♦ Antes de sumergirse en Seraphina, escribió, dibujó y autopublicó una serie de cómics titulada Amy Unbounded.
|
En la bilogía de Seraphina aparecen dragones, pero no es la clásica aventura que viene a la mente cuando uno piensa en esas criaturas. Tanto Seraphina como Escamas tienen un argumento muy político. ¿Por qué decidiste contarlas de esta manera?
Para algunos autores, ciertas cosas resultan sencillas. Yo tengo facilidad para crear personajes y ambientaciones, pero ¿tramas? ¿Qué es eso, se come? ¡Reescribí Seraphina cuatro veces! La primera versión era una historia mucho más pequeñita: seguía siendo una semidragona y su madre había muerto, y todo giraba en torno a su tristeza y la de su padre. Mi editora me dijo: «Esto es demasiado sencillo. Con este mundo es como si tuvieras un precioso jardín, pero hubieras decidido cuidar solo una plantita. Igual es una planta muy mona, ¡pero estás ignorando todas las demás posibilidades!». Así que tuve que hacer crecer la historia. Las grandes cruzadas contra un malo malísimo nunca me han atraído, yo quería hacer algo distinto: decidí escribir la historia de lo que pasaría cuando Seraphina se fuera de casa.
Acabó convirtiéndose en algo político porque, cuando tienes un mundo donde los dragones puede transformarse en humanos, tiene que haber leyes y reglas. ¿Cómo iban a relacionarse? ¿Se asustaría la gente si supieran que sus vecinos son dragones? ¿Los dragones están obligados a decirlo? Me pareció una buena fuente de tensión narrativa. Partiendo de esa base, la intriga política llegó sola. También acabó teniendo tintes de misterio, algo muy sorprendente. ¡Nunca pensé que podría escribir misterio!
Has mencionado una metáfora sobre jardines. Hablando de eso... La propia Seraphina tiene un jardín mental donde atiende a sus hermanastros semidragones. ¿Cómo se te ocurrió que los personajes interactuasen de esta forma?
De alguna manera, es una metáfora de ser escritor: siempre tienes personas dentro de tu cabeza, y si no les prestas atención, cada vez incordian más y más.
Pero también, cuando yo era pequeña, mis padres eran un poco hippies, y hacíamos una cosa llamada «el consejo de todas las criaturas», una meditación guiada en la que te echabas en el suelo, cerrabas los ojos y alguien te iba diciendo: «Vale, imagina que estás caminando por un bosque y...». Tú vas imaginando lo que ves. ¡Y yo siempre veía cosas chulísimas! Porque tenía mucha imaginación. Pero todo el mundo estaba en plan: «¡Oh, has visto algo superprofundo en tu subconsciente!». Para mí tan solo era algo divertido, y supongo que lo del jardín viene de ahí, de la idea de que tu mente es un lugar que puedes visitar. Y tiene su geografía, su arquitectura y sus patrones...
xEl mundo en sí también es muy complejo. Cada reino tiene sus tradiciones, cada santo tiene sus plegarias... ¿De dónde sacaste la inspiración?
Este mundo me ha acompañado durante mucho tiempo. Tenía doce años cuando empecé a darle forma. Durante el instituto, cada vez que tenía que escribir alguna historia, la ambientaba allí. A los veintitantos autopubliqué unos cómics, Amy Unbounded, que también se desarrollaban ahí. Es un mundo medieval, lo cual (ya lo sé) es un poco cliché dentro de la fantasía, pero... Es que cuando tenía dieciséis años mi padre se cogió un año sabático y vivimos en Inglaterra, y me enamoré de las catedrales, de las casas con entramados de madera, del hecho de que pudieras ir por la calle y de repente, ¡toma, aquí tienes una muralla romana! La historia estaba en todas partes, y eso no sucede en Estados Unidos. Me enamoré, y estudié un montón sobre la Edad Media.
Algo interesante que creo que la fantasía no está aprovechando lo suficiente es que la Edad Media era un mundo totalmente distinto, una cultura muy diferente a la nuestra. Muchas personas (quizás en Europa no tanto como en Estados Unidos) tienen esta «idea Disney» de la época: las princesas, los castillos... Pero no era así. Todo era mucho más sucio, pero también muy vivaz en cuanto a la religión.
Intentar explorar eso me resultó muy interesante. Por ejemplo: ¿cómo puedes tener catedrales pero no religión católica? Porque yo no quería ofender a personas reales con creencias reales. Tuve que cambiar eso, y la novela tiene una especie de paganismo modificado. En lugar de un dios, hay santos, pero cada santo es independiente de los demás.
En la bilogía de Seraphina, el conflicto principal es la tensión entre humanos y dragones. ¿Pretendías que esta relación simbolizase alguna opresión del mundo real, como haces con el machismo en Tess del camino, o simplemente era parte de la historia?
