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Entrevista a...

R. L. Stine

El Templo #21 (abril 2011)
Por Javier Ruescas
11.445 lecturas
¿Sabías qué...?

♦ Su nombre completo es Ro­bert Lawrence Stine.

♦ Nació y creció en Ohio, aun­que actualmente vive en Nue­va York con su familia.

♦ Su primera novela, titulada Cita a ciegas, se publicó en 1986.

♦ Además de varios centena­res de novelas fantásticas de terror para jóvenes, también tiene numerosos libros de hu­mor y tres para público adul­to, además de su autobiogra­fía.

♦ En todo el mundo, Stine ha vendido cerca de 400 millones de ejemplares de sus libros y en 2003 apare­ció en el Libro Guinnes de los Récords como el autor de novelas para niños más vendido en todo el mundo.

♦ Varias de sus series de libros fueron adaptadas para la televisión. Una de las más conocidas, Pesadillas, contó con cuatro temporadas de 1995 a 1998.

♦ Ha recibido más de una decena de galardones entre los que se encuentran el Nickelodeon Kids’ Choice Award o el Champion of Reading Award, otor­gado por la Librería pública de Philadelphia.

♦ La editorial Molino planea sacar en septiembre su nueva novela It’s the first day of school forever (Es el primer día de colegio para siempre).


Se dice que el miedo y la risa son los sentimientos más complicados de trans­mitir en los libros, pero dada su exitosa trayectoria literaria está claro que no le supone un problema. ¿Qué hace us­ted para transmitirlos en sus novelas?

Para mí hay una conexión muy cer­cana entre el terror y el humor. Las pe­lículas de miedo siempre me han hecho reír, no gritar. Si escuchas a la gente que se sube en una montaña rusa, los oirás reír y gritar al mismo tiempo. Estas son reacciones básicas y viscerales que creo que son fáciles de poner sobre el papel.

¿De dónde viene su fascinación por el miedo y el terror?

Creo que a todos nos gusta que nos asusten, si sabemos que estamos a salvo al mismo tiempo. Nos gusta tener aven­turas virtuales y escalofriantes. Nos hace sentir como si tuviésemos el control so­bre las cosas que nos dan miedo en el mundo. Empecé a sentirme atraído por el terror desde muy pequeño gracias a los cómics y las películas de miedo. Pero como ya he dicho, me hacían reír, no temblar.

 

La juventud ha cambiado mucho en los últimos años, ya no es tan fácil asustar a los chicos como antes, ¿o sí? ¿Cree que por mucho que pase el tiempo los jóvenes seguirán temiendo las mismas cosas? ¿Cuáles son los terrores princi­pales en los que se basa usted para de­sarrollar sus historias?

La tecnología cambia. Algunas acti­tudes cambian. Pero el miedo sigue siendo el mismo. Seguimos teniendo miedo a la oscuridad, a quedarnos solos en una vieja casa llena de ruidos por la noche, miedo a que algo esté acechando bajo la cama, esperando para agarrarnos el tobillo.

¿Cómo ve la literatura juvenil actual, en la que los vampiros y los hombres lobo rompen corazones en lugar de asustar? ¿Se sigue escribiendo terror como el de antes?

Los libros de vampiros románticos no me interesan tanto como los de vam­piros violentos y atemorizantes. Pero presentan una fantasía que la gente jo­ven de hoy en día ansía. Y siempre me hace feliz ver a la gente joven leyendo.

Usted comenzó a publicar antes de todo el boom actual de literatura juvenil. ¿Cómo fueron sus inicios? ¿Cómo cree que han influido Internet y las redes sociales a la evolución de la literatura juvenil?

Mi primer thriller para jóvenes en la serie La casa del miedo salió en 1989. Estoy encantado de poder decir que creé mi propio boom juvenil de aquella. Ven­dimos más de 80 millones de copias de los libros de La casa del miedo. Creo que es demasiado pronto para decir en qué medida las redes sociales han influencia­do la literatura juvenil. Hasta ahora yo diría que no mucho.

¿Cuáles fueron sus influencias a la hora de comenzar a escribir?

Los relatos de ciencia-ficción fan­tástica de Ray Bradbury, Isaac Asimov y otros autores de género. Los cómics de miedo de los 50, las novelas humorísticas de P.G. Wodehouse, Agatha Christie…

Sabemos que usted trabajó en tele­visión. ¿También se ha encargado de adaptar los guiones de sus novelas?

Fui jefe de guionistas de un show para niños en edad preescolar, pero no he escrito ningún guión para mis pelícu­las o series de televisión. Me encanta ver lo que otros escritores hacen con mis his­torias.

 

Se le ha definido como el Stephen King para jóvenes, ha ganado numerosos ga­lardones y además apareció en el Libro Guinness de los Récords en 2003 como el autor que más series de libros infan­tiles ha vendido. ¿Cómo se lleva seme­jante éxito?

Me lo he pasado en grande con todo ello. ¡Tenéis que recordar que escribí du­rante 20 años antes de que nadie se fijase en mí! Lo más emocionante son los millo­nes y millones de niños que aprendieron a amar los libros a través de mi trabajo. Eso es lo mejor que me ha ocurrido en mi carrera.

¿Por qué prefiere escribir para jóvenes que para adultos? ¿Cree que son públi­cos muy dispares, sobre todo, en el gé­nero del terror? ¿En qué sentido?

Adoro a mi audiencia de niños entre los 7 y los 12 años. Consigo que lean mis libros en el último momento de sus vidas en el que serán capaces de entusiasmarse por un autor. Tengo un contacto tan cer­cano con mis lectores... Los adultos no tienen tiempo para ponerse en contacto con los autores. Pero los niños realmente quieren escribir. ¡Es el público más mara­villoso!

Muchos de nosotros hemos crecido con las historias de Pesadillas y, si había algo que compartían todas (igual que muchos de otros libros de sus series), era ese final abierto cuando parecía que todo estaba resuelto… ¿A qué se debe ese interés por no llegar a cerrar todas las puertas?

Es una manera de ser divertido. A los niños les gustan mis libros por los giros inesperados y los sustos. Me gusta lanzar un giro final en la conclusión. Una última pequeña sorpresa.

Una pregunta obligada a un maestro del terror como usted: ¿cuál era su mayor miedo cuando era niño? ¿Y ahora que ya es adulto?

Por suerte, de pequeño tenía mu­chos miedos. Era un niño con grandes temores. Supongo que por eso me que­daba en mi habitación todo el tiempo es­cribiendo y escribiendo. Por suerte, hoy puedo recordar los miedos de mi infancia y la timidez y la torpeza y usarlo todo en mis libros. ¡Así que imagino que al final resultó ser algo bueno!