Ahí trabajo y leo. Me gusta especialmente de noche, en esa hora de silencio que algunos llaman el conticinio. Tengo siempre abierto un diccionario sobre la mesa, con el que a veces me distraigo y que, por supuesto, consulto a la menor duda.
Desde mi ventana, a veces el cielo me regala atardeceres espléndidos.
Sí, en ocasiones he buscado y comprado postales escritas por otros, buscando fuentes de inspiración o detalles que sirvan a una historia. Los límites entre la realidad y la fantasía son siempre difusos. Y los lectores tienen todo el derecho a mover esas fronteras en beneficio de sus deseos o su imaginación.