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Entrevista a...

Jordi Sierra i Fabra

El Templo #37 (diciembre 2013)
Por La Redacción
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En 2008 entrevistamos a Jordi Sierra i Fabra por primera vez. En 2012 se cumplieron cuarenta años de su carrera literaria y acababa de publicar su libro número cuatrocientos. Y ahora, que estamos a punto de terminar el 2013, volvemos a entrevistarle para que nos cuente qué ha pasado en estos cinco años: sus libros publicados, sus fundaciones, los premios ganados (entre ellos, el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil 2013) y muchas cosas más.

Háblanos de tu fundación en Colombia. Cuéntanos qué es lo más gratificante de haberla fundado y cuáles son algunas de sus funciones.

El 10 de noviembre de 2004 puse en marcha mis dos Fundaciones. En la de España no hemos tenido un Centro Cultural, un espacio físico, hasta este 2013, y para ello tuve que ganar un premio literario gordo, el Torrevieja, con 360.000 euros, y así poder comprar un local. Luego me he arruinado arreglándolo, dotándolo de fondos, etc., pero sé que ha valido la pena. Ahora tengo una biblioteca pública (un sueño) y una exposición permanente con toda mi vida al alcance de quien quiera verlo, investigar sobre mí o curiosear. Eso aparte del premio literario y la revista gratuita online http://www.lapaginaescrita.com.

En Colombia por suerte todo fue más rápido, porque contamos a los pocos años con ayudas importantes, como el Banco de Colombia o la alcaldía de Medellín. Cuando yo llegué a Medellín, el alcalde Sergio Fajardo destinaba el 60% de su presupuesto municipal a cultura. Asombroso. Gracias a eso Medellín pasó de ser la ciudad más violenta del mundo a no estar ni entre las 30 primeras. Un logro. Y nosotros hemos sido parte de ese milagro, como lo prueba el Premio Ibby-Asahi de Promoción de la Lectura que recibimos en 2010, el más importante del mundo en la materia y compitiendo con proyectos de Estados Unidos, Japón, Canadá, México y otros.

Empezamos la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra tres personas. Hoy somos casi cien, y el próximo año llegaremos a 120 porque se nos ha encomen-dado organizar nada menos que la Feria del libro de la ciudad y todos los actos culturales de Medellín. Actualmente atendemos de una forma u otra (talleres, seminarios, etc.) a unos 115.000 jóvenes al año, y estamos repartiendo entre 45.000 y 50.000 libros creando y llevando bibliotecas de 400 libros a pueblecitos repartidos por las montañas en los que nunca han visto un libro. Libros que se llevan en burro, en canoa, a pie, por zonas donde aún actúan la guerrilla o los paramilitares. Por suerte a nuestros chicos nunca les ha pasado nada.

En Colombia hay ciudades de 100.000 habitantes sin librerías, lo cual contrasta con la gente, que además de amable y maravillosa es muy culta. No en vano es el país de García Márquez. En España nunca he contado con ninguna ayuda, todo sale de mis ventas como escritor; allí en cambio se trabaja por y para la cultura. En España ningún banco ni millonario hace como en Estados Unidos, donde existe el gen de la solidaridad y se da mucho dinero a Fundaciones y estamentos culturales; allí el Banco de Colombia nos da cerca de tres cuartos de millón de euros al año para el Proyecto de Las Letras van por Colombia. Es, sencillamente, otro mundo. ¿Gratificante para mí? Lo más. Yo he llorado cuando un niño de siete u ocho años me ha abrazado dándome las gracias por regalarle un libro. Un niño descalzo de una escuelita de montaña, a 3.000 metros de altura. Y cuando en una cárcel de niños doy una charla y me leen, sé que les estoy dando la llave de su libertad. Todo comenzó como algo pequeño y ahora somos una potencia cultural. Claro que cuento con un verdadero crack, el director, Juan Pablo Hernández, y un equipo de gente muy, muy joven, dedicado a trabajar por hacer de su ciudad y su país un lugar mejor. Todos entienden que sólo la cultura evita la barbarie. Tendríamos que aprender mucho de ellos. Y por eso digo que por cada libro mío que se piratea ilegalmente aquí, habrá un niño en Colombia o en España que se quedará sin nuestra ayuda.