Es fácil mirar a Seraphina, una semidragona, y pensar que es una metáfora sobre la raza, sobre ser gay o trans. Pero, de hecho, mi intención era que simbolizase la vergüenza. Como escribo para jóvenes, me dije: «¿Qué experiencias comparten todos los adolescentes?». Tu cuerpo cambia, la vida social es complicada... Creo que todos los adolescentes han pensado al menos una vez: «Si la gente supiera cómo soy de verdad, se acabó, me moriría». Seraphina era una forma de personificar esa vergüenza, hacerla literal y ponerla en la historia. Cada uno podría leerla y pensar en lo que fuera que le hiciera avergonzarse en su propia vida.
Aunque no funciona con todos. He tenido algunos lectores que a veces han dicho: «Obviamente esto es una metáfora de ser birracial, y no está nada bien hecho, porque yo soy birracial y nunca me ha avergonzado». Es interesante, porque eso no era lo que yo quería expresar, pero, como escritora, no puedes controlar lo que la gente va a leer, porque cada uno vuelca sus propias experiencias en el libro.
Metáforas aparte, tus libros también tienen representación explícita. Por ejemplo, en Escamas hay un personaje trans, y también están los quigutl, una raza de dragones capaces de cambiar su sexo y su género cuando lo necesitan. Ninguna de sus culturas tiene problemas con ello y, sin embargo, muchos podrían discutir que algo así sería imposible en un mundo medieval, incluso en uno de fantasía. ¡Pero tú lo has hecho!
Era importante para mí tener esa clase de representación. Tengo muchos familiares y amigos trans, gays, o, en general, de diferentes identidades dentro de lo queer. Mi madre está casada con una mujer, y una de mis hermanas también. ¡Esa es mi gente! Me resultó muy natural incluir personajes LGBTQ+. Si no estuvieran, sentiría que he creado un mundo al que le falta algo.
Incluir personajes de otras razas me ha resultado más difícil, aunque también lo he intentado. Como escritora tienes tus valores, y quieres incluirlos en tu obra. Creo que lo que hay que hacer es seguir intentando tener personajes de diferentes tipos, tantos como puedas, para que haya variedad, para que nadie pueda decir: «¡Oh, aquí hay un personaje trans, así que eso representa a todas las personas trans, y están mal representadas!». Mira, aquí tienes a este otro, y a este otro, y a este otro... Y sigues así, intentando explorarlo todo tanto como puedas.
Pero, incluso esforzándome conscientemente en incluir representación diversa, a veces meto la pata. En Seraphina, por ejemplo, hay un cliché tránsfobo del que no me di cuenta: el malo se viste de mujer para engañar a la gente. En su momento yo no lo consideré tránsfobo, porque el personaje en cuestión no era trans. Pero una amiga me explicó que, de hecho, eso era lo que veía mucha gente: que si te vistes como un género diferente al que te asignaron al nacer, lo haces para engañar, porque eres mala persona. Y yo no tenía ni idea. Aprendes sobre la marcha. Es como hay que hacerlo, desgraciadamente.
Decidiste cambiar eso, incluyendo a personajes trans que son completamente aceptados dentro de sus culturas de una manera que no habría sucedido en la Edad Media real; la homosexualidad también está mejor vista en tus novelas de lo que lo estaba entonces. Sin embargo, gran parte de Tess del camino va sobre la opresión de las mujeres. ¿Por qué decidiste no eliminar esta opresión en particular?
Una de las mejores cosas de la fantasía es poder crear el mundo que quieres ver. Es algo maravilloso y precioso, y puede servirte para sacudir al mundo real, como un toque de atención. Pero, a veces, lo que necesitas es una representación del mundo real a la que puedas darle un puñetazo en la cara. En Tess hay machismo, pero se centra sobre todo en la religión, en los seguidores de ciertos santos que se toman sus palabras muy literalmente. Porque eso es lo que yo viví en mi infancia y adolescencia: crecí en Kentucky, al sur de Estados Unidos, que es una zona muy conservadora religiosamente hablando. Por ejemplo, una vez fui a clases de educación sexual con mi madre; las impartía el pastor en la iglesia baptista. Lo único que recuerdo (además de la tremenda vergüenza que pasé) es un día en el que nos enseñaron diapositivas con imágenes de enfermedades de transmisión sexual. ¡Fue asqueroso! Salí de allí pensando: «¡No pienso tener sexo nunca en la vida!». Es difícil superar esas cosas. Aunque te creas que tú eres demasiado lista como para creértelas, al final se te acaban metiendo en la cabeza.
Así que quería escribir un libro sobre eso. Porque Tess sufre un abuso sexual, algo por lo que yo también pasé. Y creo que puedo achacarlo directamente a no entender del todo mi propio cuerpo, y a no saber cómo decir que no. No nos enseñan a decir que no. Se supone que nunca tienes que decirlo, porque se supone que no te acostarás con nadie hasta que te cases, y, una vez casada, ¡nunca dirás que no! Es terrible. Quería escribir una historia sobre eso, profundizar en ello. Una historia muy personal que creía que realmente necesitaba contar.
