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Autores de ayer

Nancy Garden

El Templo #82 (junio 2021)
Por Daniel Renedo
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Hija de la guerra

El 15 de mayo de 1938 nacía en Boston, Massachusetts, Antoinette Elisabeth Garden. Su infancia se desarrollaría durante la Segunda Guerra Mundial y su adolescencia daría comienzo prácticamente a la vez que la Guerra Fría. Desde niña usó el nombre de Nancy, que años más tarde adoptaría legalmente.

Aproximadamente a los ocho años, Nancy empezó a escribir por puro placer —aunque motivada también, en parte, por los relatos de excursiones de pesca y animales antropomórficos que su padre le contaba a la hora de dormir— y desde entonces no paró, pese a la aparición de nuevos intereses: quiso ser veterinaria y, posteriormente, actriz. Años después, se describiría a sí misma como el tipo de escritora que simplemente siente la necesidad de escribir.

Ser una adolescente lesbiana en los 50

«En el mejor de los casos, la homosexualidad se veía como una enfermedad mental; en el peor, como algo malo, inmoral o criminal».

La primera vez que Garden escuchó hablar de la homosexualidad fue en el instituto, cuando leyó en una revista un artículo sobre hombres homosexuales. Hasta entonces, en su infancia, se había sentido distinta a las otras niñas e incluso solía desear haber nacido «chico» en vez de «chica», puesto que, como dice en la entrevista que le hizo Kathleen T. Horning (y que se puede encontrar traducida al castellano en la web de Kakao Books) se sentía «incómoda al pensar en [sí] misma como una mujer o al [imaginarse] casada con un hombre».

La segunda vez, que coincidió con el momento en que gran parte de las piezas al fin encajaron, fue cuando Sandy Scott le contó que su madre, tras leer una carta que Nancy le había escrito, dijo creer que esta era lesbiana. Nancy también cuenta en la entrevista que, aunque se identificó como lesbiana desde el mismo momento en que supo que «era probable que lo fuera», no fue hasta bastante tiempo después que lo aceptó por completo.

No pasó mucho tiempo, sin embargo, hasta que los padres de Sandy le prohibieron ver a Nancy después de clase, porque la madre no solo pensaba que Nancy era lesbiana, sino que además la consideraba una «mala influencia». Así pues, de forma similar a la que ocurre en Annie en mis pensamientos, Sandy y Nancy, enamoradas la una de la otra, empezaron a verse a escondidas. Las idas y venidas durarían hasta que los padres de Sandy la amenazaran con no dejarla ir a la universidad si sus intentos por ver a Nancy no cesaban de inmediato. Por ello, hubo un tiempo en que ambas hubieron de comunicarse a través de un apartado de correos y también por medio de distintos amigos. Garden rememoraba dicha época como un momento horrible de sus vidas, hasta el punto de, en una ocasión en que Sandy y ella iban juntas en coche, pensar en estamparse contra el muro de un callejón para morir y poder al fin estar juntas para siempre. Y es que Sandy sería para Nancy, desde el instituto en adelante, la persona más importante de su vida, con la que ansiaba pasar el resto de ella.

En su adolescencia, Garden buscó incesantemente libros en los que apareciese gente perteneciente al colectivo, pero por entonces los dirigidos a niños y jóvenes aún no existían —el primero de ellos, de hecho, se publicaría en 1969 y no sería hasta la década de los setenta que aparecerían los primeros sellos LGTB— y los dirigidos a público adulto que existían nunca estaban disponibles en la biblioteca. A los dieciséis años, Nancy leyó por primera vez (y releería muchas veces posteriormente) El pozo de la soledad, de la escritora británica Radclyffe Hall, novela publicada en 1928 que fue prohibida durante años en Inglaterra, aunque no en Estados Unidos, por mucho que también fuese cuestionada por su supuesta «obscenidad». La novela, aunque pueda ser considerada bastante melodramática y su final, triste, cuenta, en palabras de Garden, con una protagonista lesbiana «honorable y de buena salud» y «muestra que, por lo general, se cometen más pecados en contra de la gente gay de los que la gente gay llega a cometer en realidad». Así pues, El pozo de la soledad fue el libro que le hizo prometerse a sí misma que algún día escribiría una novela sobre «su gente» que tuviese un final feliz.

Las artes

El interés de Nancy por el teatro se remonta a antes del instituto, pero fue durante dicha época cuando trabajó de aprendiz para una compañía teatral que se limitaba a representar en verano. En esta compañía, conoció al fin a otros jóvenes homosexuales con los que pudo hablar abiertamente de sus sentimientos. Años más tarde, estudiaría en la Escuela de Artes Dramáticas de Columbia en la ciudad de Nueva York, donde se graduaría en 1961, y al año siguiente cursaría un máster de educación.