Desde que te entrevistamos, has ganado diez premios literarios más, de toda índole, tanto nacionales como internacionales. ¿Hay alguno que te haya hecho especial ilusión o que lo hayas recibido en alguna circunstancia especial?

Todo el mundo sabe que soy competitivo, y muy crío. Si no tengo un premio, es como el niño al que le falta un cromo y voy a por él. Otra cosa es que lo consiga. Me encanta el morbo de los premios, mandar un libro, esperar, y ganar o perder no es más que parte del juego. No pasa nada. Por ejemplo, el Barco de Vapor lo gané después de presentarme siete u ocho veces en 30 años, y no me cuesta nada reconocerlo. Pero lo conseguí.

De los últimos que me han dado… claro, está el de La Galera, porque el jurado los forman 240 chicos y chicas de toda España, y el Anaya, porque la novela Parco es una de mis favoritas y un desafío personal como escritor, y qué decir del Torrevieja, cuyo importe me permitió comprar la sede de la Fundación de Barcelona.

Pero a la postre los que más pesan son los que ya, por edad, por años, por carrera o por méritos, te conceden honoríficamente. En este sentido el Cervantes Chico fue especial, y más lo ha sido el Iberoamericano 2013, que premia además mi vinculación con América Latina y el peso de mi obra en todo el continente.

 

¿Qué hace para ti que una novela sea adecuada para presentarla a un premio?

En verano suelo encerrarme en mi casa de la montaña y escribo sin parar los libros cuyos guiones he ido preparando en los viajes a lo largo del año y he guardado «para el verano», porque yo viajo de octubre a mayo, pero de mayo a septiembre nada de nada: disciplina absoluta, paz y retiro. Este año 2013, entre el 7 de mayo y el 7 de septiembre, 4 meses, me hice 1.360 páginas (mi récord personal). Cuando acaba el verano pongo todo lo que he hecho sobre la mesa y me convierto en un Xavi, un centrocampista que reparte juego: este para tal editorial, este para tal otra (ojo: no siempre acierto), este al cajón y guardado, este… y siempre hay uno, o dos, incluso tres algunas veces gloriosas, que me huelo que «son de premio». ¿Por qué? Porque son diferentes, arriesgados, de esos que a los jurados gusta premiar o también porque sé que si un determinado libro muy Sierra i Fabra no gana un premio, no voy a publicarlo (caso de Al otro lado del espejo o Parco). La censura es cada vez más demoledora y como yo, por ética, me niego a tocar una coma, a veces he tenido libros hasta diez años en un cajón.

¿Acierto en lo de los premios? No siempre. Es una cuestión de suerte que tu libro sea el mejor un año. A veces hay cinco obras fantásticas en una final y al año siguiente ninguna que valga la pena. Tengo anécdotas muy divertidas (podéis verlas mis memorias literarias, Mis (primeros) 400 libros de obras que no han ganado un premio y luego se han llevado otro, de novelas rechazadas por dos o tres editores que luego han sido best sellers. Todo el mundo dice que Kafka y la muñeca viajera es una de mis mejores obras. Pues bien, fue rechazada por dos editoriales y no ganó dos premios. Luego se llevó el Nacional de Literatura. ¿Cómo lo veis?

¿Qué cosas han cambiado en tu vida desde que en el 2008 te entrevistamos? ¿En qué cosas te reconoces y en cuáles ya no?

Yo no creo que haya cambiado nada. Pero no sólo desde 2008. Tampoco desde 1998 o 1988. Quiero decir que soy el mismo de siempre. Como mucho sabré escribir mejor, porque con la edad siempre se gana, pero como persona… Sigo siendo el mismo burro de siempre (burro en el sentido de divertirme, hacer el loco, pasarlo de «coña» escribiendo, reírme siempre, viajar, estar con mi gente en las Fundaciones). El mejor halago que me hacen es decir que no he cambiado, que no me he puesto galones ni voy de estrella, que sigo siendo el mismo, cercano y cordial. Por Dios, jamás he entendido a la gente que enloquece por un poco de éxito y se desmadra en plan fantasma. Una vez superado mi riesgo de muerte de 2007, algo en lo que según los médicos fue clave que siguiera escribiendo como si nada, decidido a no rendirme y, si caía, que lo hiciera con las botas puestas y las teclas en la mano, lo más importante ha sido la salud.