Y luego está esa romantización de los «novios malos» que tanto se ve en la literatura juvenil. Por ejemplo, mucha gente cree que Crepúsculo es superromántico y yo lo leí en plan: «Eeeh, ¿cómo?». Pero, de hecho, cuando leí Fangirl, de Rainbow Rowell (que es un libro fantástico) yo misma noté que me iba enfadando más y más con la novela. Y al final me di cuenta de por qué: va de una chica que se marcha a la universidad, y yo pensaba: «¡Eh! ¿Dónde está el novio malote? Este chico de aquí es un buenazo. ¡Así no funcionan las cosas!». Y entonces pensé: «Mmmm... A lo mejor hay algo aquí de lo que no he hablado, algo de lo que necesito hablar».
Pero... ¿cómo podía hacer eso sin convertirlo en su historia, la historia de él? Decidí escribir sobre lo que pasaba después, sobre cómo te reencuentras a ti misma cuando piensas que has arruinado tu vida para siempre.
Fue muy duro. Siempre me habían dicho que no debes volcar demasiado de tu vida en tus historias, pero yo creía que era una cuestión de vanidad, una forma de decir: «Mira, no eres tan especial como para escribir una novela sobre ti misma». Pero no, lo que pasa es que tienes que estar preparada para hablar de ciertas cosas que quizás te han pasado de verdad como si fueran ficción. Por ejemplo, una vez mi editor me dijo: «¡Nadie reaccionaría de esta forma!», y yo pensé: «Eh... ¡Es lo que hice yo!». Ese tipo de cosas son duras.
También representas otros aspectos de la vida en tus novelas, que normalmente no aparecen en la literatura, por ejemplo en Tess, cuando a ella le baja la regla. Muchos libros de fantasía tienen protagonistas que corren aventuras durante meses pero que, mágicamente, nunca tienen la regla...
Creo que a los escritores no les gusta tener que hablar de ello. Aunque tengo entendido que, en el pasado, las reglas no eran tan frecuentes como lo son ahora; al parecer, la alimentación actual, que es mejor, hace que nos baje la regla con mayor frecuencia. ¡Pero eso no significa que no les bajara nunca! Y yo quería hablar de esto. Creo que se tiene el prejuicio de que las mujeres no pueden correr vivir aventuras porque, claro, se van a encontrar mal, y tendrán que tumbarse a descansar y a ser delicadas... Quería mostrar que, bueno... ¡pues que no! Las mujeres son prácticas, y han tenido que lidiar con esto desde siempre. Hay una escena en la que la jefa de Tess le pregunta al respecto y le dice: «¿Tienes todo lo que necesitas?», y mi editor me preguntó: «¿Pero esto qué pinta aquí?». Yo le dije: «A ver, ¡es que las mujeres nos tratamos así!».
Además de todos estos mensajes y metáforas... ¿hay algún otro aspecto de tus libros del que nos quieras hablar? Quizás algo que te guste de ellos y que a los lectores nos haya podido pasar desapercibido...
Ya que lo mencionas, me gustaría reconocerle el mérito a Marta Torres Llopis, que ha traducido mis novelas al español. Es buenísima y muy precisa. Y, bendita sea la pobre, porque mis libros son muy difíciles de traducir, están llenos de bromas y juegos de palabras. Por ejemplo, el novio malo: ella lo llamó Val para que pudieran hacerse bromas con su nombre, porque en la versión original se llamaba Will, como en la frase «Against my will», que significa «en contra de mi voluntad». En este contexto, «will» significa voluntad, y en la novela se utiliza ese doble sentido. Mi traductora me escribió un e-mail y me dijo: «Has hecho un juego de palabras, pero en español no tiene sentido... ¿Qué te parece que le cambie el nombre, y entonces haga este otro juego de palabras con él?».
A los lectores españoles les gustan mis libros, y eso es, en gran parte, mérito de mi traductora. Ha hecho un trabajo realmente maravilloso. Y Nocturna Ediciones también; me han apoyado muchísimo, y aprecio un montón su entusiasmo. Así que, ¡haced constar mi agradecimiento!
Ahora nos toca a nosotros agradecerte a ti que nos hayas dado tantos buenos ratos de lectura. Y hablando de libros... ¿en cuál estás trabajando ahora?
Ahora estoy trabajando en Tess of the Sea. Tess (aquí voy a hacer un poquito de spoiler) finalmente cumple su sueño de viajar por el mar. Y es muy interesante, porque Tess del camino va de aprender a ser la protagonista de tu propia historia, pero el siguiente libro le da la vuelta a eso: una vez que has conseguido sentirte seguro en tu propia piel, ¿cómo puedes deshacerte de tu ego y aprender a ser la secundaria en la historia de otra persona?
Me va a llevar unos tres años, aproximadamente... Soy muy lenta escribiendo. ¡Lo siento muchísimo! Pero estoy trabajando en ello.
Seguro que merecerá la pena. Gracias por tu trabajo... ¡y por esta entrevista!