Antes de llegar a dedicarse por completo a la escritura, que es cuando su vida laboral logró asentarse, trabajó en producciones teatrales, como maestra y, por último, en el mundo editorial. Sus dos primeros libros vieron la luz en 1971, a la vez que trabajaba de editora en Nueva York, aunque, poco después, Sandy y ella se mudaron a Massachusetts. Nancy continuaría trabajando de editora en Boston, aunque para entonces ya estaba totalmente centrada en escribir: Massachusetts terminaría siendo el lugar donde se dedicaría exclusivamente a escribir y a dar clases de escritura creativa por correspondencia.

Como autora profesional y prolífica —publicó más de treinta novelas—, Garden escribió no solo para todos los públicos, sino casi todos los géneros y subgéneros habidos y por haber: fantasía, ficción histórica, sobrenatural, realista... Sin embargo, siempre consideraría a la literatura juvenil, a la que nunca abandonó, su «primer amor». En diversas entrevistas, diría que en el campo de la LIJ era donde se topaba siempre con las mayores y más emocionantes innovaciones en estilo y forma.

«Está lloviendo, Annie»

Garden empezó a escribir Annie en mis pensamientos a finales de los sesenta, coincidiendo con las revueltas de Stonewall de 1969, pero no lo terminó hasta principios de los ochenta. Esta novela no fue, sin embargo, el primer intento de escribir aquella historia (con final feliz) que se había prometido a sí misma a los diecisiete años, pero sí el definitivo. De ahí que la autora dijese que, dependiendo de cómo se mirase, la había llevado escribirla dos o tres años o más de una década. En la entrevista de Kathleen T. Horning, la autora explica el nacimiento de Annie durante un día de lluvia que se encontraba sentada en la cocina de su casa, tras haber descartado Good Moon Rising, uno de los intentos antes mencionados y que no cobraría vida propia hasta ocho años después de publicarse Annie. Las palabras «Está lloviendo, Annie» fue todo lo que Garden necesitó para saber que, después de mucho tiempo esperando, puede que hubiese encontrado el inicio de aquel ansiado libro.

Dado que su madre murió cuando Nancy tenía tan solo veintiún años, esta no pudo leer Annie en mis pensamientos, ni tampoco Nancy tuvo la oportunidad de confesarle su sexualidad, aunque creía firmemente que ella la habría aceptado. Superada la franja de los cuarenta años y aprovechando la publicación de Annie, Garden decidió contárselo a su padre para evitar que se enterase por otra persona. Este nunca llegó a aceptarlo (pese a tenerle mucho cariño a Sandy) y se negó rotundamente a hablar del tema, pero no puso fin a la relación padre-hija. Annie en mis pensamientos se convertiría así en el único de sus libros del que él no se mostraría orgulloso.

La novela, que tuvo muy buena acogida y crítica desde el principio, fue publicada finalmente en 1981 por la editorial Farrar, Straus and Giroux (FSG), la misma que acababa de publicar una novela suya de fantasía. Para entonces, la carrera de Garden había conseguido al fin asentarse, tratándose Annie en mis pensamientos de su décima novela publicada. Muchas serían las cartas (y posteriormente correos electrónicos) de muy diversos remitentes que Garden recibiría durante décadas a razón de haber escrito Annie. Algunas de ellas la hacían saber que ese libro en concreto había logrado que más de una adolescente no se suicidara.

Desde su publicación, Annie en mis pensamientos fue incluido en numerosas listas de mejores libros a la par que nominado a distintos premios. E incluso años después, en 2002, se le otorgó el Premio Retro Mock Printz, premio que fue creado para determinar qué novelas deberían haber ganado el Premio Michael L. Printz en los años transcurridos entre 1979 y 1999 de haber existido este por entonces.

Los días oscuros de Kansas

En 1993, doce años después de la publicación de Annie en mis pensamientos, después de que un predicador armara todo un espectáculo en el que quemó varias copias en las escaleras del edificio del consejo escolar de Olathe, Kansas, dicho consejo pidió que se retirasen las copias disponibles en las bibliotecas del condado. Un tiempo antes y sin intervención alguna por parte de la autora, numerosas copias de la novela habían sido donadas a cuarenta y dos bibliotecas escolares de la región. Cuando Garden se enteró (por un reportero) de lo ocurrido, reaccionó diciendo: «¿Quemados? Creía que la gente ya no quemaba libros. Solo los nazis hacen eso». Sin embargo, no fue hasta septiembre de 1995 que el caso llegó a los tribunales de Kansas City, y el 29 de noviembre de ese año se ordenó devolver de manera inmediata las copias a las bibliotecas escolares de las que habían sido retiradas «inconstitucionalmente».