El riesgo de morirme hizo que escribiera mis memorias, que edité en el 2012, celebrando mis 40 años de vida profesional, mis 10 millones de libros vendidos y los 400 editados. ¿Por qué unas memorias? Pues porque pensé que si desaparecía dejando tras de mí una obra tan densa, aparecerían por un lado los que lo interpretarían todo al revés, y por otro los que se pondrían a hablar sin tener ni idea de quién soy yo y de las motivaciones para hacer todo lo que he hecho. Por eso las memorias están tan documentadas: he anotado todo lo que he escrito cada día de mi vida, rigurosamente. ¡Pero si aún hay imbéciles que dicen que no puede ser, que es im-po-si-ble escribir tanto y bien, que debo de tener diez negros! ¿Negros? ¡No: chinos, 200 chinos atados a una pata!

También quise dejar una carta de amor a mis hijos, que supieran y entendieran quién fue su padre (los padres son siempre grandes desconocidos para los hijos). Las personas siempre piensan hacer esto y casi siempre la palman sin llevarlo a cabo. Creo que ese ha sido el único cambio fundamental en estos años.

En los últimos años, una de las pocas novelas fantásticas que has escrito ha sido El corazón de jade. ¿Qué te hace decantarte más por el género realista que por el fantástico?

Este es el país de las etiquetas. Te ponen una y vas listo. Yo llevo varias encima, y ya son indelebles. Una es la de que soy un autor realista, como si no hiciera nada más. Por Dios, pero si mis primeras novelas fueron policiacas, y también de fantasía, ¡porque me encanta la fantasía! Lo que sucede es que mi fantasía no es la usual, Tolkeniana o algo así. Yo no saco elfos ni dragones porque no es mi estilo y cada cual ha de ser fiel a lo que siente. Uno de mis primeros libros fue Mitos y leyendas de Shakanjoisha. Nadie quiso editarlo porque tenía 300 páginas «y los chicos no leían libros tan gordos». Treinta años después la Rowling saca los tochos de Harry Potter y, de pronto, una generación de lectores devora libros enormes. ¡Siempre he hecho fantasía! Pero al venderse más mis obras realistas, eso ha eclipsado a las otras. ¿Y por qué hago una literatura tan real? Pues porque cuando uno viaja por todo el mundo, como ha sido mi caso, quiere contar lo que ve, lo que le duele, hablar de esos niños guerrilleros en Guatemala o Colombia, de esa niña vendida por quince dólares y que acaba subastada en un burdel de Bangkok para que un cerdo turista sea el primero en tirársela, de ese niño esclavo en un campo de cacao…

No puedo evitar ser duro y crítico con nuestra sociedad, y hay más realismo del que hablar que fantasías que inventar. Si un chico o chica español de quince años no sabe cómo es el mundo y no entiende lo que pasa a su alrededor, va listo. Alguien ha de explicárselo, y nada mejor que una buena novela.

Cuando planeé El corazón de jade quise contar una historia mágica, por eso la ambienté en la China milenaria. Disfruté como un enano haciendo el guion previo y escribiendo la novela. Se me ocurrió y la hice, sin pensar en otra cosa que pasarlo bien. Es una buena historia. Tiene de todo. Si en lugar de firmarlo yo lo firmara un yanqui y se hubiera editado en Estados Unidos, ya habría una película. Pero aquí comemos los blockbusters americanos y la millonada que va detrás. Bueno, no pasa nada, aunque es una pena que no haya una película del Idhún de Laura o de otras novelas españolas.

 

¿De qué manera crees que han cambiado los jóvenes lectores en los últimos años?

A veces creo que en nada, porque la gente se sigue enamorando igual, y estamos hechos de sentimientos básicamente. Otras sí, me asomo a blogs y tal y veo la aceleración de los tiempos. Hace quince años empezaba a haber móviles y a funcionar el e-mail, Internet estaba en pañales… Ahora todo es WhatsApp, inmediatez, chats, foros…

Cuando yo era joven la peor palabra del mundo laboral era «descargar», porque significaba que trabajabas en el puerto «descargando» sacos de los barcos. Hoy todos fardan de lo mucho que «descargan ». Cuando yo era joven «quedábamos» para ir al cine o a bailar. Hoy se «queda» para hacer un chat.

