura. ¿Influye de alguna forma pasar tanto tiempo con chicos jóvenes a la hora de escribir para gente de su edad? ¿Es más sencillo que a un grupo de alumnos les entre el gusanillo por la literatura si su profe es escritora?

Estar en las aulas es como tener un laboratorio emocional. Mis alumnos consiguen que no se me olvide lo que es tener quince o dieciocho años. Me mantienen en línea con mis personajes. Eso es impagable. Pero creo que no les importa demasiado que yo sea escritora, la verdad. Para ellos es lo normal, sería mucho más fascinante que fuese famosa. Es lo que más los inquieta. Cuando gané el Premio Gran Angular y se lo conté — aunque tenía que ser secreto con ellos tuve que compartirlo—, su primera pregunta fue: «Seño, pero, ¿de esta te haces famosa ya o no?». Les gusta que sea escritora y les vaya contando mis proyectos, les lleve los libros nuevos para que los vean… pero no es nada mágico. Son aventuras del día a día.

Sabemos que en los últimos meses has impartido charlas en colegios. ¿Cómo han sido estos encuentros? ¿Cuáles son los temas por los que más suelen interesarse los chicos?

Sí, estoy en plena vorágine de encuentros con lectores. Está siendo muy intenso. En una mañana tengo entre tres y seis encuentros, lo que es muy desorientador. A veces no sé cuántos llevo o dónde he estado. Me esfuerzo al máximo por estar fresca y tener una energía fuerte y alegre en cada uno de los encuentros. ¡Eso hace que por las tardes sea una auténtica zombie! Las preguntas del millón son si va a haber segunda parte de Lobo y por qué maté a los padres de Rob. Algunos no me perdonan esto último. Pero es genial compartir aficiones, descubrir que hemos compartido lecturas, que nos gusta el anime, que tal personaje se inspiró en algo que conocen… Me lo paso muy bien. Aunque sea un carrusel de prisa, o tenga que firmar los libros como si fuese Cristiano Ronaldo, lo disfruto.

Ya ha pasado un año desde la publicación de El mar, y seguro que tienes algún otro libro entre manos. ¿Qué nos puedes contar de tus próximos proyectos?

Uy… Pues no he parado. En otoño entregué a la editorial una novela en la que llevaba un tiempo trabajando, Las once vidas de Uria-ha, y todavía estamos valorando la publicación. ¡Crucemos los dedos! Este año, en septiembre, saldrá a la venta mi primera novela infantil: Color verde ladrón, que formará parte de la colección Barco de Vapor. Estoy muy nerviosa porque nunca había escrito para niños. Y, como no puedo estarme quieta, he comenzado a trabajar en una nueva novela juvenil que, por ahora, no tendrá nada de magia, pero sí un escenario de los que a mí me gustan. Así que hay que cruzar los dedos de las manos y de los pies para que la musa me bese en la boca y estos proyectos vean la luz algún día. ¡Ojalá!