Previo al juicio —al que también acudió y en el que compareció—, la autora viajó otras dos veces (junto con Sandy) hasta Kansas y Missouri para hablar en favor de la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos y conocer a los jóvenes, padres y bibliotecarios locales que habían denunciado la injusta retirada del libro y que testificarían a su favor en el juicio. La insistencia en dicha enmienda resultó decisiva para que el juicio no virase en uno sobre la homosexualidad en vez de sobre la censura. El caso judicial le costó al distrito escolar, que decidió no recurrir, un total de 200.000 dólares.

El incidente convirtió a Garden en una activista acérrima en contra de la censura, y siempre abogaba por el diálogo y la búsqueda de una conversación proactiva. Remarcando, eso sí, que, aunque que los padres tienen derecho a controlar lo que sus hijos leen, no tienen ni voz ni voto en lo que deben (o no deben) leer los hijos de otros.

Los 2000

Previo al cambio de siglo, Garden empezó a escribir una lista de todos los libros juveniles con representación LGTB+ que se publicaban anualmente. En 1999, contó un total de doce novelas publicadas, el mayor número desde el nacimiento de la literatura juvenil LGTB+. Cuando a la autora le preguntaban acerca de la razón de que escribiese ese tipo de historias, ella contestaba que se debía básicamente a la indignación, porque «la gente LGTB también tiene historias, historias de amor y odio, felicidad y tristeza, miedo y esperanza […] pero experimentadas desde la perspectiva única de ser LGTB en un mundo predominantemente heterosexual». Y añadía que lo que la movía a continuar con su labor eran los niños y la necesidad que tienen de dichos libros, además de que consideraba que la primera década del nuevo siglo era un momento emocionante para formar parte del mundo de la literatura juvenil, puesto que al fin había logrado consolidarse.

Sin embargo, Garden no escribía exclusivamente libros con protagonistas o personajes LGTB+, aunque un número considerable sí los tenían. Decía, de hecho, que «preferiría ser considerada “una autora que es lesbiana” antes que “una autora de literatura LGTB”, puesto que lo segundo suele sonar restrictivo».

En el año 2000, la autora estadounidense recibía el Premio Robert B. Downs a la libertad intelectual y en 2003 el Premio Margaret A. Edwards por su contribución a la literatura juvenil. En los años sucesivos continuaría recibiendo más premios y, durante una década completa, sería nominada cada año sin excepción a los premios de la Fundación Lambda.

Pero fue en 2004 cuando, al fin y de una vez por todas, Sandy y ella pudieron casarse y proclamarse con mucha alegría «cónyuges legales».

Al inicio de la entrevista realizada por Barbara Ward en 2008 a la autora por el vigesimoquinto aniversario de la publicación de Annie en mis pensamientos, la entrevistadora describía a Garden de la siguiente manera: «La autora Nancy Garden no tiene nada que ver con la imagen de guerrera que me había formado en mi mente después de leer sus libros y todos los artículos sobre ella y escritos por ella. Se trata de una mujer pequeña, casi de apariencia frágil, con una voz dulce y semblante amable, pero que, cuando habla o escribe sobre aquellos temas que le importan, se convierte en un león».

Siempre en nuestros pensamientos

Tristemente, Nancy Garden fallecía, acompañada de su inseparable esposa, Sandy, el 23 de junio de 2014 en su casa de Carlisle, Massachusetts, a la edad de 76 años, de un ataque al corazón.

En los años previos a su muerte, Garden tocaría temas de los que hoy día —una década después— seguimos hablando, como, por ejemplo, el que sintiese la obligación personal (más que por presión de sus editores o de la propia comunidad LGTB+) de escribir personajes queer reflejados siempre de forma positiva o de la importancia de la representación de personas racializadas y de aquellas designadas por el resto de las siglas. Como también de que no todas las novelas con personajes LGTB+ tienen por qué girar en torno a salir del armario.

Michael John Carley, sobrino segundo de Sandy, reflexionaba en 2017, tras la muerte de Nancy, sobre el papel que ambas tuvieron en su vida y describía sus visitas a una de las cabañas de la familia —que pertenecía a ellas dos— en el noroeste de Rhode Island como «un corto verano a través de los bosques».

En mayo de 2019, una nueva editorial española de literatura juvenil y middle grade llamada Kakao Books inauguraba su colección con la primera traducción en castellano del clásico atemporal y pionero Annie en mis pensamientos. Es una pena, sin embargo, que hoy por hoy la gran mayoría de los títulos de la autora se encuentren descatalogados en su país de origen y que sea un número muy limitado los que cuentan con versión digital, a cargo de Open Road Media. Quizá algún día, con un poco de suerte, lleguemos a ver otra novela suya traducida al castellano.