Aquí es donde escribo, o, más bien, donde pretendía escribir, porque tal y como se aprecia con una simple mirada a las paredes del cuarto, la estancia ha sido conquistada por un ejército invasor que me ha desterrado. Estoy organizando la resistencia, eso sí.
Ahora escribo en cualquier rincón de la casa, cosa que, por otra parte, siempre he hecho en mayor o menor medida, y solo recurro a este ordenador a la hora de imprimir el texto. Prefiero escribir la primera versión a mano, y para ello únicamente necesito un bolígrafo, una libreta y un lugar en el que sentirme a gusto, ya sea el sofá del salón, la mesa del comedor, mi dormitorio, el césped al lado de la piscina o incluso la oficina de la estación de tren donde trabajo.