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La cadena de oro (Cazadores de sombras: Las últimas horas I)
Cassandra Clare

Destino
Reseñas de novedades El Templo#82 (junio 2021)
Por Daniel Renedo
2.000 lecturas

Londres, 1903. Acompañada de su madre y de su hermano, Cordelia Carstairs llega a Londres. Su familia tiene un fin concreto: encontrar aliados en el Enclave de la ciudad por si el juicio de su padre, por el fracaso de una expedición en la que intervino por petición expresa de la Cónsul, fuese peor de lo previsto. Su madre cree que, en ese caso, lo único que podrá salvar a su familia de caer en desgracia será que Cordelia se case, y que lo haga «bien». Pero Cordelia no está dispuesta a casarse si no es por amor.

A James Herondale una «cuerda invisible» lo conecta a otro mundo, un «reino de sombras» que no desea visitar, pero que tira de él. En los últimos meses, se ha registrado un aumento en la actividad demoniaca, que durante una década —desde el fin de la Guerra Mecánica— se había mantenido al mínimo, y los trances que James creía tener bajo control cada vez son más habituales.

De nuevo nos encontramos ante un inicio de trilogía perteneciente al mundo de los cazadores de sombras, y puede que esta sea, por la popularidad de su antecesora en orden cronológico (Cazadores de sombras: Los orígenes), la más esperada. En lo que a contexto histórico se refiere, cambiamos la era victoriana por la eduardiana, y los jóvenes que conocimos en Los orígenes pasan a ser ahora los padres de los nuevos protagonistas.

La cadena de oro está estrechamente ligada a la anterior trilogía y a sucesos y rencillas ocurridos durante esta: las consecuencias de estos no son ocasionales y se indaga, extensamente, en ellas. Cassandra Clare continúa, además, expandiendo —de una forma distinta y no tan disruptiva— su teoría particular de los mundos múltiples que inició en La reina del aire y la oscuridad.

Si bien en la novela no encontramos nada radicalmente distinto a entregas anteriores, el «salseo» —o deberíamos decir, para esta ocasión, el chismorreo— y los amoríos siempre consiguen tenernos pegados a las páginas. Cassandra no se achanta, además, por mucho que se trate de una época especialmente represiva —que ha estudiado concienzudamente—, en su misión de hacer de su literatura lo más inclusiva posible.

La cadena de oro es una novela que no logra atreverse a destacar por encima de sus hermanas, quizá por miedo a no ser recibida de la misma forma. Pero no olvidemos que esta no es más que su presentación en sociedad.