En estos últimos quince, diez años, la tecnología nos está devorando, surgen nuevas palabras. Yo escribo de emociones, de sentimientos, por eso mis libros siguen gustando; pero es cierto que a veces me sorprendo, me río, me desconcierto… Un ejemplo: la primera vez que leí, hace años, que había escrito una «novela autoconclusiva », aluciné. ¡Coño, que todas mis novelas empiezan y acaban, solo he hecho tres trilogías en cuarenta años! Pero de pronto, en un mundo literario inundado por sagas y más sagas, algunas infumables y pedorras, de pronto yo era «autoconclusivo ». Son esos pequeños detalles los que te hacen dar cuenta de que todo corre a toda leche, y que no puedes perder ni un segundo para respirar porque, de lo contrario, te quedas atrás. 

Todo el mundo habla de la crisis en el sector, ¿cómo se enfrenta a ella un autor que lleva publicando años y tiene más de 400 novelas a sus espaldas?

Esta es una pregunta muy complicada. Por un lado no me enfrento, no puedo hacer nada salvo seguir escribiendo lo mejor posible, ser honesto y contar buenas historias. Ese es mi trabajo, mi pasión, mi vocación. Uno espera que si lo hace, tenga su recompensa. Pero por el otro lado me duele que alguien me robe, porque aquí no hablo solo de crisis (que pasará): hablo de la piratería (que nos matará a todos si no nos concienciamos en serio).

Tengo dos Fundaciones, regalo libros, cualquiera que venga a mi casa se lleva un libro, cualquiera que me dice que no encuentra un libro mío descatalogado sabe que se lo mandaré por e-mail con la condición de que no lo suba a la red. Soy solidario. Así que cuando me roban… me da rabia, pena… Hoy en día ya no me roban a mí: roban a los niños a los que va destinado lo que gano, porque yo ya tengo la vida más o menos resuelta.

Hace poco una web «regalaba» 20 libros míos, todos mis best sellers. Lo peor no era eso. Lo peor era que abajo, en las cartas, una docena de fans decían cosas como: «¡Oh, gracias, Jordi es mi autor favorito, lo quiero mucho, lo adoro!». ¿De verdad me quieres tanto? ¿Me adoras? ¿Pues por qué me robas? También hace unos días vi una web en la que alguien decía: «¿Dónde puedo descargarme La piel de la memoria de Jordi Sierra i Fabra?». Y otra persona se lo decía. Entré en la web y le dije al primero que por 8 euros podía comprarlo en una librería, que tampoco era tanto, y si no los tenía, yo se lo daba, pero descargarlo… Y al «informante» lo puse a caldo.

Lo siento pero con eso no trago. Yo, no. Y resalto el YO porque nadie puede decir que sea egoísta. Ese padre que fuma un paquete de tabaco o dos al día y dice a su hijo que ya ha leído un libro, que para qué quiere otro… Esa escuela que «muy modernamente» socializa los libros… La crisis es la excusa perfecta (y muy española) para seguir siendo lo que siempre hemos sido: un país ignorante.

El 15 de abril de este año, el Centro Cultural de la Fundación Jordi Sierra i Fabra se hizo realidad. Una sede abierta al público con salón de actos, biblioteca y una exposición permanente sobre tu vida. Tras sus primeros ocho meses de vida, ¿qué balance haces sobre este proyecto?

Desde el 4 de mayo que abrimos las puertas por las tardes, tenemos ya más de 300 chicos y chicas apuntados a la biblioteca, biblioteca formada por donaciones de todos mis editores y mis amigos, Laura Gallego, Maite Carranza, Alfredo Gómez Cerdá y muchos más. Algunos chicos vienen a estudiar, a leer (algunos padres ya me han dicho que desde que está abierto, sus hijos han subido notas o han aprobado), hay muy buen rollo. Yo llevaba nueve años sin dar charlas en escuelas, y he vuelto a darlas, pero ahora es la escuela la que va a la Fundación.

También hemos hecho talleres de escritura, pintura, concursos literarios vecinales, conciertos en vivo (¡música en la Fundación!), y para 2014 estamos organizando ya el Juego Literario, como en Medellín. En diciembre cumplo uno de mis sueños: organizar la I Semana de las Artes, esto es: dedicar cada día a una de las cinco grandes artes, Literatura, Cine, Pintura, Teatro y Música, con un representante de cada una de ellas. Viene Gerard Quintana (el rockero por excelencia en Catalunya), Manuel Huerga (director de cine), Ricard Reguant (teatro), Marius Serra (literatura)… Hacemos lo que podemos. NO SOY RICO, si no vendo libros, si la crisis o la piratería hace bajar las ventas, si no contamos con ayudas, igual no puedo mantenerlo, así que ese es el reto.

