El lugar donde escribo es un espacio grande –me gustan los espacios grandes para ir llenándolos poco a poco–. Mi casa esta situada a las afueras de Madrid –muy a las afueras, a cincuenta metros de ella, de hecho, se acaba la ciudad–. Es una casa nueva y, cuando me vine a vivir aquí, decidí también comprarme una mesa nueva.
En esta foto (foto nº 1) puede verse la mesa, también grande –debe de medir unos dos metros y tiene un ala en uno de los laterales, que es donde realmente escribo. Cuando lo hago tengo justo enfrente un gran ventanal por el que entra la luz a raudales (foto nº 2) . Esta orientado hacia el oeste y desde allí veo todas las cumbres de la sierra de Guadarrama. Hoy, sin embargo, está lloviendo mucho y el día –domingo– no puede sacudirse de encima la melancolía.
Si miro a mi derecha, algunos libros. Encima de la estantería puede verse –en la primera foto se distingue mejor– una manada de rinocerontes. Debe de haber ochenta o noventa. Algunos se han colado por detrás y viven condenados entre los libros y la pared.
Junto a la puerta, mis propios libros.