Estaba sumido en un extraño y profundo sueño. Ví una puerta. La crucé. Así fue como llegué a El Templo de las Mil Puertas. Desde entonces vaganbundeo por él. Leo cada libro que pasa por mi manos, abandonados en sus estancias. Y escribo, escribo en mi diario de sueños sobre los diferentes personajes que me encuentro en este mundo onírico.