El próximo año abriremos un club de socios para que quien quiera aporte cada año 10, 20, 30 euros… lo que sea. Como hace Greenpeace o Amnistía Internacional. Eso ya lo pondré en mi web. Por todo ello el balance es fantástico. El alcalde de Barcelona, en la inauguración, dijo que yo era «muy generoso» por darle al barrio de Sants y a la ciudad un espacio así. Coño, claro: lo he pagado yo. Pero para eso está uno viviendo, ¿no? Si no eres solidario, si encima de que robas te llevas la pasta a Suiza, además de mala persona eres un cabrón. ¿La vida es un gran ruido entre dos silencios? ¡Pues hagamos ruido!

 

El premio Jordi Sierra i Fabra para menores de 18 años ha celebrado su octava edición y ya se ha cerrado la convocatoria para participar en la novena. ¿Qué cualidades destacas de todos sus participantes? ¿Qué recomiendas a quienes quieren presentarse?

Yo no puse en marcha el Premio Internacional de Novela Jordi Sierra i Fabra para menores de 18 años para darle el premio a un ganador, sino para que cien chicos y chicas, cada año, se sintieran escritores. Y eso es lo que he conseguido, lo más importante. Cada año, sobre todo los primerizos, se ponen a escribir porque existe este premio, porque saben que está hecho para ellos. Y al acabar su novela, de lo primero que son conscientes es de eso: de que lo han conseguido, han hecho un libro. En ese momento muchos se mueren de gusto y entienden que lo otro, ganar, es relativo, es otra historia. Yo siempre les digo que uno gana, pero que los demás no pierden: compiten. Y es muy distinto. Por eso hago tres clasificaciones: los finalistas, los que integran la Lista de Honor Oro y los que están en la Lista de Honor Plata es mucho más amplio. No sólo mando una carta a todos los que concursan, sino que luego llamo por teléfono uno a uno a los de esas tres clasificaciones, para saber cómo están, para animarles, para que no se sientan derrotados. Este año uno de los finalistas se echó a llorar por «haber perdido». Después de hablar conmigo sacó pecho y entendió el juego.

La mejor cualidad de los que se presentan es el entusiasmo, la fe, el valor de pasarse el verano escribiendo un libro no ya para ganar un premio (que sí, que es el objetivo final, claro) sino para demostrarse algo a sí mismos, que es a quien se ha de demostrar todo: a uno mismo. Lo único que no he conseguido que entiendan es que no hay que tener prisa, no querer publicar a toda costa sin estar preparados, no caer en manos de mafias que van a quitarles el dinero, etc. Los que han ganado hasta ahora son conscientes de algo: su libro jamás habría sido publicado sin el premio. Es BUENO por su edad, porque el premio es para ellos, pero ninguna editorial lo habría publicado, y menos los finalistas. Y sin embargo en algunos casos hay una desesperación posterior bastante alucinante. Una chica de quince años me dijo hace poco: «He hecho un libro de 600 páginas y me lo han devuelto tres editores. Ya veo que no sirvo. Lo dejo». ¡Por Dios, le mandé un e-mail…! ¡Hay que escribir un libro cada año, cada año, hasta los 25, los 30, para coger oficio, aprender, y poder publicar! ¡A lo mejor sí, eres brillante, y lo consigues con 19, 20, 21… pero no es lo normal, y a veces incluso publicar tan pronto acaba siendo malo! Eso es lo primero que les digo a los que han ganado mi premio, que no se crean nada, que se sientan orgullosos y felices, que se han probado, pero que ahora… a leer, seguir escribiendo y formarse. ¡Escribir es para toda la vida, tienes tiempo! Eso y lo de querer compartirlo todo es bastante fuerte, colgarlo en la red, mandarlo a los amigos, esperar el halago, cambiar cosas sólo porque lo dice alguien... Cuando les digo que yo nunca, nunca dejé leer nada mío a nadie, porque sabía que dependía de mí, no de lo que me dijeran, lo ven como algo insólito, y no lo es.

El arte es individual, depende de uno mismo, todo está en ti. Lo de qué recomiendo… pues leer más, y fijarse, y copiar a los profesionales hasta encontrar el estilo propio (como han hecho siempre todos los principiantes, incluido yo). Este año he puesto una «Nota Informativa» hace poco porque es como si muchos no hubieran visto un libro en su vida. La falta de oficio hace que presenten mal las novelas, los diálogos en bloques separados, etc. Y esto ya impide una buena lectura. Nunca ha ganado un libro mal presentado porque es sinónimo de que también será flojo (no malo), como así resulta ser. Un libro es un todo. Raramente hay una buena historia mal presentada. En fin: trato, de la mejor forma posible, que aprendan, enseñar. Que nadie interprete esto de otra forma, que a veces hay cada suspicacia… No he hecho Fundaciones, revistas y premios para ser malo, sino para crear e impulsar vocaciones.

En abril de 2014 llegará a la pantalla grande Por un puñado de besos, la versión cinematográfica de Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre. ¿Qué esperas de ella? ¿Nos puedes adelantar alguna primicia o información sobre ella? ¿Podremos ver alguna adaptación más de otras novelas tuyas? 

Después de vender unos quince libros a diferentes productoras o grandes directores, por fin, David Menkes, me «descubrió». De tal forma que ya ha dicho que no volverá a hacer películas suyas, sino basadas en novelas mías. Me hace reír  mucho (nos hemos hecho grandes amigos) cuando me dice que tengo un montón de «joyitas» escritas. La verdad es que nos hemos entendido muy bien, con buena química y mejor buen rollo. Me escribió el 28 de agosto de 2012 y el 25 de agosto de 2013 la peli ya estaba hecha. Un milagro.

Por un puñado de besos está basada ciertamente en Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre, novela que ya no está a la venta porque la editorial cerró pero que, atención, se reeditará en castellano y por primera vez en catalán, cuando se estrene la película o antes.

Es curioso (vuelvo a hablar de censura) que esta novela estuviera en un cajón (bueno, en mi ordenador) nueve años. ¡Nueve! Nadie quería publicarla por el tema, el sida. Pero es una muy buena historia de amor que, además, parte de un hecho real: un anuncio que leí en un periódico el 4 de abril de 2001. Como no quise cambiar nada, creí que nunca se editaría. Finalmente (tozudo) lo conseguí. David y yo en seguida nos hicimos cómplices. Después conocí a la prota, Ana de Armas (un cielo, pedazo actriz), Martiño Rivas (estupendo, hijo de mi amigo Manuel Rivas, el escritor), y a Marina Salas (deliciosa y amorosa al máximo). Estuve en el rodaje un par de días y Ana le confesó a una televisión que «el día que yo dije que era perfecta para el papel, se sintió feliz y aliviada, porque el personaje es muy fuerte». Y es cierto.

Puedo jurar que después de ver la mitad del montaje, va a ser una gran película, un drama romántico que no es sólo juvenil, sino para cualquiera que le guste el cine. La dirección, la fotografía, la ambientación… y Ana, insisto, que lo borda.

Está previsto que se estrene a fines de marzo o durante el mes de abril, faltan detalles. El cine español, siempre en la cuerda floja, es un mundo muy misterioso para un neófito. Puedo decir que David, que hizo el guion, respetó mi libro al cien por cien. El único cambio es el título.

Sobre futuros proyectos… pues sí, ya están en marcha, pero prefiero no hablar de ello porque después de mis experiencias anteriores... David ya ha hecho el guión de otras dos novelas mías, adaptándolas para el cine, Sólo tú y La canción de Mani Blay. Eso no significa que vayan a hacerse. Supongo que si Por un puñado de besos va bien, será más fácil encontrar la financiación para las siguientes. Esto va así. Esto no es Hollywood.

¿Qué proyectos futuros nos puedes adelantar?

Nunca hablo de lo que voy a hacer, no por mal «yuyu», sino porque con todo lo que tengo hecho… ¿para qué hablar de lo que todavía no existe o está en mi cabeza o incluso a punto de publicarse pero que tal y como está todo a lo peor pasa algo y no sale? Nada, nada: hay que ser realista y vivir al día. Lo que sí está claro que mi gran proyecto es vivir 100 años y morir escribiendo. ¡Cada vez me gusta más!  

[Nota del equipo de El Templo: finalmente Por un puñado de besos se estrenó el 16 de mayo en la pantalla grande y la novela fue reeditada por la editorial Montena con el mismo título de la película]